El cáncer de próstata se considera una enfermedad silenciosa, porque en muchos casos avanza sin presentar síntomas. De hecho, se estima que el 65% de los casos se detecta en estadios avanzados. Por vergüenza o prejuicios, muchos hombres demoran los controles de rutina que son fundamentales para ganarle la carrera al tumor.
La buena noticia es que la innovación científica hoy ofrece nuevos tratamientos mucho más efectivos que mejoran el pronóstico y la calidad de vida de los pacientes.
El cáncer de próstata consiste en la proliferación anormal de células dentro de esta glándula que forma parte del aparato reproductor masculino. Afecta principalmente a varones mayores de 50 años y el mayor factor de riesgo es la edad, ya que casi la mitad de los casos se detecta en mayores de 65 años.
En la región de las Américas, el cáncer de próstata es el diagnosticado con mayor frecuencia entre los hombres (21,7%), seguido por el de pulmón (9,5%) y el colorrectal (8%), según datos de 2020 de la Organización Panamericana de la Salud (OPS). En Argentina, el Instituto Nacional del Cáncer (INC) estima que se detectan más de 11 mil caso anuales, lo que representa el 20% de todos los tumores malignos en varones y el 9% de la totalidad de patologías oncológicas del país.
“Si bien cuando un hombre tiene un padre o hermano que tienen o tuvieron cáncer de próstata, se duplica o triplica el riesgo de padecer cáncer, hay que tener en cuenta que la mayoría de los casos de esta patología no tienen antecedentes en la familia”, precisó a Infobae el doctor Alfredo Gaete (MN 89159), gerente médico en Bayer Cono Sur. Por eso, es fundamental realizar los controles recomendados para lograr una detección precoz y un tratamiento a tiempo.
El doctor Gaete, quien además se desempeña hace 25 años en el Hospital Italiano de la Ciudad de Buenos Aires, señaló que “las distintas sociedades científicas recomiendan que los hombres a partir de los 50 años realicen los controles específicos. Esto consiste en visitar al médico clínico y urólogo para realizarse un análisis de sangre, que incluye la prueba de antígeno prostático específico (PSA, por las siglas en inglés), esto sumado a un examen digital de la próstata a través del recto en el que el médico palpa la próstata y revisa sus características”.
Si existen casos de la enfermedad en la familia del paciente, el rastreo se realiza un poco antes, en general a partir de los 40 años. Los resultados de las dos pruebas (la de antígeno prostático específico y el tacto rectal), más los antecedentes familiares y la aparición o no de síntomas, definirán los pasos posteriores para arribar al diagnóstico.
Romper el tabú
El experto reconoció que aún existen prejuicios respecto a los exámenes de próstata, ya que los varones habitualmente no están tan acostumbrado a realizarse los exámenes preventivos como suele ocurrir con las mujeres, más habituadas al examen anual de papanicolau y la mamografía.
Los controles de rutina no deben postergarse porque en el cáncer de próstata, como en todas las patologías oncológicas, la detección temprana es clave para el éxito de tratamiento y la calidad de vida del paciente. Esto es aún más relevante en enfermedades que avanzan sin presentar síntomas.
Para tomar dimensión del escenario actual, según el Movimiento Latinoamericano contra el Cáncer del Próstata (MOLACAP), en la región más del 65% de los casos son detectados en etapas avanzadas.
Los nuevos tratamientos
Afortunadamente, en los últimos años se han registrado grandes avances en la innovación y una prolífica investigación científica en torno a los tratamientos para el cáncer de próstata, desde las técnicas quirúrgicas, de radioterapia, testeos genéticos y el desarrollo de fármacos que disminuyen la secreción de testosterona, en los casos que es necesario reducir su producción.
La innovación científica se observa en las terapias aplicadas para los distintos estadios de la enfermedad: “Cuando el cáncer está confinado en la próstata, las técnicas quirúrgicas se han ido perfeccionando para obtener mejores resultados. También se ha avanzado en la radioterapia (también cuando el cáncer está confinado a la próstata) y a veces es necesario hacerla sobre las metástasis. Asimismo ha habido importantes avances en cuanto al testeo genético en aquellos pacientes que portan alguna mutación y que esto les genera más riesgo de padecer cáncer”, detalló el doctor Gaete.
Los avances también se vinculan al control hormonal en aquellos pacientes en los que es necesario disminuir la producción de testosterona (que es la hormona que alimenta las células prostáticas para que sigan creciendo).
En aquellos casos en que, a pesar del tratamiento hormonal, el cáncer acaba volviéndose resistente a la hormonoterapia convencional, precisando de abordajes terapéuticos distintos, según la presencia o no de metástasis, son necesarios otros mecanismos de acción terapéutica. En ese sentido la ciencia ha dado un paso más allá, con avances que aportan un valor adicional para quienes padecen la enfermedad: un nuevo estándar de tratamiento para pacientes con cáncer de próstata hormono sensible metastásico.
El gerente médico de Bayer Cono Sur señaló que “existen nuevos antiandrógenos que se utilizan en conjunto muchas veces con quimioterapia, en un enfoque de tratamientos múltiples sobre el cáncer con distintos mecanismos de acción, logrando que los pacientes que llegan a una etapa metastásica vivan más tiempo y con una buena calidad de vida”.
En estos casos, cuando el cáncer de próstata se convierte en metastásico y tiene una alta carga de enfermedad tumoral, el doctor Gaete destacó “las nuevas estrategias que apuntan a la deprivación androgénica junto con el tratamiento quimioterápico más nuevos antiandrógenos que mostraron resultados satisfactorios al disminuir la mortalidad”.
Este enfoque se basa en el abordaje con una triple terapia, esto es, que los hombres con cáncer de próstata sensible a hormonas metastásico (que se diseminó a otras partes del cuerpo) reciban tratamiento conjunto con un antiandrógeno vía oral y dos terapias más (quimioterapia más terapia de deprivación androgénica), logrando reducir la mortalidad más de un 30% respecto del esquema doble con quimioterapia y deprivación androgénica.
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