Hace tiempo que la ciencia investiga la influencia de las condiciones externas -del entorno- en la salud. En ese sentido, recientemente, una investigación encontró que la desigualdad de género se asocia con un mayor riesgo de enfermedades mentales.
El trabajo se publicó en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS), que es la publicación oficial de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos, y fue liderado por expertos de la Universidad Católica de Chile. La investigación reveló que en los países con índices relativamente altos de desigualdad de género, el grosor cortical del hemisferio derecho del cerebro era más fino en las mujeres que en los hombres.
“Sabemos que el cerebro está formado por experiencias socioambientales adversas y de crianza. Por lo tanto, la exposición desigual a condiciones más duras para las mujeres en comparación con los hombres en países con desigualdad de género podría reflejarse en diferencias en su estructura cerebral, y este podría ser el mecanismo neuronal que explica en parte los peores resultados de las mujeres en países con desigualdad de género”, postularon los investigadores.
Y sumaron: “La desigualdad de género afecta profundamente a la sociedad al crear un entorno que perjudica significativamente a las mujeres, que sufren discriminación en muchos ámbitos, incluso en la educación, el lugar de trabajo y los cargos públicos, y se ven afectadas de manera desproporcionada por el trabajo de cuidados no remunerado. (...) Las mujeres que viven en países con altos niveles de desigualdad de género experimentan muchos de estos mismos factores que están vinculados en investigaciones anteriores a la estructura del cerebro”.
Para llegar a estos resultados, los expertos analizaron 7.876 resonancias magnéticas de adultos sin problemas de salud (4078 mujeres y 3798 hombres) que viven en 29 países; entre ellos, Australia, China, Estados Unidos, Sudáfrica, Argentina, Brasil y Chile.
Posteriormente, el equipo usó una métrica de desigualdad de género en la que combinó las dos mediciones más utilizadas: el Índice de Brecha de Género y el Índice de Desigualdad de Género.
Diferencias en la estructura del cerebro
La hipótesis que dio pie a este trabajo fue que se observarían pocas diferencias estructurales en los cerebros de hombres y mujeres en los países con igualdad de género, y que, en cambio, las diferencias aparecerían con niveles más altos de desigualdad, tal como se encontró.
“La desigualdad de género está asociada con diferencias entre los cerebros de hombres y mujeres: espesor cortical del hemisferio derecho, especialmente en regiones límbicas. El cingulado anterior y el orbitofrontal medial derecho, así como el occipital lateral izquierdo, presentan cortezas más delgadas en las mujeres en comparación con los hombres solo en países con desigualdad de género. Estas regiones cerebrales se han relacionado con varios aspectos del control emocional, incluida la resiliencia ante la adversidad, las respuestas a la inequidad o las comparaciones sociales negativas”, advirtieron.
“También se han encontrado cambios en estas regiones del cerebro en condiciones patológicas donde el estrés se considera un mecanismo central, incluido el adelgazamiento en la depresión. Estos resultados sugieren un mecanismo neuronal potencial que subyace al peor resultado de las mujeres en entornos con desigualdad de género, y también resaltan el papel del entorno en las diferencias cerebrales entre el sexo femenino y masculino”, profundizaron los expertos.
Y destacaron que estos hallazgos ponen el foco sobre el efecto “potencialmente peligroso de la desigualdad de género en el cerebro de las mujeres y aportan pruebas iniciales de políticas de igualdad de género basadas en la neurociencia”.
Nicolás Crossley, profesor de la Pontificia Universidad Católica de Chile y coautor del trabajo, analizó: “Hay gente que defiende que las diferencias en los roles sociales son fruto de las diferencias biológicas, y aquí mostramos que algunas de esas diferencias pueden cambiar por el ambiente social. Estos resultados no son necesarios para defender que la desigualdad de género está mal. En todas las legislaciones, cuando hay un acto de violencia, si ese acto está asociado a cambios visuales y significativos en el otro, la gravedad de la violencia se considera mayor. Con nuestro trabajo, en cierta forma, demostramos que existe un daño real producto de la inequidad de género”.
Para Crossley, “hacer un seguimiento sobre cómo se reflejan en estas mediciones cerebrales ciertas intervenciones públicas o decirnos en qué momentos críticos del desarrollo de una persona es más importante aplicar unas políticas públicas”.
En la investigación, Crossley y sus colegas concluyeron: “Estos resultados destacan la relevancia del entorno macrosocial donde se manifiestan las diferencias sexuales en la estructura cerebral. Los estudios futuros deberán examinar los mecanismos involucrados, sus factores moderadores y su momento, brindando nuevas oportunidades para las políticas informadas por la neurociencia para promover la igualdad de género”.
Seguir leyendo: