Los moldes de Pompeya, el sitio arqueológico situado en la región de Campania, a 28 kilómetros de Nápoles, en el sur de Italia, son una de las imágenes más importantes e impactantes de la localidad vesubiana. Son la expresión de un acontecimiento dramático que hizo de ese yacimiento un lugar excepcional, ya que proporciona un objeto de estudios de la cultura romana.
Pero, ¿qué son esos moldes? En 1772 los estudiosos del lugar descubrieron que los objetos enterrados por los materiales que arrojó el volcán y que arrasó la ciudad se habían descompuesto bajo la ceniza volcánica calcificada, pero habían dejado un hueco. Casi un siglo después, en 1863, se constató que, si esos espacios se rellenaba con yeso, quedaba un molde casi perfecto. Fue el entonces director del sitio arqueológico, Giuseppe Fiorelli, quien dispuso probar esta técnica en los huecos dejados por las víctimas humanas. Así nacieron lo que se conoce como “las momias” del Vesubio, una suerte de esculturas que muestra el momento final de las personas muertas por la lava del volcán.
Los moldes suelen contener restos esqueléticos incrustados en un yeso que conserva la forma del cuerpo. Estos restos son en su mayor parte humanos y ofrecen una imagen realista y conmovedora de las personas que vivieron y murieron en Pompeya, víctimas de la erupción del Vesubio en el año 79 d.C.
Varios trabajos se han centrado en identificar la causa de muerte de estos individuos. Las principales hipótesis desarrolladas fueron la asfixia o evaporación corporal y deshidratación.
La hipótesis de la asfixia como posible causa de la muerte fue relanzada hace varios años y fue nuevamente avalada por un nuevo estudio interdisciplinar realizado por las Universidades de Valencia y Cambridge con la colaboración del parque arqueológico de Pompeya. Las conclusiones fueron publicadas ayer en la revista científica Plos One. Se trata de una investigación basada en una metodología diferente para estudiar los huesos que han logrado rescatarse de las víctimas de la erupción.
El estudio se realizó sobre elementos óseos dentro de los moldes pompeyanos en los que se empleó por primera vez un análisis químico no invasivo. Los investigadores utilizaron fluorescencia de rayos X para examinar seis modelos en particular. El objeto de la investigación fueron los restos de fugitivos, hombres y mujeres de entre 20 y 50 años, que intentaron escapar de la ciudad por Porta Nola y un séptimo que huía por los baños suburbanos.
“Se han determinado datos importantes —afirmó el coautor del estudio Gianni Gallello, arqueólogo de la Universidad de Valencia— que, cruzados con resultados antropológicos y estratigráficos, son útiles en la reconstrucción de los acontecimientos pre y post mortem de los individuos”.
La erupción del Monte Vesubio se produjo en dos fases principales. Durante la primera, el volcán vomitó gases calientes, cenizas y piedra pómez pulverizada, que derrumbaron los tejados de Pompeya y derribaron árboles. Aunque algunos habitantes de la ciudad fueron aplastados durante esta fase, muchos otros lograron escapar. Luego vino una serie de “oleadas piroclásticas”, durante las cuales masas turbulentas de ceniza caliente y lava arrasaron con las personas y estructuras restantes. Los investigadores coinciden en que la mayoría de las víctimas de Pompeya murieron durante esta etapa de la erupción. “La segunda fase fue la más peligrosa”, afirmó Gallello.
Para esta investigación el equipo de trabajo examinó los siete moldes de yeso procedentes de Pompeya. Los análisis realizados, que cristalizaron las formas, los movimientos e incluso las contracciones durante la agonía de los fugitivos, se compararon con los realizados en otros huesos encontrados en la necrópolis de Porta Nola en Pompeya, en el Sepolcreto Ostiense de Roma y en Valencia.
“Los moldes de yeso de las víctimas de la erupción de Pompeya podrían haber contaminado la composición química de sus huesos, pero los análisis bioarqueológicos todavía permiten considerar la asfixia como una causa probable de muerte“, explicó Gallello y precisó que los datos se refieren a muestras de lo examinado y que “es probable que la catastrófica erupción haya matado a personas de diferentes maneras”.
“Fue posible cruzar todos los datos para determinar el efecto del yeso sobre la matriz ósea y el grado de contaminación debido al mismo —explicó Valeria Amoretti del Parque Arqueológico de Pompeya, una de las autoras del estudio— Esto sienta las bases para una metodología no destructiva que pueda aplicarse de forma preventiva en cualquier caso futuro, evitando la elección de muestras contaminadas y minimizando los muestreos inútiles. Los valores de calcio y fósforo parecen apoyar una hipótesis cada vez más discutida, a saber, que el impacto térmico de la corriente sobre los cuerpos no fue tan elevado”.
“Es difícil determinar con exactitud la causa de la muerte de las víctimas de la erupción entre el calor, la asfixia y el derrumbe de los edificios —afirmó Gabriel Zuchtriegel, director del Parque Arqueológico de Pompeya—, sabemos que debió ser un verdadero infierno. Por otro lado, si ponemos las estimaciones del número de víctimas en relación con la población total, que debe haber ascendido a unas 20.000 personas sólo dentro de los muros, y quizás la misma cantidad vivía en el campo, podemos suponer que muchos de los habitantes habían logrado escapar. El nuevo estudio es importante porque nos ayuda a comprender mejor la dinámica precisa en la última fase de la catástrofe”, concluyó.
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