Las consecuencias a largo plazo de la infección por SARS-CoV-2 fueron denominadas por los especialistas como COVID prolongado, long COVID o síndrome post COVID. Se trata, ni más ni menos, de afectaciones en órganos que van más allá del sistema respiratorio y que son propias del cuadro inflamatorio sistémico que provoca el coronavirus en el organismo.
Y si bien el número de personas afectadas por el virus disminuyó francamente en el último tiempo, varios estudios daban cuenta de que “las secuelas físicas y mentales a largo plazo son un problema de salud pública cada vez mayor” y reconocían que “existe una incertidumbre considerable sobre su prevalencia, persistencia y predictores”.
En una reciente publicación, difundida por el British Journal of Hematology, expertos británicos aseguraron que el riesgo de síntomas de long COVID tres meses después de la infección se había reducido del 46% con la cepa original de coronavirus y otra llamada Alpha, al 35% con la variante Delta, hasta llegar al 14% con la última variante hasta ahora conocida del virus, Ómicron. En resumidas cuentas, de casi el 50% ahora había caído a menos del 15%.
Los datos para el análisis los proveyó el hematólogo británico John Willan, quien trabaja en la Universidad de Oxford y el Wexham Park Hospital. Desde marzo de 2020, este profesional comenzó a rastrear los casos de COVID-19 del hospital entre personas con leucemias, linfomas y otras enfermedades de la sangre. En su trabajo, no solo contó quienes fallecieron, sino también los síntomas persistentes e incapacitantes que afectaron a millones de personas en los últimos tres años.
Después de que Ómicron comenzó a propagarse, a fines de 2021, Willan vio que las muertes por COVID-19 se convirtieron en una rareza, incluso entre sus pacientes frágiles e inmunocomprometidos. Al mismo tiempo notó que las infecciones ahora conllevaban una menor amenaza de complicaciones persistentes.
A principios de marzo, el experto informó en la prestigiosa revista científica que “estos pacientes con Ómicron tienen muchas menos probabilidades de contraer long COVID”. Y, tras considerar que el número con síntomas prolongados sigue siendo más alto de lo que le gustaría, el experto quiso “enviar un mensaje a sus pacientes para decirles: ‘Este es el riesgo real para ustedes ahora’”.
La buena noticia es que la disminución de las secuelas se ve tanto en personas vulnerables como sanas. Un grupo en el Reino Unido, España e Italia informó este mes en The Lancet Oncology que el riesgo de long COVID entre los pacientes con cáncer se redujo de aproximadamente del 17% en 2021 al 6% más recientemente, a medida que la mayoría de los contagios estaban dados por la variante Ómicron.
Otro estudio publicado recientemente sobre trabajadores sanos de hospitales suizos describe un patrón similar. “El riesgo de long COVID no es comparable entre estas variantes -dijo Philipp Kohler, especialista en enfermedades infecciosas del Hospital Cantonal de St. Gallen, quien codirigió el estudio suizo-. La vacunación, la tendencia de Ómicron a causar una enfermedad más leve y su biología distintiva pueden desempeñar un papel, aunque el grado en que los diferentes factores reducen el riesgo es un misterio”.
Claire Steves es geriatra y epidemióloga del King’s College London. Fue la primera en comparar rigurosamente las tasas de COVID prolongado después de Ómicron, en relación con Delta, que se produjo a mediados de 2021. Se basó en datos de 97.000 personas vacunadas del Estudio de síntomas de COVID del Reino Unido, en el que decenas de miles escriben información en una aplicación: los datos revelaron un riesgo del 4,5% de que los síntomas persistieran cuatro semanas después de una infección por Ómicron frente al 10,8% después de una infección por Delta, según informó el grupo en The Lancet en junio de 2022.
Desde entonces, varios estudios mostraron una disminución del riesgo, aunque discrepan sobre los números absolutos. En el trabajo suizo de este mes, en Clinical Infectious Diseases, Kohler y sus colegas, incluidos los especialistas en enfermedades infecciosas Carol Strahm y Christian Kahlert, ambos también en St. Gallen, intentaron precisar los riesgos de long COVID en una cohorte de trabajadores de la salud suizos.
Para el trabajo, el equipo clasificó a los participantes por la variante con la que probablemente estaban infectados, según el momento de su enfermedad. Otros voluntarios, sin una prueba positiva de COVID-19 y sin anticuerpos contra el virus, fueron asignados a un grupo de control nunca infectado.
Una encuesta realizada en junio de 2022 preguntó sobre los síntomas de long COVID. Entre casi 3.000 encuestados, el equipo contó cuántos de los 18 síntomas típicos, como son dolor de cabeza, tos, dolor en las articulaciones y confusión mental, tenían. Debido a que muchas personas en la población general tienen al menos algunos de esos síntomas, el equipo comparó su frecuencia en diferentes grupos, incluidos los controles.
En la cohorte de Ómicron, el número promedio de síntomas crónicos fue de 0,52, por debajo de las otras variantes, pero un poco por encima del 0,39 del grupo de control. Aunque esto sugiere que la infección por Ómicron aún conlleva la posibilidad de sufrir síntomas a largo plazo, los datos mostraron que las cifras bajan en comparación con la cepa original.
El estudio de Steves “sugiere que puede haber una propiedad intrínseca de Ómicron que reduce la conversión a long COVID”, analizó Akiko Iwasaki, inmunóloga de la Facultad de Medicina de Yale. Ella y Steves especularon que la forma en que las diferentes variantes virales se infiltran en el cuerpo podría ser clave.
Según ellos, las variantes anteriores parecen propagarse a los órganos vitales con más frecuencia que Ómicron, y si bien tal propagación puede no siempre producir síntomas en una infección aguda, los expertos creen que podría hacer que alguien tenga más probabilidades de terminar con long COVID.
Así, si bien es probable que las variantes cambiantes reduzcan el riesgo de síntomas a largo plazo, para los expertos, “es probable que la vacunación también desempeñe un papel, aunque desenredar su potencia puede ser complicado”. En el estudio de Kohler, los resultados después de Ómicron no parecieron verse afectados por la vacunación, pero otros estudios ven un vínculo.
Iwasaki señaló que incluso un pequeño riesgo de long COVID significa muchas personas afectadas. Dado lo incapacitante que puede ser el síndrome, para ella, la mejor manera de prevenirlo es “no contraer el virus”.
Seguir leyendo