“El próximo supercontinente”, el libro que predice una futura colisión de América del Norte y Asia

El geofísico Ross Mitchell, un científico de renombre internacional, demostró que los continentes separados de la Tierra, una vez juntos en Pangea, volverán a chocar dentro de 200 millones de años

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Se espera que el próximo supercontinente, denominado Amasia (ilustrado), se forme en un par de cientos de millones de años. (Curtin University)

Un reconocido geofísico predijo cómo cómo será el mundo cuando los continentes de la Tierra se fusionen en una sola masa dentro de 200 millones de años.

Ross Mitchell, un científico de renombre internacional, doctorado en la Universidad de Yale y actualmente profesor del Instituto de Geología y Geofísica de la Academia China de Ciencias, plasmó su predicción en un libro titulado “El próximo supercontinente: resolviendo el enigma de una futura Pangea”.

En la obra, el científico presenta los argumentos a favor del futuro supercontinente de Amasia, definido por la fusión de Norteamérica y Asia.

Al contrario de otros investigadores, que han sugerido que el próximo supercontinente se formará a partir del cierre de los océanos Pacífico o Atlántico, Mitchell postula que Amasia se formará por la desaparición del océano Ártico cuando América y Eurasia se unirán por el polo norte mediante una cordillera montañosa que permitirá cruzar de Alaska a Siberia y viceversa.

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La portada del libro "El próximo supercontinente"

Mitchell ya había presentado su teoría en varios trabajos científicos anteriores, incluido uno publicado en 2012 en la revista Nature.

En ese trabajo se explicaba que el estudio del magnetismo de las rocas de hace 1.800 millones de años, cuando se formó el primer supercontinente, Nuna, al que siguieron Rodinia y Pangea, sirvió para determinar la distancia que existió entre uno y otro y estimar dónde se situaría Amasia, cuyo centro localizan en algún punto del actual océano Ártico, a noventa grados de distancia del centro de Pangea. Esta teoría, a la que denominaron “ortoversión”, desafía los dos modelos tradicionales defendidos hasta el momento para predecir la evolución de las masas terrestres.

En el libro, Mitchell introduce al publico no especializado en la ciencia de la tectónica de placas mediante descripciones accesibles y cautivadores relatos de sus aventuras para realizar trabajo de campo en tierras remotas en búsqueda de evidencia clave -como el tiempo de formación de una roca y su latitud en aquel momento- para demostrar su teoría.

El geofísico Ross Mitchell (Twitter)
El geofísico Ross Mitchell (Twitter)

El libro repasa cómo los continentes se unieron en el pasado para formar los anteriores supercontinentes. Comienza hace entre 300 y 200 millones de años con la exuberante Pangea, el supercontinente prehistórico repleto de dinosaurios y cuyo centro era la actual África. Luego, se remonta a hace mil millones de años a la estéril Rodinia, cuyo centro estaba formado por gran parte de la actual Norteamérica y Groenlandia.

Además de la evidencia recogida en el campo, para explicar la futura formación de Amasia Mitchell considera los flujos en las profundidades del manto terrestre. Según Mitchell, el ciclo de los supercontinentes está vinculado al movimiento del manto, que transfiere el calor interior de la Tierra hacia arriba para que la corteza pueda liberarlo. Los científicos sospechan que, a medida que el calor asciende, los continentes se desplazan hacia regiones donde el manto está frío.

Simulando cómo puede comportarse el manto para arrastrar a los continentes, Mitchell también muestra cómo esta teoría en desarrollo puede iluminar otros misterios planetarios.

La obra finaliza preguntándose si la humanidad podrá sobrevivir los 200 millones de años que serán necesarios para ver Amasia, puesto que esto implicaría una presencia humana en el planeta durante mucho más tiempo que cualquier otro mamífero conocido.

A esta pregunta Mitchell responde positivamente. Su optimismo deriva de todos los logros alcanzados por la humanidad como especie. “Aunque semejante longevidad pueda parecer descabellada”, escribe, “¿no se parece también mucho a nosotros?”.

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