Annie, una mujer de 28 años que trabaja en atención al cliente y es retratista en los Estados Unidos, fue diagnosticada con Covid en marzo de 2020. Sufrió una recaída de los síntomas dos meses después. Poco después de la recaída, notó dificultades con el reconocimiento facial y la orientación o navegación espacial: no podía reconocer las caras de su propia familia.
La joven acudió a la consulta médica. Le hicieron un estudio y se convirtió en el primer caso reportado de “prosopagnosia” como secuela del COVID. Se trata de la incapacidad para reconocer caras familiares o previamente conocidas.
El estudio de caso fue realizado por investigadores del Colegio Dartmouth y publicado en la revista Cortex. Hasta ahora se sabía después de la infección por el coronavirus las personas pueden tener problemas neurológicos, como la pérdida del olfato y el gusto, y alteraciones de la atención, la memoria, el habla y el lenguaje, conocidas como “niebla cerebral”.
“Cuando conocí a Annie, me dijo que era incapaz de reconocer las caras de su familia”, dice la autora principal Marie-Luise Kieseler, estudiante graduada en el departamento de ciencias psicológicas y cerebrales y miembro del Laboratorio de Percepción Social de Dartmouth.
Annie le contó el momento en que estaba en un restaurante y se encontró con su familia por primera vez después de haber tenido el virus. No los reconoció, y se puso a llorar. No los reconoció y, cuando volvió a pasar junto a ellos, su padre la llamó.
“Fue como si la voz de mi padre saliera de la cara de un desconocido”, recordó Annie, que ahora confía en las voces para reconocer a las personas que conoce.
Annie también experimentó déficits de orientación después de tener COVID-19. Ha tenido dificultades para recordar dónde están determinadas secciones de su supermercado y depende de los mapas de Google para recordar dónde estaciona el coche.
“La combinación de prosopagnosia y déficit de orientación que presentaba Annie es algo que nos llamó la atención porque los dos déficits suelen ir de la mano después de que alguien haya sufrido daño cerebral o déficit de desarrollo”, señaló Brad Duchaine, profesor de ciencias psicológicas y cerebrales e investigador principal del Laboratorio de Percepción Social de Dartmouth.
“Esa coocurrencia se debe probablemente a que las dos capacidades dependen de regiones cerebrales vecinas en el lóbulo temporal”, aclaró.
El equipo de investigación realizó una serie de pruebas con Annie para evaluar sus problemas con el reconocimiento de caras y determinar si también tiene dificultades con otras capacidades perceptivas o cognitivas.
En una de las pruebas, se le presentaron secuencialmente 60 imágenes de caras de famosos y se le pidió que las nombrara. Después, se le presentó una lista de los famosos que aparecían en la prueba para ver si los conocía. Annie identificó correctamente al 29% de los 48 famosos que conocía, en comparación con la mayoría de las personas, que pueden identificar correctamente al 84% de los famosos conocidos.
La segunda prueba fue la del doble. Se le mostró a la joven el nombre de un famoso y luego se le presentaron imágenes de dos caras: la cara de un famoso y la de alguien similar, y luego se le pidió que identificara qué cara era la del famoso. Identificó al famoso en el 69% de los 58 ensayos, frente al 87% del grupo de control.
La capacidad más limitada de Annie para aprender y luego reconocer caras desconocidas se demostró utilizando la Prueba de Memoria de Caras de Cambridge. En la prueba, los participantes aprenden seis caras de hombres y luego se les pide que discriminen entre las caras aprendidas y otras caras. Por término medio, la gente suele ser capaz de identificar correctamente un 80%, mientras que Annie sólo fue capaz de identificar correctamente un 56%.
“Nuestros resultados de la prueba con caras desconocidas demuestran que Annie no sólo no podía recordar el nombre o la información biográfica de un personaje famoso que le era familiar, sino que realmente tiene problemas para aprender nuevas identidades”, afirmó Kieseler.
Los resultados de sus pruebas de detección de caras, percepción de identidades faciales y reconocimiento de objetos fueron normales, lo que indica, respectivamente, que los problemas de Annie con las caras se deben a déficits de memoria facial y no a una deficiencia más generalizada.
La joven obtuvo puntuaciones impecables en las pruebas de procesamiento de escenas. Cuando se le mostraba un conjunto de paisajes y luego se le volvía a mostrar un conjunto nuevo, no cometía errores al identificar los paisajes que se le habían mostrado previamente. “Es probable, por tanto, que sus deficiencias en la orientación se deban a procesos que podrían contribuir a la representación de mapas cognitivos más que a déficits en el reconocimiento de escenas”, expresó Kieseler.
“Este tipo de disociación que observamos en Annie se da en algunas personas con déficits de navegación, en las que pueden reconocer dónde están, pero cuando se les pregunta dónde está otro lugar en relación con el lugar en el que se encuentran en ese momento, tienen dificultades”, explica Duchaine. “Tienen problemas para entender las relaciones entre distintos lugares, que es un paso más allá de reconocer el lugar en el que estás”.
“Se sabe que COVID-19 puede causar problemas cognitivos generales, pero en este caso observamos problemas graves y muy selectivos en Annie”, comentó Duchaine, “lo que sugiere que podría haber muchas otras personas con déficits graves y selectivos tras COVID”.
Para determinar si otras personas han sufrido secuelas similares, los investigadores obtuvieron datos autorreportados de 54 individuos que habían tenido COVID Prolongado con síntomas durante 12 semanas o más; y 32 personas que habían informado de que se habían recuperado totalmente de la infección.
“La mayoría de los encuestados con COVID Prolongado informaron de que sus capacidades cognitivas y perceptivas habían disminuido desde que tuvieron la infección, lo cual no era sorprendente, pero lo realmente fascinante era cuántos encuestados informaron de déficits”, contó Kieseler.
“No se trataba sólo de una pequeña concentración de casos realmente deteriorados, sino que una amplia mayoría de personas del grupo de COVID Prolongado informaron de dificultades notables para hacer cosas que eran capaces de hacer antes de contraer COVID-19 sin ningún problema”, resaltó.
“Uno de los retos que muchos de los encuestados informaron fue la dificultad para visualizar a familiares y amigos, que es algo que oímos a menudo de los prosopagnosicos”, dice Duchaine, que es cofundador de la organización Face Blind., que fundaron entre el Colegio Dartmouth, la Universidad de Harvard, y la Universidad de Londres
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