Qué se puede aprender de los confinamientos masivos por COVID para cuidar mejor a la fauna silvestre

Un grupo internacional de científicos midió el efecto de la llamada “antropausa” sobre el comportamiento de 43 especies de mamíferos de todo el mundo. Cómo ajustar el horario, la frecuencia y el volumen del tránsito para favorecer el desplazamiento de los animales

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Un puma apareció caminando libremente
Un puma apareció caminando libremente en Santiago, Chile, en marzo de 2020. Fue uno de los casos que más asombraron de la presencia de animales en zonas urbanas durante las restricciones de movilidad por la pandemia/ REUTERS/Andres Pina

En marzo de 2020, cuando se desconocía cuál era la vía principal de transmisión del coronavirus que causó la pandemia, y no había vacunas ni tratamientos eficaces y seguros como existen ahora, todo era desconcierto y preocupación para los seres humanos.

En ese contexto, un joven puma apareció caminando libremente en la capital de Chile cuando regía un toque de queda nocturno que había sido establecido para reducir la propagación del virus. En otras partes del mundo, también hubo sorpresas con la presencia de animales en lugares inesperados. Por ejemplo, en el muelle de pescadores que está pegado a la Reserva Ecológica Costanera Sur, en Buenos Aires, Argentina, apareció un grupo de lobitos de río. Era una especie que vivía en el Delta del Paraná. Al reducirse el tráfico fluvial del puerto, esos animales se animaron a moverse más hacia el sur.

Ahora, se conocieron los resultados de un estudio de un equipo internacional de científicos que se preguntó qué pasó realmente con los mamíferos cuando gran parte de la humanidad limitó sus movimientos por los confinamientos (que en algunos países como la Argentina se difundieron como “cuarentena”).

Científicos de Países Bajos, los
Científicos de Países Bajos, los Estados Unidos, España, Alemania, Israel, entre otras naciones, analizaron datos globales sobre el comportamiento de mamíferos terrestres en 2020 a través del seguimiento con dispositivos con GPS/ Mark Gocke

La científica Marlee Tucker, de la Universidad Radboud, de Países Bajos, junto con 174 colegas de los Estados Unidos, España, Alemania, Israel, entre otros países, analizaron los datos de los mamíferos a través del seguimiento con dispositivos con GPS.

“Los medios de comunicación habían informado en numerosas ocasiones que la naturaleza se estaba recuperando durante esos primeros confinamientos. Por ejemplo, un puma deambulaba por las calles de Santiago de Chile, pero nosotros queríamos saber: ¿hay alguna prueba? ¿O simplemente la gente prestaba más atención a todo porque estaba en su casa?”, comentó Tucker, al explicar cómo surgió la idea de hacer el estudio global, que fue publicado la semana pasada en la revista Science.

Tuvieron en cuenta el fenómeno que fue caracterizado como “antropausa” en 2020 por el científico Christian Rutz, de la Universidad de Harvard, y colegas. Ese término se refiere al “enlentecimiento considerable de las actividades humanas modernas” como resultado de las medidas para controlar la pandemia, según escribieron en la revista Nature Ecology & Evolution.

Los confinamientos abarcaron a casi dos tercios de la población mundial durante el primer año de la pandemia. Los científicos lo vieron como una posibilidad para considerarlo como un “experimento global de confinamiento humano”. Permitió evaluar los efectos de la presencia de los seres humanos y sus movimientos en los ecosistemas urbanos, terrestres, de agua dulce, costeros y marinos.

En abril de 2000 ciervos
En abril de 2000 ciervos europeos del Parque Dagnam aparecieron durante el confinamiento de la gente en Romford, en el Gran Londres, en el Reino Unido. (Photo by Leon Neal/Getty Images)

El equipo de Tucker y sus colegas recopilaron datos de los movimientos de 43 especies diferentes de mamíferos terrestres de todo el mundo. En total, incluyeron a más de 2.300 individuos: desde elefantes y jirafas hasta osos y ciervos. Los investigadores compararon los movimientos de los mamíferos durante el primer período de confinamientos, de enero a mediados de mayo de 2020, con los movimientos durante los mismos meses un año antes.

“Vimos que durante los confinamientos estrictos, los animales recorrieron distancias hasta un 73% más largas en un período de 10 días que el año anterior, cuando no había restricciones de movilidad. También observamos que, en promedio, los animales se acercaban un 36% más a las carreteras que el año anterior. Esto se debe probablemente a que esas carreteras estaban más tranquilas durante los confinamientos estrictos”, dijo Tucker.

¿Por qué se observaron diferencias? Porque había menos personas fuera de las casas durante los confinamientos estrictos y eso daba a los animales la oportunidad de salir a explorar nuevas zonas.

“En cambio, en las zonas con confinamientos menos estrictos, los animales recorrían distancias más cortas. Esto puede tener que ver con el hecho de que durante esos cierres se animaba a la gente a estar en la naturaleza. En consecuencia, algunas zonas naturales estaban más concurridas que antes del COVID-19″, explicó Thomas Mueller, del Centro Senckenberg de Investigación sobre Biodiversidad y Clima y de la Universidad Goethe de Frankfurt, que diseñó el estudio junto con Tucker.

Cabras de montaña anduvieron por
Cabras de montaña anduvieron por las calles de LLandudno, en Gales, en marzo de 2020 (Photo by Christopher Furlong/Getty Images)

“Nuestra investigación ha demostrado que los animales pueden responder directamente a los cambios en el comportamiento humano. Esto ofrece esperanzas para el futuro, porque en principio significa que hacer algunos ajustes en nuestro propio comportamiento podría tener un efecto positivo en los animales”, resaltó Tucker en un comunicado oficial.

Como aprendizaje tras la antropausa, los investigadores proponen ajustar el horario, la frecuencia y el volumen del tránsito de vehículos en zonas importantes para favorecer el desplazamiento de los animales. En los parques nacionales se puede solo permitir el uso de vehículo durante el día para no molestar a los animales por la noche y se puede restringir el uso de senderos en determinadas épocas, como la de apareamiento.

“El estudio publicado en Science es destacable: se aprovechó una situación única y se transformó en un “experimento” de escala global, que involucró más de 40 especies de mamíferos. Permite extraer muchas conclusiones con respecto a cómo nos relacionamos con la fauna que nos rodea”, resaltó en diálogo con Infobae el doctor Pablo Teta, doctor en ciencias naturales, investigador del Conicet en el Museo Argentino de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia y presidente de la Sociedad Argentina para el Estudio de los Mamíferos.

Tras la vigencia de la
Tras la vigencia de la "cuarentena" en 2020 apareció un grupo de lobitos de río en Costanera Sur de la ciudad de Buenos Aires. Es probable que los animales se animales se animaron a moverse más al sur al reducirse el tráfico de la navegación (Adrián Escandar)

“Como la movilidad humana es un factor clave en el comportamiento de algunos mamíferos, se podría pensar -como una potencial medida de mitigación- que se establecezcan incentivos para ajustar el tiempo, la frecuencia y el volumen del tráfico vehicular en áreas importantes para el movimiento de los animales”, expresó el biólogo.

“Una buena noticia que se destaca del estudio es que las poblaciones de muchas especies retienen la capacidad de responder de forma relativamente rápida a cambios en el comportamiento humano. Eso plantea una perspectiva optimista frente a potenciales medidas”, enfatizó el doctor Teta.

“Básicamente lo que se pudo observar es que el ser humano genera lo que llamamos ´paisajes de miedo´ para muchas especies. Esto quiere decir que se desplazan, se esconden de nosotros, y cuando nosotros nos replegamos ellas vuelven a aparecer. Esto fue algo que se observó en muchos lugares del mundo con la pandemia y sobre todo en los lugares donde más estricto fue el encierro”, explicó a Infobae el doctor Sergio Lambertucci, investigador en ecología y biología de la conservación en la Universidad Nacional del Comahue y el Conicet en Bariloche, Río Negro, Argentina.

El estudio global publicado en
El estudio global publicado en la revista Science sugirió que algunos animales tienen capacidad para aprovechar las zonas habitadas por los seres humanos e incluso pueden extender sus hábitats cuando disminuye la actividad humana/Archivo

“Muchas especies se adaptan bien a convivir con el ser humano. Pero para eso debemos dejar de perseguirlas, asustarlas, o impactar sobe ellas. Debemos respetar sus espacios y sus necesidades buscando siempre que sea posible nuestra coexistencia de manera armónica”, sostuvo el científico, quien fue ganador de uno de los Premios Houssay del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación de la Nación en 2020.

Lambertucci junto con Karina Speziale y Santiago Zuluaga, del Colaboratorio de Biodiversidad, Ecología y Conservación, de la Universidad Nacional de La Pampa y la Fundación Proyecto Águila Crestada, hicieron un relevamiento sobre el impacto de la “antropausa” relacionado con el espacio aéreo que usan las aves.

Ya se sabía (antes de la pandemia) que los hábitats aéreos -donde vuelan las aves- están cada vez más fragmentados porque se construyen rascacielos, torres de comunicación, tendidos eléctricos, parques eólicos, y andan aviones y drones. También hay contaminación por ruido y luces que afecta a las aves.

Durante la antropausa por los
Durante la antropausa por los confinamientos como medidas para controlar el COVID, se redujo la contaminación lumínica que afecta a las especies como las aves tienen un hábitat aéreo/ Foto: Robert Michael/dpa

En el estudio que publicaron los investigadores del Conicet en la revista Trends in Ecology & Evolution en 2021 se reportó lo que ocurrió en diez semanas en las que casi todo el mundo entró en confinamiento. Encontraron evidencias que muestran cómo la antropausa tuvo un impacto positivo tanto sobre la especies aéreas (que se vieron mucho menos afectadas, por ejemplo, por colisiones con aviones), como en reducciones de los niveles de contaminación química, lumínica y sonora de ese hábitat.

Por ejemplo, en los Estados Unidos (entre el 25 de marzo y el 7 de junio de 2020) hubo una reducción del 61% en el número de choques aéreos contra la fauna silvestre (de 3.554 a 1.386) en comparación con el mismo período en 2019.

También el descenso de los niveles de contaminación acústica en las zonas urbanas llevó a los pájaros cantores a producir cantos de mayor rendimiento a amplitudes más bajas.

También por la pandemia hubo
También por la pandemia hubo menos viajes en aviones y eso llevó a menos choques de las aves silvestres/ REUTERS/Petr Josek/File Photo

“Si pretendemos alcanzar los objetivos globales de conservación de la biodiversidad y reducir los efectos del cambio climático al mismo tiempo que promovemos la recuperación económica, las agendas económica y ambiental post-COVID-19 deben desarrollarse en tándem y podemos aprovechar los cambios observados en el hábitat aéreo durante la antropausa de COVID-19. La protección del hábitat aéreo requiere una sinergia entre la ciencia, la política gubernamental, la industria y la legislación para la aplicación de medidas de aeroconservación”, escribieron los científicos argentinos.

Plantearon que hay escenarios posibles para el futuro si se tiene en cuenta lo que pasó durante la antropausa por el COVID. Uno implica que la humanidad vuelva a la vieja normalidad y el otro escenario iría por contemplar más el cuidado de los animales y sus ambientes.

Según los investigadores argentinos, si se opta por el primer escenario se retornaría a una senda de daño hacía el espacio aéreo y a las especies que viven allí. En el otro escenario, en cambio, se podría tomar medidas que permitirían reducir el impacto de las actividades humanas sobre la vida silvestre, sin obstaculizar la necesaria recuperación post-pandemia.

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