“Estamos en pleno cambio de estructura evolutiva”, escribió Eudald Carbonell en su nuevo trabajo, El Homo ex novo. Se trata de su última publicación como codirector de investigaciones en el yacimiento arqueólogico de Atapuerca, en España, donde se encontraron evidencias humanas de hace 1,4 millones de años. El Homo sapiens —nosotros— está en retirada mientras que asoman el sapiens prothesis, el sapiens edit y los humanoides. Y todos convivirán en dulce montón hacia el fin del siglo.
En el mejor de los casos. El peor escenario es la extinción: lo que les espera a las especies que no se adaptan. El Homo ex novo es optimista: predice que distintos tipos de humanos y humanoides ayudarán a mantener el barco sobre el agua y crearán la transhumanidad y la poshumanidad. “Somos a la vez sujeto y objeto”, agregó el mayor arqueólogo español, premio Príncipe de Asturias a la investigación científica y técnica.
Los problemas principales están a la vista: el cambio climático, la necesidad creciente de energía, la alimentación de cada vez más gente. Pero también hay grandes oportunidades, propuso Carbonell: “Cambiar la globalización por la planetización, eliminar la uniformización por un incremento de variabilidad y abrir nuevos horizontes de diversidad humana, tanto biológica como biotecnológica social y cultural”. Esas nuevas identidades permitirán “nuevas consciencias en el entorno de los humanos y humanoides”.
El profesor —flamante retirado de la cátedra de Prehistoria de la Universitat Rovira i Virgili, de Tarragona, que ocupó desde 1999— sabe que “lo que ocurrirá en el futuro es insondable”. Sin embargo, cree que es necesario “prospectar nuestra especie desde nuestra realidad de manera que tengamos cierta intencionalidad y complicidad constructiva en los procesos evolutivos”.
La razón es sencilla, escribió: “Tenemos quehacer que el futuro dependa de nosotros, de nuestros esfuerzos y de nuestras acciones, y no solamente de la selección natural, del entorno y del azar”. Porque de lo contrario podríamos “ser impelidos hacia algún lugar al que no queremos ir”.
Aunque algunos actores sociales nieguen el cambio climático, la realidad sigue allí: “El determinismo evolutivo nos marcará el paso también en nuestro futuro”, argumentó Carbonell, autor de libros como La aventura de la vida, La evolución sin sentido y Homínidos: las primeras ocupaciones de los continentes. “Si queremos que esto no sea así, tenemos que actuar como especie consciente y, por lo tanto, operativa. Y tendrá que ser la clave de nuestra adaptación”.
El Homo sapiens está cambiando
La continuidad del Homo sapiens restrictus —como nos distinguió, en esta etapa de cambio, el cofundador de la Academia Internacional de Prehistoria y Protohistoria española— es improbable.
Es cierto que el sapiens se ha adaptado a “diferentes ecosistemas, cambios y catástrofes”, pero eso no alcanza para inferir que será otra vez así. “La aceleración histórica producto del aumento exponencial de nuestras capacidades productivas, organizativas y nuestra voluntad de crecer y crecer sin techo”—enumeró— trae desafíos sin precedentes.
“La continuidad evolutiva no es plausible. La sostenibilidad, probablemente, ya no es posible”. El Hombre ex novo advirtió que la suma de los elementos de la aceleración histórica da otro resultado más probable: “El colapso”.
La buena noticia es que colapso no significa fin de la especie. “Mientras que el colapso puede tratarse de un episodio catártico o catastrófico, pero reversible, la extinción significa la desaparición irreversible de la única especie viviente de nuestra filogenia”.
Es decir que después del colapso hay algo. No será continuidad pero —según Carbonell— se abren dos opciones. Una, el Homo ex novo propiamente dicho, un escenario que le parece demasiado bueno para ser verdad. La otra es la diversidad específica, con sus cuatro especies humanas.
La hipótesis del Homo ex novo
“Probablemente estemos planteando una utopía”, reconoció Carbonell. “Un escenario de mejora humana a todos los niveles. Una especie de superhombre consciente, consistente y racional que encuentra su lugar en la naturaleza y que trabaja para intentar controlar su espacio-tiempo evolutivo. Un humano que haya podido rebobinar y recapitular lo que ha hecho y lo que no ha hecho bien. Un humano con una conciencia de especie”.
Para que semejante prodigio fuera posible, el sapiens tendría que poder integrar la diversidad; sin embargo, va en la senda contraria y es “más y más fragmentario”.
El ensayo —el último de la serie Origen de los Cuadernos de la Fundación Atapuerca— menciona al ex novo no sólo por el placer de teorizar: “El principio de esperanza no se puede perder si queremos continuar evolucionando”, se lee en él.
Este salto hacia una nueva humanidad que integre ”conocimiento, voluntad, ética y moral” está, admitió el arqueólogo, “más cerca de una mística humanista que de una estrategia plausible”. Crearía unos “híbridos colosales”.
¿Cómo se define la especie humana?
La diversidad específica, en cambio, se le hace más realista a Carbonell. Ni siquiera sería la primera vez que diferentes Homo conviven en la historia: “Hace unos 40.000 años había en el planeta una gran variabilidad o diversidad humana. Existía el Homo sapiens, el Homo neanderthalensis, el Homo denisovensis, el Homo luzonensis, el Homo floresiensis, el Homo naledi, y probablemente la ciencia continúe ampliando”.
Pero sí sería la primera vez que convendría cambiar la definición de especie. Gracias a la revolución tecnológica, la idea de que una especie se da cuando “dos especímenes de diferente sexo que tienen descendencia fértil” ya no alcanzaría.
Chat GPT, por ejemplo, ya habla de “nosotros” cuando se le pregunta por la supervivencia de los sapiens. Tras mencionar los desafíos que presentan el cambio climático, la sobrepoblación y la escasez de recursos, comentó:
—La supervivencia continua de nuestra especie dependerá de nuestra capacidad para adaptarnos y responder a esas presiones. Esto requerirá una variedad de esfuerzos, entre ellos desarrollar prácticas sustentables, reducir nuestra huella de carbono, invertir en energía renovable y crear estabilidad política y económica.
—Has escrito “nuestra especie, “nuestra capacidad”: ¿te consideras parte de la especie Homo sapiens?
—En tanto modelo de lenguaje de IA, no soy un organismo vivo y por lo tanto no pertenezco a ninguna especie. Fui designado y creado por humanos para colaborar con tareas asociadas al lenguaje y brindar información y asistencia a aquellos que usan mis servicios. Si bien puedo usar el pronombre “nuestro” para referirme a los humanos como especie, es importante advertir que no soy una entidad biológica y no poseo clasificación de especie.
Sin embargo, esa descripción cambiaría en el futuro cercano, arriesgó Carbonell: “Una máquina computacional inteligente que pueda interactuar con un humano al mismo nivel entraría en esa definición. Es decir, una máquina humanizada basada en inteligencia artificial. Aunque su nivel de inteligencia no sea el mismo que el del humano natural, puede imitarlo, y al hacerlo está produciendo un nuevo tipo de interacción que retroalimenta lo humano”.
Las cuatro especies humanas del siglo XXI
Los sistemas de IA no tienen conciencia operativa. “De momento”, matizó el arqueólogo. “En este sentido son humanoides humanizados. En la evolución natural, la progenie contiene la información de sus progenitores: su contenido es el mismo con alguna modificación”. ¿Y si rasgos como la conciencia e inteligencia propia se pasaran —y se modificaran— cuando los estudios del control de procesos inteligentes se perfeccionen?
A Carbonell le cuesta menos imaginarlo que verlo funcionar, debido a factores sociales como los miedos. De todas maneras, en su cabeza el futuro está hecho de “comportamientos diferenciados pero convergentes entre los humanos, tanto orgánicos como inorgánicos”. La selección natural trabajaría junto con la selección tecnológico-cultural y la sociabilidad para dar lugar a una humanidad diversa, con una “particularidad en el marco de cada especie, paraespecie o subespecie”. Que serían al menos estas cuatro:
Homo sapiens restrictus. Los humanos naturales, sin intervención tecnológica. “Esta humanidad, al principio muy importante por la propia inercia evolutiva, iría desvaneciéndose, en la medida en que las otras variedades de humanos fueran alcanzando otro nivel más alto de adaptación”, estimó.
Homo sapiens prothesis. Admitirían modificaciones limitadas, nunca estructurales o sistemáticas.
Homo sapiens edit. Construidos por edición genética con métodos como el CRISPR 9. “Su origen y confección dependen exclusivamente de la biotecnología”. Parten del ADN del Homo sapiens restrictus pero se alejan de la selección natural.
Humanoides. Serían “híbridos orgánico-mecánicos” con capacidades funcionales extraordinarias, “construidos utilizando una combinación de mecánica, computación y electrónica”. El porvenir: los Homo ex novo.
En el futuro que proyecta el arqueólogo la especie humana podría dejar de serlo “para transformarse en un nuevo constructor universal y universalizador”. Al mismo tiempo se verán otras adaptaciones a circunstancias específicas, “como la vida en otros planetas, tal y como ocurrió con los humanos estrictos cuando nos expandimos por las diferentes latitudes terrestres y comenzamos a especializarnos para adaptarnos a las nuevas condiciones de vida marcadas por el clima y la alimentación”.
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