En 2019, un antiguo secreto de la prehistoria fue revelado en Bolivia: una lluvia de primavera provocó el derrumbe de la quebrada de un río y dejó al descubierto alrededor de 350 huellas de dinosaurios. Esto ocurrió en el departamento de Tarija, en el sur del país. Un equipo de investigadores, incluido el paleontólogo argentino Sebastián Apesteguía, publicó pocos días atrás en Biología Histórica los detalles de este emocionante hallazgo, incluido un “vivero de dinosaurios”.
El yacimiento paleontológico reveló una escena sorprendente: dos saurópodos adultos (como un brontosaurio) liderando a cientos de crías en el Jurásico Superior, hace unos 150 millones de años. Los expertos lo consideraron un vivero de dinosaurios apoyándose en su hipótesis que indica que, al haber gran cantidad de huellas de ejemplares jóvenes, habría sido una zona de cuidado de las crías.
Además, en el mismo sitio, se identificaron huellas de ornitópodos (iguanodontes) y terópodos (algunos parientes del tiranosaurio), lo que sugiere que esta región podría haber sido parte de una ruta migratoria de dinosaurios entre el actual sur de Perú, el centro de Bolivia y el norte de Argentina.
Una parte importante de este descubrimiento es la representación completa de tres períodos diferentes de la era de los dinosaurios: Triásico, Jurásico y Cretácico. Hasta este descubrimiento, en Bolivia solo se conocían huellas prehistóricas del inicio y final de la era de los dinosaurios, pero ahora existe un panorama completo, un auténtico túnel del tiempo marcado en la tierra.
Sebastián Apesteguía, especialista argentino del Área de Paleontología, de la Fundación de Historia Natural Félix de Azara-Universidad Maimónides y del Concejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) destacó la importancia de proteger estas huellas, que actualmente están en riesgo de colapsar por cualquier derrumbe, lluvia y que simplemente están expuestas a factores ambientales.
“Reportamos una nueva aparición —indicó Apesteguía—, la primera del Jurásico al Cretácico temprano en la Formación Castellón (Tarija, Bolivia) con cerca de 350 huellas de dinosaurios. Con la excepción de unas pocas huellas de tridáctilo, todos exhiben características de saurópodos. El conjunto expuesto consta de tres grandes vías cuadrúpedas subparalelas de calibre medio, con una vía orientada en dirección opuesta a las otras dos. Estimamos que medía unos 3,80 metros de altura a la altura de la cadera y caminaba a una velocidad inferior a 5 kilómetros por hora. La distribución proporciona elementos para probar el gregarismo si se acepta un posible sincronismo”.
La interpretación del comportamiento
La investigación también arrojó luz sobre el comportamiento de los saurópodos. Los científicos sugieren que estos dinosaurios gigantes pueden haber viajado en grupos, guiados por adultos. Muy posiblemente todos viajaban como una manada compacta, prueba de ello es que las huellas de los adultos y los jóvenes están separadas entre sí, prácticamente ninguno se superpone con otro, lo que sugiere que caminaron por la misma senda.
Es posible que los jóvenes se cruzaran en diferentes momentos, pero los científicos lo descartan porque en ese caso se produciría un solapado de huellas: los pequeños dinosaurios habrían pisado las huellas de los mayores que ya se habían cruzado horas o días antes. Por ello, dado que las huellas están prácticamente separadas entre sí por cada individuo, se cree que los dinosaurios más pequeños iban en compañía de los adultos. Aunque esta teoría no es definitiva, los especialistas argumentan que la observación de comportamientos similares en la fauna moderna apoya esta posibilidad, ya que los elefantes, por ejemplo, tienen la costumbre de moverse en grandes manadas con sus crías pegadas a sus parientes.
“Las deambulaciones reconocibles en la superficie del sedimento sugieren que colectivamente pueden representar un ejemplo icnológico de comportamiento de manada”, destacó el especialista.
La protección de este valioso patrimonio paleontológico en Bolivia está en riesgo. Las huellas se encuentran en una región propensa a deslizamientos de tierra y exposición a la intemperie. Los científicos insisten en la necesidad de un enfoque proactivo para preservar estos rastros y sugieren la digitalización mediante tecnologías de escaneo 3D para preservar con precisión los detalles.
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