La enfermedad de Alzheimer, una forma irreversible de demencia, se considera la dolencia neurodegenerativa más común del mundo. Su incidencia aumenta rápidamente con la edad, pero aún no se comprende por qué esa condición constituye el principal factor de riesgo.
El envejecimiento cerebral afecta a los oligodendrocitos y a la integridad estructural de las vainas de mielina, esta última asociada a neuroinflamación. El principal factor de riesgo para la enfermedad de Alzheimer es la edad, aunque no está claro por qué. Se sabe que la capa aislante alrededor de las células nerviosas del cerebro, llamada mielina, se degenera con la edad.
Investigadores del Instituto Max Planck (MPI) de Ciencias Multidisciplinarias en Göttingen han demostrado, según una investigación publicada recientemente en Nature, que tal mielina defectuosa promueve activamente cambios relacionados con la enfermedad de Alzheimer.
Reducir el daño de la mielina relacionado con la edad podría abrir nuevas formas de prevenir la enfermedad o retrasar su progresión en el futuro. La expresión de la enfermedad comienza con ligeros lapsos de memoria, seguidos de crecientes problemas para orientarse, seguir conversaciones, articular o realizar tareas sencillas. En la fase final, los pacientes suelen depender de los cuidados. La enfermedad de Alzheimer progresa de forma gradual y afecta principalmente a personas de edad avanzada. El riesgo de desarrollarla se duplica cada cinco años después de los 65 años.
“Aún no se han dilucidado los mecanismos subyacentes que explican la correlación entre la edad y la enfermedad de Alzheimer”, explicó Klaus-Armin Nave, director del MPI de Ciencias Multidisciplinarias. Con su equipo del Departamento de Neurogenética, investiga la función de la mielina, la capa aislante rica en lípidos de las fibras de las células nerviosas del cerebro. La mielina asegura la comunicación rápida entre las células nerviosas y apoya su metabolismo.
“Su presencia intacta es fundamental para la función cerebral normal. Hemos demostrado que los cambios en ella relacionados con la edad promueven cambios patológicos en la enfermedad de Alzheimer”, sostuvo Nave. En este nuevo estudio, los científicos exploraron el posible papel de la degradación de la mielina relacionada con la edad en el desarrollo de la enfermedad de Alzheimer. Su trabajo se centró en una característica típica de la enfermedad.
“La dolencia se caracteriza por el depósito de ciertas proteínas en el cerebro, los llamados péptidos beta amiloides —afirmó Constanze Depp, una de las dos primeras autoras del estudio—. Estos se agrupan para formar placas amiloides. En los pacientes de Alzheimer, éstas se forman muchos años e incluso décadas antes de que aparezcan los primeros síntomas”. En el curso de la enfermedad, las células nerviosas finalmente mueren de forma irreversible y la transmisión de información en el cerebro se ve perturbada.
Usando imágenes y métodos bioquímicos, los científicos examinaron y compararon diferentes modelos de ratones con Alzheimer en los que las placas de amiloide se comportan de manera similar a las de los pacientes humanos. Sin embargo, por primera vez, estudiaron ratones con Alzheimer que además tenían defectos de mielina, que también ocurren en el cerebro de las personas con una edad avanzada.
Ting Sun, segundo primer autor del estudio, describió los resultados: “Vimos que la degradación de la mielina acelera la deposición de placas amiloides en el cerebro de los ratones. Su presencia defectuosa estresa las fibras nerviosas, lo que hace que se hinchen y produzcan más péptidos”.
Al mismo tiempo, los defectos de mielina atraen la atención de las células inmunitarias del cerebro llamadas microglía. “Estas células están muy atentas y monitorean el cerebro en busca de cualquier signo de deterioro. Pueden recoger y destruir sustancias, como células muertas o componentes celulares”, agregó Depp. Normalmente, la microglía detecta y elimina las placas amiloides, manteniendo a raya la acumulación.
Sin embargo, cuando se enfrenta tanto a la mielina defectuosa como a las placas, elimina principalmente los restos de mielina mientras las placas continúan acumulándose. Los investigadores sospechan que la microglía está “distraída” o “abrumada” por el daño de la mielina y, por lo tanto, no puede responder adecuadamente a las placas. Los resultados del estudio mostraron, por primera vez, que la mielina defectuosa en el cerebro que envejece aumenta el riesgo de depósito del péptido beta amiloide.
“Esperamos que esto conduzca a nuevas terapias. Si logramos frenar el daño de la mielina relacionado con la edad, esto también podría prevenir o retrasar la enfermedad de Alzheimer”, concluyó Nave.
La investigación se completó con un numeroso equipo integrado por Andrés Octavio Sasmita, Lena Spieth, Stefan A. Berghoff, Taisiia Nazarenko, Katharina Overhoff, Agnes A. Steixner-Kumar, Swati Subramania, Sahab Arinrad, Torben Ruhwedel, Wiebke Moebius, Sandra Gobels, Gesine Saher, Hauke B. Werner, Alkmini Damkou, Silvia Zampar, Oliver Wirths, Maik Thalmann, Mikael Simons, Takashi Saito, Takaomi Saido, Dilja Krueger-Burg, Riki Kawaguchi, Miguel Willem, Cristian Haass, Daniel Geschwind, Hannelore Ehrenreich y Ruth Stassart.
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