
Luego de que la Organización Mundial de la Salud (OMS) desaconsejara esta semana el consumo de edulcorantes basada en los hallazgos de una revisión sistemática que ponía en duda sus efectos en la salud a largo plazo, el revuelo no tardó en llegar.
Es que no son pocas las personas que consumen estos endulzantes artificiales a diario a modo de reemplazo del azúcar y la sola idea de que no sean inocuos para el organismo les generó preocupación.
Entre los muchos especialistas que se manifestaron sobre el tema, un estudio realizado por investigadores del Centro Nacional del Cáncer de Alemania dio un paso más y analizó el impacto de estos sustitutos del azúcar en la microbiota, un concepto muy en boga en el último tiempo.
Es que cada vez se suma más evidencia del rol que cumple la comunidad de bacterias en el intestino, lo que se conoce como “microbiota”. Se sabe, por ejemplo, que si hay mayoría de “bacterias buenas”, esto favorece el correcto funcionamiento del intestino, que es considerado el segundo cerebro y el lugar donde se alojan el 80% de las células del sistema inmunológico.

Para que el intestino pueda funcionar correctamente, la microbiota debe estar en equilibrio, los microorganismos buenos deben ser abundantes y diversos. Pero en la vida cotidiana existen muchos hábitos que rompen ese equilibrio, como la mala alimentación, abuso del uso de antibióticos y de productos antisépticos, y el estrés, entre otros.
Un reciente trabajo experimental publicado en la revista Cell relacionó el consumo de los edulcorantes sacarina y sucralosa con cambios en la microbiota que podrían generar incluso alteraciones en los niveles de azúcar en sangre.
Tras realizar un estudio en ratones, un equipo dirigido por el investigador del Instituto de Ciencia Weizmann Eran Elinav dio un paso más en su investigación y quiso analizar en humanos el impacto en la microbiota y la respuesta glucémica del consumo de edulcorantes.
Para eso, reclutaron a 120 personas, a las que dividieron en seis grupos: cuatro de ellos tenían que consumir aspartamo, sacarina, stevia o sucralosa, mientras que los dos restantes actuaban como grupo control.

Al analizar sus efectos, los investigadores hallaron que en los grupos que habían consumido sacarina o sucralosa se producían cambios significativos en su microbiota intestinal, así como alteraciones en su tolerancia a la glucosa.
“Nuestros resultados sugieren que los microbios intestinales y las moléculas que secretan se alteraron en los cuatro grupos consumidores de edulcorantes no nutritivos, cada uno a su manera. Estos cambios no ocurrieron en los grupos de control. Esto significa que (los edulcorantes analizados) no son inertes para el microbioma humano”, sintetizó Elinav, quien amplió que el impacto fue distinto según el tipo de edulcorante: “Con respecto a los efectos glucémicos, estos se alteraron en los grupos completos de humanos que consumían sacarina y sucralosa, pero no en los grupos completos que consumían stevia y aspartamo. Esto sugiere que las respuestas glucémicas inducidas por la sacarina y la sucralosa (posiblemente por el microbioma intestinal) pueden ser más pronunciadas cuando se evalúan a nivel de grupo”.
El estudio duró apenas dos semanas, pero Elinav se mostró “sorprendido por la rapidez con la que se desarrollaron los cambios inducidos” por los edulcorantes estudiados. Aunque reconoció que algunos fueron reversibles en cuanto se dejó de administrar a los participantes estos endulzantes y serán necesarios más estudios para profundizar en el impacto a largo plazo.

De cualquier manera, en su trabajo Elinav subraya que los efectos de los edulcorantes pueden variar de persona a persona, ya que la composición de la microbiota es única. “Tenemos que concienciarnos con el hecho de que los edulcorantes no son inocuos, tal y como creíamos. Con todo, todavía no conocemos las implicaciones clínicas para la salud que pueden tener esos cambios y necesitamos más estudios a largo plazo”, señaló el investigador en un comunicado en el que también hizo énfasis en recordar que el azúcar demostró con creces ser perjudicial para la salud metabólica.
En la misma línea, otro estudio, publicado en la Revista chilena de Nutrición, aseguró que “aunque los edulcorantes no nutritivos no presentan efectos tóxicos en general, los estudios epidemiológicos no han podido demostrar beneficios cuando se utilizan en programas de adelgazamiento”. “Sin embargo, podrían inducir alteraciones metabólicas como la intolerancia a la glucosa —remarcaron en la publicación—. Estudios in vivo e in vitro han demostrado que muchos edulcorantes activan los receptores del sabor dulce, no sólo en las papilas gustativas, sino también en los receptores presentes en los tejidos adiposo y pancreático, interfiriendo con su función normal. Además, su consumo se ha asociado con una alteración en la composición de la microbiota intestinal que conduce a una respuesta inflamatoria de bajo grado”.
Debido a su amplio uso en la población, para los investigadores, “es necesario evaluar los potenciales efectos en la salud y realizar una educación oportuna del sentido del gusto para contribuir a moderar la preferencia por mayores niveles de sabor dulce que los humanos desarrollan en la infancia, lo que podría ayudar a mejorar la elección de alimentos”.

En línea con la nueva directriz de la OMS, que desaconsejó todos los edulcorantes no nutritivos sintéticos y naturales, esto es acesulfamo K, aspartamo, advantamo, ciclamatos, neotamo, sacarina, sucralosa, stevia y derivados de stevia, Romano enfatizó en que “la stevia es el edulcorante más natural, pero no deja de ser un edulcorante que tiene un alto dulzor”. “Si se le agregan hojas de stevia al mate, por ejemplo, es imposible saber cuánto se está consumiendo y de esa manera no se puede reducir el consumo -aclaró la nutricionista-. Lo que más evidencia hay respecto a los edulcorantes es que aumentan mucho el umbral dulce y eso lo provoca cualquier edulcorante, inclusive la stevia en hojas”.
Para finalizar, en una entrevista al diario El País, el digestólogo y ex presidente científico del Consorcio Internacional del Microbioma Humano, Francisco Guarner, señaló que “hay mucho consumo de estos productos y se tiene la idea de que son inertes, pero no: hacen cambios en la microbiota intestinal y altera el modo en el que el organismo procesa los niveles de glucosa”.
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