En las actividades que las personas realizan en plazas, parques y otros espacios públicos se puede dispersar el ADN de sus células, las cuales pueden ser encontradas por investigaciones que hacen estudios científicos ambientales. Sin embargo, las personas no han dado su consentimiento para que su ADN sea estudiado.
Los estudios ambientales tienen muchos beneficios para el avance científico. Toman ADN y son formas no invasivas de estudiar a las poblaciones de animales silvestres, las especies invasoras o a las que están en peligro de extinción.
También se han emplean para detectar patógenos, como el SARS-CoV-2 que causa el COVID, mpox, polio, y la bacteria de la tuberculosis, en las aguas residuales. Pero han planteado un dilema ético. Porque al buscar ADN de diferentes especies, se encuentra también el de los humanos que transitaron por el lugar.
Sobre este punto, David Duffy, genetista de fauna salvaje de la Universidad de Florida, en los Estados Unidos ,y su equipo de colaboradores, publicaron un estudio en la revista Nature Ecology & Evolution.
El investigador sólo quería desarrollar una forma mejor de rastrear las enfermedades en las tortugas marinas. Entonces empezó a encontrar ADN humano por todas partes.
De acuerdo con Duffy, las muestras de ADN ambiental manipuladas éticamente podrían beneficiar a campos que van desde la medicina y las ciencias ambientales, hasta la arqueología y la criminalística.
Por ejemplo, los investigadores podrían rastrear mutaciones cancerígenas procedentes de aguas residuales o descubrir yacimientos arqueológicos desconocidos buscando ADN humano oculto. Incluso, los detectives podrían identificar sospechosos a partir del ADN que flota en el aire en la escena de un crimen.
Pero este nivel de información personal debe manejarse con sumo cuidado, advierten. Ahora, científicos y reguladores deben enfrentarse a los dilemas éticos inherentes a la obtención accidental -o intencionada- de información genética humana, no a partir de muestras de sangre, sino de una cucharada de arena, un frasco de agua o el aliento de una persona.
El estudio del grupo de Duffy destacó la relativa facilidad con que se ha recogido ADN humano en casi todas partes. “A lo largo de este proyecto nos ha sorprendido constantemente la cantidad y calidad de ADN humano que encontramos”, resaltó Duffy.
“En la mayoría de los casos, la calidad es casi equivalente a si tomáramos una muestra de una persona”, dijo. Por la posibilidad de identificar a personas, los investigadores afirman que este tipo de investigación requiere una serie de garantías éticas.
Su estudio se llevó a cabo con la aprobación de la junta de revisión institucional de la Universidad de Florida, que garantiza el cumplimiento de las directrices éticas durante los estudios de investigación.
“Es norma en la ciencia poner estas secuencias a disposición del público. Pero eso también significa que si no se filtra la información humana, cualquiera puede venir y recogerla”, comentó Duffy. “Esto plantea cuestiones relacionadas con el consentimiento. ¿Es necesario obtener el consentimiento para tomar esas muestras? ¿O instituir algún control para eliminar la información humana?”, planteó.
El equipo de Duffy, del Laboratorio Whitney de Biociencia Marina y Hospital de Tortugas Marinas dentro de su universidad, ha utilizado con éxito el ADN ambiental para estudiar las tortugas marinas en peligro de extinción y los cánceres causados por virus a los que son susceptibles. Han extraído ADN útil de huellas de tortuga en la arena, lo que ha acelerado enormemente su programa de investigación.
Los científicos sabían que el ADN humano ambiental acabaría en sus muestras de tortugas y probablemente en muchos otros lugares donde buscaran. Con la moderna tecnología de secuenciación genética, ahora es fácil secuenciar el ADN de todos los organismos de una muestra ambiental. La cuestión era saber cuánto ADN humano habría y si estaba lo bastante intacto como para albergar información útil.
El equipo encontró ADN humano de calidad en el océano y los ríos, tanto cerca de la ciudad como lejos de asentamientos humanos, así como en la arena de playas aisladas. En una prueba facilitada por el Servicio de Parques Nacionales, los investigadores viajaron a parte de una isla remota nunca visitada por personas.
En la isla no había ADN humano. Pero pudieron recuperar ADN de las huellas de los participantes voluntarios en la arena y pudieron secuenciar partes de sus genomas, con permiso de los participantes anónimos.
Duffy también probó la técnica en su Irlanda natal. Rastreando a lo largo de un río que serpentea por la ciudad camino del océano, encontró ADN humano en todas partes menos en el remoto arroyo de montaña donde nace el río, lejos de ciudades.
Los científicos también recogieron muestras del aire de las habitaciones de un hospital veterinario. Recuperaron ADN que coincidía con el del personal, el del paciente animal y el de virus animales comunes.
Ahora que está claro que el ADN humano ambiental puede muestrearse fácilmente, de acuerdo con Duffy, es hora de que los responsables políticos y las comunidades científicas se tomen en serio las cuestiones relativas al consentimiento y a la privacidad; y las sopesen frente a los posibles beneficios del estudio de este ADN que queda en los ambientes.
“Cada vez que hacemos un avance tecnológico, hay cosas beneficiosas para las que se puede utilizar la tecnología. Pero también, hay cosas preocupantes para las que se puede utilizar. Este caso no es diferente”, comentó Duffy.
En los Estados Unidos y la Unión Europea, los investigadores financiados con fondos federales que pretendan trabajar con muestras de ADN humano identificables deben obtener primero la aprobación de su junta de revisión institucional y también el consentimiento informado por escrito de los participantes. Pero el consentimiento es imposible de obtener cuando el ADN se captura inadvertidamente en el ambiente.
Hay diferentes riesgos. Las secuencias de ADN del ambiente también suelen depositarse en bases de datos públicas. Como ahora se reconoce que contienen ADN humano, ¿pueden o deben seguir siendo así?
También existe el riesgo de que haya personas que puedan utilizar el ADN ambiental para localizar y vigilar a otras o, lo que es más inquietante, a poblaciones, sin su conocimiento o consentimiento. La apropiación comercial de estos datos de seguimiento y vigilancia es casi la aplicación más benigna que se pueda imaginar.
Natalie Ram, jurista que trabaja en la intersección entre el derecho y la privacidad genética de la Universidad de Marylan, opinó: “Sin duda, resolver delitos es algo positivo. Pero explotar la información genética vertida involuntariamente con fines de investigación entraña el riesgo de someternos a todos a una vigilancia genética perpetua”.
En tanto, Anna Lewis, investigadora de la Universidad de Harvard en las implicancias sociales y éticas de los estudios en genética, señaló tras la publicación del trabajo: “Esto proporciona una nueva y poderosa herramienta a las autoridades”.
“Creo que internacionalmente hay muchas razones para preocuparse”, advirtió en diálogo con el diario The New York Times. Países como China ya realizan un seguimiento genético exhaustivo y explícito de las poblaciones minoritarias, incluidos tibetanos y uigures, que son una minoría étnica musulmana, señaló. Y herramientas como el análisis de ADN electrónico podrían facilitar mucho más al seguimiento, opinó Lewis.
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