Una llamada de teléfono despertó al virólogo estadounidense y reconocido experto global del Instituto Nacional de Salud de los Estados Unidos (NIH), Harvey Alter. Fue en la mitad de una fría noche de octubre del 2020, en los alrededores de Washington DC. La pandemia por COVID-19 había paralizado al mundo entero y los virus casi que se habían “puesto de moda” en las pocas conversaciones públicas de cualquier latitud del globo.
Del otro lado del teléfono, una voz desde Estocolmo le anunciaba que había sido distinguido con el mayor logro científico con el que pueda soñar un investigador: el Premio Nobel de Fisiología y Medicina 2020, que otorga la Real Academia Sueca de Ciencias. Sin embargo, luego de enterarse, le hizo un chiste a su esposa y se volvió a dormir.
Cuando se despertó, hizo lo mismo que hace cada día desde hace 50 años: se dirigió a su oficina en el Departamento de Medicina Transfusional del Clinical Center NIH que queda en Bethesda, Maryland, a unos 40 minutos de Washington D.C., a continuar con sus investigaciones para que la cura y la detección temprana de la hepatitis C llegue a todo el planeta.
Efectivamente Harvey Alter recibió el Nobel 2020 de Medicina y Fisiología junto a otros dos científicos -Charles Rice y Michael Houghton-. Son pocas las mentes privilegiadas que protagonizan un momento ¡Eureka!, de descubrimiento puro, de despertar de algo nuevo que impactará directamente en la vida cotidiana de millones de almas. Harvey Alter es uno de ellos.
El doctor Alter lo logró con la hepatitis C: una enfermedad silenciosa y escurridiza que —antes del hallazgo del virólogo y sus colegas— escalaba rápido y seguro, primero hacia una cirrosis y en la mayoría de los casos continuaba hacia un colapso del hígado que desembocaba en un cáncer o en una muerte segura.
Con la humildad de las mentes brillantes, el doctor Alter le confesó a Infobae que su vida no cambió demasiado tras recibir el premio, “excepto, tal vez, por que me volvió una persona más ocupada en una época en la que estaba intentando estar menos ocupado”.
Infobae entrevistó a Harvey Alter desde sus oficinas en el prestigioso Instituto Nacional de la Salud de los Estados Unidos, conocido por su sigla en inglés NIH. Allí, en el organismo que está a la vanguardia en investigación y en el diseño de políticas de salud pública, Alter es verdaderamente un rockstar de la ciencia. Desde 1969, el virólogo es investigador principal en el Departamento de Medicina Transfusional del Clinical Center NIH.
Una investigación que cambió el curso de la hepatitis C
En su larga carrera en investigación clínica, el doctor Alter desempeñó un papel clave en el descubrimiento de un “tercer” virus de la hepatitis: el virus “no A, no B” (NANB), más tarde denominado virus de la hepatitis C (VHC).
Gracias a la investigación del doctor Alter, ahora se sabe que la transmisión del virus de la hepatitis C es sanguínea y que la mayoría de las infecciones se producen por exposición a la sangre debido a un concierto de prácticas de salud poco seguras, como compartir o no esterilizar jeringas, transfusiones de sangre sin analizar o consumo de drogas inyectables.
Hace 200 años cuando se le extraía sangre a una persona, era transfundida a otra sin ningún tipo de análisis —ni bacteriológico ni parasitológico— por eso muchas personas morían de extrañas enfermedades cuyas causas no podían explicarse.
El trabajo científico de Alter rompió con toda la inercia de cronicidad peligrosa/severa que presentaba la hepatitis C y el hallazgo no solo cambió el curso de la enfermedad, sino que se pudieron establecer protocolos de seguridad en las transfusiones sanguíneas; y se pudieron fabricar medicamentos y tratamientos accesibles para neutralizar el virus que la provoca y, así, llegar a la cura de la hepatitis C.
Luego llegaron los test de detección para encontrar tempranamente a la “C” y poder administrar tratamiento a millones de personas que portaban el virus y no lo sabían. La aparición de la enfermedad crónica en el hígado, despistaba a los investigadores, sobre todo porque no tenía nada que ver con los virus de las otras dos hepatitis existentes —para las que sí existen vacunas preventivas—, la “A” y la “B”. La “C” tenía otra lógica y un virus propio. Y el doctor Alter pudo descifrarlo
Alter fue el investigador principal en estudios prospectivos secuenciales de Transfusión Hepatitis Asociada (TAH, por sus siglas en inglés) que fueron fundamentales para influir en la política nacional de sangre de los Estados Unidos, y luego del mundo, y documentó la disminución progresiva de la incidencia de TAH: del 33% en la década de 1960 a casi cero en 1997. Con el descubrimiento de Alter, llegaron los testeos rápidos en los donantes, de manera que la hepatitis C por vía transfusional se redujo a 0.
— Doctor Alter, usted desempeñó un papel científico clave al descubrir el virus de la hepatitis C, definió la historia natural de la infección por NANB/VHC y comprobó su frecuente progresión a hepatitis crónica y su evolución a cirrosis y mortalidad relacionada con el hígado. ¿Cuáles fueron los avances desde ese descubrimiento hasta hoy?
— Harvey Alter: La mayoría de los casos de hepatitis transmitida por la sangre seguían sin explicación y nuestro hallazgo reveló la causa de los casos restantes de hepatitis crónica y posibilitó testeos en sangre para detectar la hepatitis C y nuevos medicamentos para curarla.
La historia de la hepatitis C tiene diferentes etapas. Descubrimos que en pacientes que habían recibido múltiples transfusiones, había alguna forma de hepatitis diferente de lo que habíamos conocido antes, diferente de la hepatitis A o B. Así que la llamamos “no A / no B”. Pero fue muy difícil tener estas claridades, antes de que la biología molecular apareciera —esto fue durante 1975, cuando la encontramos por primera vez—. Con las técnicas serológicas habituales, no podíamos detectar el virus específicamente. Pero luego, alrededor 1987 Michael (Hougton) en Chiron Corp, Universidad de Alberta, pudo clonar este agente, y luego pudimos demostrar que lo que llamaban “hepatitis C” era idéntico a “no A / no B”.
Así que supimos que se trataba de un virus pequeño y ordinario, y ya habíamos probado antes que este virus podía llevar a la cirrosis y a la muerte. Así que sabíamos que teníamos una enfermedad importante, y luego, en 1990, apareció un test que nos permitió probar a todos nuestros donantes de sangre, y eso nos permitió eliminar virtualmente la hepatitis post transfusión. Así que ese fue el fin del comienzo de la historia.
Luego, en 2011 aparecieron drogas para tratar la hepatitis C, y fueron y son asombrosas. Eran cápsulas orales, para tomar una por día, de 8 a 12 semanas, y estabas curado. Cerca del 100% de la gente puede curarse hoy, y tiene muy pocos efectos secundarios, así que es como una droga milagrosa. Fue el descubrimiento del agente “no A” y “no B”, al testeo de ese agente y al desarrollo de una droga.
Curar la hepatitis C
Los medicamentos antivirales pueden curar más del 95% de los casos de esta infección, pero el acceso al diagnóstico y el tratamiento es escaso. Además, actualmente no existe ninguna vacuna contra la hepatitis C.
A los 87 años, Alter sigue dedicando su investigación a la enfermedad viral C y contó a Infobae que, “hoy busco eliminar la hepatitis C del mundo. Y para ello mis equipos van a las poblaciones más vulnerables en el África o en zonas de las Américas, y realizamos pruebas a toda la población, y tratamos con medicina a los que dan positivo”.
En 1961 se unió a los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos (NIH) como asociado clínico, luego pasó varios años en la Universidad de Georgetown antes de regresar a los NIH en 1969 para unirse al Departamento de Medicina Transfusional del Clinical Center NIH como investigador principal. Pasó más de 60 años dedicados a la investigación de virus antes de ser galardonado con el premio Nobel.
—¿Qué sintió doctor Alter en su alma y en su corazón cuando ganó el Premio Nobel de Medicina, en octubre del 2020, donde el contexto era una pandemia global que tenía al mundo encerrado? ¿Sintió más presión o responsabilidad social como científico?
—Ganar un Nobel me dio más prestigio internacional, eso es cierto, pero también me llenó la agenda (risas). Después de recibir muchas felicitaciones de todo el mundo, lo único que tuve claro es que al otro día me senté en mi oficina a trabajar igual que siempre.
En un punto, ganar un premio Nobel tiene un aspecto gracioso. De repente, al día siguiente parecés para la gente más inteligente de lo que eras el día anterior y con eso viene un gran número de invitaciones. He dado muchísimas charlas desde que gané el premio —la mayoría por zoom debido al tiempo de COVID—. También hablé a la Argentina por videoconferencia y visité muchos países.
—La distinción del Nobel ocurrió en 2020, el año de la pandemia, voy a tomar ventaja de su condición de virólogo para preguntarle, ¿desde su perspectiva cuál es el legado que nos dejó la pandemia de COVID-19?
—El SARS-CoV-2 es un virus muy diferente a los tres de la hepatitis. Es un virus nacido y propagado en el aire. La hepatitis C o B son propagadas más que nada por inyecciones, uso compartido de jeringas, o transmisión sexual. Así que son agentes diferentes, que tienen diferentes resultados. La hepatitis B y C afectan primero al hígado, el COVID-19 primero afecta a los pulmones. Pero también hemos visto que el SARS-CoV-2 puede ir a cualquier lado del organismo, puede causar enfermedades cardíacas, renales, y depende mucho de la variante. El virus original (cepa de Wuhan) fue menos severo que la variante Ómicron, por ejemplo.
Con la hepatitis C, todas las variantes son causadas por la misma clase de resultados. Así que el COVID-19 debe ser manejado con aislamiento, uso de barbijo, y ahora con la vacunación. La hepatitis C se tiene que manejar con no compartir jeringas. Eso es lo principal ahora. La hepatitis B debe ser prevenida además de no compartir jeringas, previniendo la transmisión fetal materna, y eso se hace a través de la vacunación.
Una argentina en el NIH
Junto a la eminencia del doctor Alter y en las oficinas en Washington del NIH —hasta junio 2023— está trabajando en un programa de colaboración científica la doctora argentina Patricia Baré, desempeñándose como investigadora independiente del IMEX (Instituto de Medicina Experimental) del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas de la Academia Nacional de Medicina Argentina.
La investigación que lidera el doctor Alter y sus equipos junto a la médica argentina Baré es la transferencia de un método de detección simultánea de dengue, zika y chikungunya, desarrollado y validado en el laboratorio del NIH, con técnicas de secuenciación NGS (por las siglas en inglés de Next Generation Sequencing).
La idea es adaptar esa técnica a la tecnología Nanopore (Oxford Nanopore Technology) que es otra técnica de secuenciación que además de ser más económica, es “portátil”, lo que facilita el acceso en lugares remotos o con recursos limitados. El objetivo luego es validarla y aplicarla en la Argentina, con muestras de brotes de dengue pasados y actuales.
Esto permitirá ver si realmente la técnica es de utilidad en nuestro entorno epidemiológico y decidir si puede contribuir al diagnóstico de estos tres arbovirus (dengue, zika y chikungunya) en nuestra región. Estos avances ocurren en la peor temporada de dengue que vive Argentina, con más de 100.000 casos y 57 muertes.
La doctora Baré, trabaja desde 2009 como voluntaria especial del NIH, con el equipo del doctor Alter. Ese año se inició una colaboración científica entre la Academia Nacional de Medicina de la Argentina -cuyo director es el médico neumonólogo Juan Antonio Mazzei- y los Institutos Nacionales de Salud (NIH).
Los primeros trabajos de Baré involucraron el estudio de la replicación del virus de hepatitis C en las células de la sangre (linfocitos y monocitos), con el objetivo de averiguar si existía virus residual (que persistiera en esas células), luego de aplicar los tratamientos disponibles para la hepatitis C (drogas antivirales).
—¿Qué puede anticipar del proyecto en el que también está participando la médica argentina Patricia Baré junto a sus magistrales equipos?
— Siempre parece que hay otro virus por llegar. He pasado la mayor parte de mi carrera detrás del virus de la hepatitis, pero hemos visto otros agentes, como el dengue y el chikungunya. No privilegiamos a esos agentes mucho aquí en Estados Unidos, pero ustedes sí en Argentina, y en los países de Sudamérica en general.
La doctora Baré nos ha traído la habilidad de trabajar con el dengue, chikungunya y zika, porque ha sido parte del estudio de epidemias en Sudamérica. Así que ella nos ha traído material de pacientes, y de estos agentes, y nosotros en el laboratorio hemos podido desarrollar ensayos moleculares, donde pudimos testear a todos los agentes juntos.
Baré está aquí ahora para aprender esta tecnología y llevarla de vuelta a la Argentina, y trabajar al menos con esos tres agentes, pero también con otros agentes. Ustedes tienen una epidemiología única, que nosotros no tenemos aún, y estas enfermedades pueden transmitirse aquí también, porque los mosquitos pueden moverse a cualquier lado. Así que es una agradable colaboración, y hemos estado muy felices de tener a Patricia con nosotros.
“No hay ascensor hacia el éxito”
— Usted está muy activo a sus maravillosos 87, ¿cuáles son sus claves para esa longevidad tan admirable? ¿Cuál es su mirada sobre el panorama que se viene: sociedades cada vez más envejecidas y un concierto de enfermedades neurodegenerativas al acecho?
— Tenés que tener suerte y vivir mucho tiempo. Tengo una diapositiva que dice: “No hay ascensor hacia el éxito: debes usar las escaleras”. Entonces, el éxito es un paso en el proceso. Hay que ser persistente, trabajar duro, tener suerte, estar en el lugar correcto.
Hay muchos factores que se juegan en esto, pero en lo que concierne a tener una vida exitosa, debes mantenerte con salud, y eso es un asunto de muchos factores diferentes. He tenido mucha suerte a ese respecto, llegar al final de la línea fue hasta ahora muy bueno.
Cerca de su novena década de vida, en diálogo con Infobae, Alter fue contundente al dejar un mensaje a los jóvenes que eligen el camino de la ciencia: “En una carrera tan difícil y larga como la científica son importantes los pasos, y no los saltos veloces, aquí la velocidad no cuenta, el paso tiene que ser lento y firme”.
Alter además —y dicho en varias notas por quienes lo conocen de cerca— es una persona muy divertida, ocurrente, y que usa permanentemente el humor en sus conferencias y sus charlas sobre ciencia. Es famoso porque suele terminar sus charlas o conferencias con poemas que él mismo escribe, ironizando acerca de distintos temas, y de manera muy ocurrente.
—Doctor Alter, usted es muy apreciado en el ambiente científico por su inteligencia, pero también por su sentido del humor y sus fascinantes ocurrencias... Ser así, le permite acercar la ciencia a los jóvenes estudiantes y al público en general, ¿esa condición lo ayudó en el arduo camino científico?
— Sí, definitivamente. Mucho antes del premio Nobel me di cuenta de que es muy difícil quedarse despierto durante una conferencia. Así que intento cada diez minutos introducir algo de humor, para que el público vuelva a la realidad. Y el humor ha sido una manera de llevarse bien con la gente, de enseñar y colaborar.
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