Según cifras recientes de la Organización Mundial de la Salud (OMS), las principales causas de la mortalidad materna devienen de las complicaciones durante el parto, muchas de las cuales podrían prevenirse.
Alrededor del 75% de todas las muertes maternas son consecuencia de hemorragias graves (mayoritariamente tras el parto), infecciones (generalmente tras el parto) e hiperpresión arterial durante el embarazo, lo que se conoce como preeclampsia.
En un editorial publicado el 30 de marzo último, en la prestigiosa revista médica New England Journal of Medicine (NEJM), expertos analizaron los beneficios y posibles daños del uso de antibióticos profilácticos en el parto vaginal.
Citaron a Ignaz Semmelweis, un médico húngaro a menudo etiquetado como el “salvador de las mujeres”, quien fue pionero en el uso de técnicas antisépticas para disminuir la fiebre puerperal. Aunque su publicación fundamental de 1861 -La etiología, el concepto y la profilaxis de la fiebre puerperal- fue mal recibida en ese momento, ahora es la base de las prácticas obstétricas preventivas contemporáneas, incluido el lavado de manos de rutina.
Es que a pesar de los progresos de la ciencia y la medicina, la infección materna sigue siendo una de las principales causas de muerte materna en todo el mundo y actualmente ocupa el tercer lugar detrás de la hipertensión y la hemorragia.
La OMS informó que a partir de 2017 aproximadamente 810 mujeres morían cada día por causas prevenibles relacionadas con el embarazo y parto. De estas muertes, 94% ocurrieron en países de bajos y medianos ingresos, y 10,7% fueron causadas directamente por infección o sepsis.
La mayoría de estas muertes se produjeron en el África subsahariana y el sur de Asia.
En este sentido, para el organismo, la mejora de la salud materna es una de sus principales prioridades y, junto con las Naciones Unidas, pidió “una disminución del 70% en la mortalidad materna para 2030″.
Por este motivo, la OMS convocó un panel internacional de expertos para abordar específicamente esta condición. Y estableció criterios para el diagnóstico de sepsis materna con el objetivo de “prevenir, detectar y manejar con éxito sepsis materna y neonatal”.
El artículo, que lleva la firma de Jeanne S. Sheffield, M.D., aborda los resultados del trabajo Prevención de Azitromicina en Labor Use Study (A-PLUS), un ensayo aleatorizado multinacional, controlado con placebo, realizado en ocho países de bajos y medianos ingresos que son parte de la Red Global para Mujeres y la Investigación de salud infantil del Instituto Nacional de Salud Infantil Eunice Kennedy Shriver y Desarrollo Humano.
Según vieron en el estudio, realizado en mujeres que estaban en trabajo de parto y con 28 semanas de gestación o más, “la profilaxis con azitromicina redujo significativamente la incidencia de sepsis o muerte de la madre como resultado primario, pero no la incidencia de mortinatalidad o muerte neonatal o sepsis”.
Entre los principales motivos de infección se observaron endometritis, infección de heridas, pielonefritis y readmisión posparto.
Los investigadores vieron que no se observó ningún beneficio con el uso de azitromicina para cualquier resultado neonatal.
“La profilaxis antibiótica ha sido una de las pilares en los esfuerzos para reducir la incidencia de sepsis materna, y su uso ha sido previamente demostrado en la reducción de infecciones y tasas de reingreso, predominantemente en mujeres sometidas a parto por cesárea -detalla el editorial-. Un informe anterior mostró que el adjunto profilaxis con azitromicina para cesáreas no planificadas durante el trabajo de parto redujo la infección materna en un 50%”.
Sin embargo, pese a los beneficios observados, los expertos aseguran que “el uso de antibióticos, incluidas las dosis únicas profilaxis antibiótica, puede tener consecuencias a largo plazo”. “El uso generalizado contribuye a la propagación de la resistencia a los antibióticos, que ahora se convirtió en una crisis mundial de salud pública asociada con casi cinco millones de muertes en todo el mundo”, resaltaron los investigadores, para quienes “el beneficio de la profilaxis antibiótica universal para cualquier indicación debe ser contra el riesgo de resistencia a los antibióticos”.
“En el entorno obstétrico, aunque la profilaxis de rutina contra el estreptococo del grupo B (GBS) durante el trabajo de parto ha disminuido significativamente la infección y muerte, el desarrollo de resistencia a la eritromicina y clindamicina en aislados de GBS ha limitado la gama de antibióticos efectivos para pacientes con alergia a la penicilina”, analizan la publicación.
Y si bien el consenso apunta a la disminución de la sepsis materna y neonatal como un paso vital hacia la mejora de la morbilidad y mortalidad materna en todo el mundo, reconocen que “se necesita mucho más para abordar los problemas regionales que representan las desigualdades globales”.
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