Los trasplantes de órganos de animales con modificaciones genéticas se investigan desde la década de 1950. Pero se han encontrado diferentes obstáculos para que sean una opción segura y masiva para la gran cantidad de pacientes con enfermedades que requieren el recambio de un órgano.
Ahora, en los Estados Unidos se conocieron dos trabajos experimentales a partir del uso de riñones de cerdos en pacientes que tenían muerte encefálica.
En un caso, un hombre que tenía muerte cerebral, Maurice Miller, de 57 años, recibió el trasplante de un riñón de cerdo genéticamente alterado. Su hermana había dado el consentimiento para que se haga la intervención. El órgano en el cuerpo de Miller ha estado funcionando durante 32 días, según informaron el cirujanos de la institución NYU Langone Health.
El procedimiento logró sortear un problema bastante frecuente en los trasplantes de animales a humanos: el rechazo del órgano en el receptor. En el caso de Miller, el riñón del cerdo no fue rechazado en los minutos posteriores al trasplante. Empezó a producir orina y asumió las funciones de un riñón humano, como filtrar toxinas, dijeron los médicos en una conferencia de prensa.
Aunque Miller ya falleció, y el experimento aún no ha terminado. Los investigadores seguirán el funcionamiento del riñón durante un segundo mes.
Robert Montgomery, director del instituto de trasplantes NYU Langone, sostuvo que el órgano trasplantado parece funcionar bien. “Parece incluso mejor que un riñón humano”, declaró Montgomery a la agencia AP el 14 de julio en las primeras horas después del trasplante.
La hermana de Miller fue quien tomó la decisión de dar el consentimiento para que participe en el estudio experimental. “Me costó mucho —afirmó Mary Miller-Duffy—, pero le gustaba ayudar a los demás y creo que esto es lo que mi hermano querría. Así que les ofrecí a mi hermano. Va a estar en los libros de medicina y vivirá para siempre”.
Por otra parte, investigadores de la Facultad de Medicina Heersink de la Universidad de Alabama en Birmingham, EE.UU., publicaron un estudio de un paciente de más de 50 años que también había tenido muerte cerebral. Sufría de enfermedad renal crónica.
Le trasplantaron dos riñones de cerdo sometidos a 10 alteraciones genéticas a principios de este año. Los riñones no fueron rechazados y siguieron funcionando durante siete días. Los resultados fueron revisados por expertos y publicados en la revista JAMA Surgery.
De acuerdo con los investigadores Jayme Locke, Vineeta Kumar, y Douglas Anderson, antes de hacer el procedimiento, siguieron un protocolo por el cual solo incluían a personas de 18 años o más declaradas en muerte encefálica cuyas familias dieran su consentimiento informado para la participación en el estudio. Solo se podía realizar el trasplante si ya se habían agotado todas las opciones de donación de órganos para trasplante.
A partir del trasplante, los investigadores consideraron que “el xenotrasplante de cerdo a humano proporcionó una función renal vital a un humano fallecido con insuficiencia renal crónica”.
Pero los científicos admitieron que “son necesarias investigaciones futuras en receptores humanos vivos para determinar la función renal” del órgano trasplantados a largo plazo y si podrían servir como terapia puente o de destino para la insuficiencia renal terminal.
Este estudio, resaltaron, “muestra al xenotrasplante como una posible solución viable a una crisis de escasez de órganos responsable de miles de muertes evitables cada año”.
Para Toby Coates, catedrático de Medicina de la Universidad de Adelaida y director de Trasplantes del Hospital Real de Adelaida, Australia, el caso publicado en JAMA Surgery “representa uno de los primeros trasplantes renales funcionales de un cerdo a un ser humano, y muestra la prueba de principio de que los órganos de un animal modificado genéticamente pueden sustituir la función renal humana durante una semana sin rechazo y utilizando la terapia farmacológica convencional para trasplantes renales.
El avance clave en ese caso es la eliminación genética de cuatro genes porcinos que antes suponían una barrera para el éxito de los trasplantes entre especies, y la inserción de seis genes humanos que evitan la coagulación y “humanizan” al riñón porcino para que tenga un aspecto más humano.
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