De acuerdo a la Organización de las Naciones Unidas (ONU), “la contaminación por plásticos puede alterar los hábitats y los procesos naturales, reduciendo la capacidad de los ecosistemas para adaptarse al cambio climático, afectando directamente a los medios de vida de millones de personas, a su capacidad de producción de alimentos y a su bienestar social”.
En ese tono, para el organismo, “una de las consecuencias más perjudiciales y duraderas de la crisis de la contaminación por plásticos son los microplásticos, una amenaza creciente para la salud de las personas y del planeta. Estas pequeñísimas partículas de plástico están presentes en artículos de uso cotidiano, como cigarrillos, ropa y cosméticos”.
“Además de invadir en la cadena alimentaria humana a través de los mariscos, las personas pueden inhalar microplásticos del aire, ingerirlos del agua y absorberlos a través de productos para la piel. Se han encontrado microplásticos en diversos órganos humanos, e incluso en la placenta de los recién nacidos”, señalan desde la ONU.
Bajo estos preceptos, recientemente, un estudio científico realizado por expertos de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Tufts, en Estados Unidos, encontró que los microplásticos “pueden ingresar a la cadena alimentaria y dirigirse al intestino humano”, generando, en algunos casos, “la secreción de moléculas inflamatorias relacionadas con la enfermedad inflamatoria intestinal humana”. Estas últimas son patologías autoinmunes que implican inflamación de los tejidos del tracto digestivo por un tiempo prolongado -crónico-.
En esta investigación, que fue publicada en la revista Nanomedicine: Nanotechnology, Biology and Medicine, los expertos plantearon que los efectos de los microplásticos en el intestino “se correlacionaron con el tamaño y la morfología de las partículas de plástico, la concentración de exposición, el tiempo de exposición y la absorción y acumulación tisular (NdeR: de tejidos y organismos)”.
Ying Chen, uno de los autores de la investigación, analizó en un comunicado: “Sabemos que las partículas de plástico están en todas partes en el medio ambiente y se han encontrado en los intestinos humanos y otros tejidos, como la sangre, e incluso en el cerebro y la placenta”.
Para llegar a estos resultados, los científicos utilizaron organoides humanos, definidos por ellos como “modelos de órganos miniaturizados que se originan a partir de células madre y son capaces de imitar fisiológicamente la estructura y función de un órgano”. De acuerdo a los autores, “los organoides se pueden cultivar para modelar muchos órganos humanos, incluidos el estómago, el intestino, los riñones, el corazón, el páncreas, el cerebro y el hígado. Para el intestino humano, se pueden generar a partir de biopsias de pacientes frescos o congelados de muestras de tejido intestinal”.
En ese tono, los resultados indicaron que las células epiteliales, que recubren el interior del intestino, “absorberían los microplásticos más diminutos, mientras que las células M (NdeR: que actúan en la respuesta inmunológica, entre otros procesos) absorberían y transportarían micropartículas más grandes al tejido intestinal. El daño causado por las partículas de plástico en el revestimiento intestinal ocurría solo cuando las células M estaban presentes y en concentraciones más altas de partículas. Este daño a la capa celular puede implicar el potencial para generar lesiones intestinales”.
En tanto, los autores postularon que las concentraciones más altas de microplásticos podrían liberar citocinas inflamatorias, “moléculas que son parte de la respuesta inmunitaria normal, pero que pueden estar relacionadas con la enfermedad inflamatoria intestinal (EII) cuando se desequilibran”.
Bajo esta óptica, el ya mencionado Chen destacó: “El uso de organoides nos permite estudiar en detalle los mecanismos de absorción y las posibles vías de la enfermedad de una manera que podría ayudarnos a dar sentido a los resultados variables en la literatura hasta ahora y tener un modelo de tejido más directo para los efectos potenciales de partículas de plástico en humanos. Es un avance significativo con respecto a los modelos celulares más simples, que a menudo incluían solo uno o unos pocos tipos de células , algunos de los cuales se derivaron de células cancerosas que podrían no demostrar respuestas naturales”.
Por su parte, David Kaplan, otro de los autores, apuntó: “Los resultados de este estudio sugieren que el uso de organoides de células humanas podría ser un medio eficaz para comprender mejor la toxicidad potencial de los microplásticos y nanoplásticos, y las partículas ambientales en general. Dado que estas pequeñas partículas también pueden ser sumideros o portadores de productos químicos y otros contaminantes en el medio ambiente, esto amplifica el impacto potencial de los estudios”.
“De hecho, los organoides se pueden cultivar para modelar muchos otros órganos humanos, incluidos el estómago, los riñones, el corazón, el páncreas, el hígado y el cerebro, lo que podría permitirnos explorar los efectos de los contaminantes ambientales en todo el cuerpo”. cerró Kaplan.
Para analizar la incidencia de la contaminación por microplásticos en la salud humana, Infobae conversó con Pablo Orellano, especialista en epidemiología e investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET).
En primer lugar, Orellano explicó el concepto de micro y nanoplásticos. “Cuando uno habla de plásticos, se refiere a muchos compuestos y a distintos tipos de polímeros. En el caso de los microplásticos y los nanoplásticos, estos se diferencian por su tamaño: los microplásticos miden menos de 5 milímetros y los nanoplásticos son aun más pequeños. La contaminación en este caso puede tener fuentes muy diversas, como por ejemplo las cubiertas de los autos o el agua cuando lavamos la ropa, que puede desechar nanoplásticos por los tejidos”, detalló el especialista.
Y sumó: “Los microplásticos están en todos lados. Los científicos están preocupados porque los encontraron, incluso, en lugares remotos a los que el ser humano no suele llegar. La gran pregunta es cómo pueden afectar a la salud humana, y esto depende principalmente de las concentraciones de este material. Este tipo de contaminantes pueden entrar al cuerpo por tres vías: a través de la ingesta, o sea cualquier tipo de bebida o comida; por la piel; o las vías respiratorias. Es un tipo de partícula que, por el tamaño, está dentro de la categoría de los materiales particulados; cualquiera de ellos tiene el potencial de dañar a la salud”.
“Lo importante es ver si este tipo de compuestos genera algún problema de salud en particular -siguió Orellano-. Hay dos formas en las que pueden afectar a la salud: tapando vías respiratorias, dependiendo el tamaño y la forma; o interactuando químicamente con el organismo humano.
En segundo término, el investigador del CONICET planteó: “Cuando hablamos de contaminación y salud humana, hablamos de una incidencia directa. Por ejemplo, yendo a otro tipo de contaminación, que es la del aire, si aumenta su concentración puede aumentar la mortalidad. Los epidemiólogos buscamos siempre el nexo causal, es decir, la relación de causa y efecto entre los microplásticos, en este caso, y algún problema de salud”.
Para Orellano, la evidencia científica sobre los microplásticos y su incidencia en el organismo humano aún tiene mucho para aportar. “Hoy por hoy, aún no se tienen tantas pruebas como sí existen con otros contaminantes. Estamos en una etapa incipiente, pero no quiere decir que no haya relación entre contaminación por microplásticos y problemas de salud. Hay que fomentar este tipo de investigaciones”.
Otro profesional consultado por Infobae fue Martín Blettler, investigador del CONICET, especialista en contaminantes emergentes y microplásticos. “La contaminación por microplásticos se produce por dos vías. La primera es por los microplásticos de origen primario, que se producen con ese fin, es decir, para ser aprovechados en ese mismo formato de tamaño, y son utilizados por la industria de la cosmética -con exfoliantes de piel o blanqueadores de dientes-, de las pinturas o como materia prima de otros productos plásticos. Pasan a contaminar cuando escapan de los circuitos comerciales y se filtran hacia el ambiente”, explicó Blettler.
Y amplió: “La segunda vía de contaminación son los microplásticos de origen secundario, que abundan en la región de Sudamérica. En Argentina, tenemos el gran problema de la gestión de residuos, por muchos residuos grandes que salen de los circuitos de recolección, disposición final o tratamientos de plásticos y terminan en el ambiente. Los plásticos grandes que usamos cotidianamente, con el tiempo, se van fraccionando con el efecto de los rayos ultravioletas del sol o del efecto mecánico de las corrientes de agua contra la arena. De ahí surgen los microplásticos de origen secundario, que son muy abundantes, por ejemplo, en el Río Paraná. También encontramos estos plásticos en campos agrícolas e ingeridos por peces y aves”.
A su turno, la ingeniera ambiental Julieta Vallejo le dijo a Infobae: “El plástico es un contaminante y está probado que los microplásticos generan toxicidad por acumulación en organismos y tejidos que pueden transportar otros contaminantes. Para prevenir esto es necesario tomar medidas a nivel personal, en primer lugar: es muy importante repensar el tipo de consumo que tenemos y nuestra relación con los plásticos”.
En ese sentido, la especialista planteó algunas medidas individuales para prevenir esta problemática: “Reducir el consumo de plásticos de un solo uso y su consumo en general; informarse para evitar comprar productos que tengan microplásticos; evitar la quema de residuos y no tirar residuos a la calle y disponerlos en los lugares correctos”.
“A nivel gubernamental se requiere mejorar la gestión de residuos, incentivar regulaciones que fomenten la reducción de uso de plásticos y limitación de micro plásticos en productos, invertir en sistemas de reciclaje y fomentar la economía circular”, cerró Vallejo.
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