La paleontología es una de las disciplinas más importantes a la hora de comprender los antepasados de los seres humanos y de los animales. Año a año, esta rama del conocimiento avanza en hallazgos que permiten dilucidar parte de este camino cronológico. En ese sentido, recientemente, un equipo de expertos de la Universidad Estatal de Virginia y del Parque Nacional del Bosque Petrificado, en Estados Unidos, encontró los primeros fósiles de las cecilias o gimnofiones —un grupo de anfibios grandes sin patas— que datan de la era Triásica. El descubrimiento, que tuvo lugar en Arizona, es el más antiguo en su tipo hasta el momento.
Este trabajo ayuda a completar un enorme vacío de aproximadamente 90 millones de años en el registro histórico de las cecilias, ya que no se habían encontrado fósiles similares anteriormente. “Ver la primera mandíbula bajo el microscopio, con su distintiva doble fila de dientes, me provocó escalofríos en la espalda. Inmediatamente supimos que era un ceciliano, el fósil de ceciliano más antiguo jamás encontrado, y un descubrimiento único en la vida”, destacó Ben Kligman, uno de los investigadores a cargo del descubrimiento, al que denominó Funcusvermis gilmorei. Con una antigüedad de 220 millones de años, los hallazgos amplían el registro fósil de cecilias en 35 millones de años.
Antes de este nuevo estudio, publicado en la revista científica Nature, solo se conocían 10 hallazgos de cecilias fósiles, que datan del período jurásico temprano, hace unos 183 millones de años. Sin embargo, trabajos previos de ADN estimaron que los orígenes evolutivos de estas especies se remontan a las eras Carbonífera o Pérmica, hace unos 370 millones de años, marcando la mencionada brecha de cerca de 90 millones de veranos. No obstante, más allá de los datos, no se habían encontrado fósiles para confirmarlos.
“El descubrimiento de los fósiles cecilianos más antiguos destaca la naturaleza crucial de la nueva evidencia fósil. Muchas de las preguntas más importantes en paleontología y evolución no se pueden resolver sin fósiles como este. Los cecilianos fósiles son extraordinariamente raros y se encuentran accidentalmente cuando los paleontólogos buscan fósiles de otros animales más comunes. Nuestro descubrimiento de uno fue totalmente inesperado y transformó la trayectoria de mis intereses científicos”, explicó Kligman.
El ‘funcusvermis’ se encontró en una capa de la Formación Chinle datada hace aproximadamente 220 millones de años, cuando Arizona estaba situada cerca del ecuador en la parte central del supercontinente Pangea, explicó Kligman. En aquella época, esta región estaba sometida a un clima cálido y húmed, más que en la actualidad.
Las cecilias son anfibios sin extremidades, con cuerpos cilíndricos y un cráneo compacto que les ayuda a excavar bajo tierra. En la actualidad, estas especies predominan en diversas regiones de América del Sur y Central, África y el sur de Ásia. Las cecilias pasan sus vidas excavando en la hojarasca o en el suelo en busca de presas como gusanos e insectos, entre otros. Para los científicos, esta existencia subterránea ha dificultado el estudio de su origen.
Kligman describió a las cecilianas modernas como un “títere de calcetín sin ojos con el cuerpo de un gusano”. En el estudio, Kligman y sus colegas Bryan Gee, Adán Marsh, Sterling Nesbitt, Mateo Smith, William Parker y Michelle Stocker detallaron: “De los nueve linajes de tetrápodos que sobreviven desde el Triásico hasta la actualidad las cecilias tienen el registro fósil más empobrecido, con solo 11 apariciones en total”.
Y sumaron: “Estos fósiles revelan una combinación de características que es exclusiva de las cecilias, junto con características que se comparten con los temnospóndilos disorofoideos y batracios (otros anfibios), lo que proporciona evidencia nueva y convincente que respalda un origen único de los anfibios vivos”.
Otro hallazgo paleontológico reciente
El descubrimiento del fósil de cecilias no es el único que revolucionó la historia cercana de la paleontología. Hace menos de un mes, investigadores de la Universidad de Cambridge y el Natuurhistorisch Museum Maastricht descubrieron que una de las características clave del cráneo que caracteriza al 99% de las aves modernas, un pico móvil, evolucionó antes de la extinción masiva que acabó con todos los dinosaurios grandes, hace 66 millones de años.
Este trabajo también sugiere que los cráneos de avestruces, emúes y sus parientes evolucionaron “hacia atrás”, volviendo a una condición más primitiva después de que surgieron las aves modernas. ¿Cómo hicieron para llegar a esta conclusión? Usando técnicas de tomografía computarizada, el equipo de Cambridge identificó huesos del paladar, o el techo de la boca, de una nueva especie de gran ave antigua, a la que llamaron Janavis finalidens. La disposición de los huesos del paladar muestra que este dinopájaro tenía un pico móvil y diestro, casi indistinguible del de la mayoría de las aves modernas.
Cabe señalar que los emús, los avestruces y sus parientes se clasifican en el paleognato, o grupo de ‘mandíbula antigua’, lo que significa que, como los humanos, los huesos del paladar están fusionados en una masa sólida. Todos los demás grupos de aves se clasifican en el grupo neognath, o mandíbula moderna, lo que significa que sus huesos del paladar están conectados por una articulación móvil. Esto hace que sus picos sean mucho más diestros, útiles para la construcción de nidos, el aseo, la recolección de alimentos y la defensa.
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