El llamado COVID prolongado, long COVID o COVID persistente se trata de las afectaciones en órganos que van más allá del sistema respiratorio y que son propias del cuadro inflamatorio sistémico que provoca el SARS-CoV-2 en el organismo. Y si bien su duración es relativamente corta en la mayoría de los pacientes, se vieron casos en los que los síntomas perduraban bastante en el tiempo, afectando la calidad de vida de la persona. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), aproximadamente entre el 10% y el 20% de los pacientes que transitaron la infección “presentan síntomas prolongados compatibles con una afección posterior”.
Ahora, un nuevo estudio publicado en The BMJ descubrió que los síntomas de COVID prolongado, como fatiga, dificultad para respirar y dolores musculares, permanecieron durante varios meses, pero en su mayoría se resolvieron en un año.
Los investigadores, que buscaban determinar las secuelas clínicas de la enfermedad prolongada durante un año después de la infección en pacientes con enfermedad leve y evaluar su asociación con la edad, el sexo, las variantes del SARS-CoV-2 y el estado de vacunación, también vieron que algunos síntomas parecían ser más frecuentes o duraban más en quienes no habían sido vacunados.
“La infección por COVID-19 se asoció significativamente con un mayor riesgo de anosmia y disgeusia en los períodos temprano y tardío”, detallaron los investigadores en la publicación de sus conclusiones. También vieron deterioro cognitivo, disnea, debilidad y palpitaciones, junto con un exceso de riesgo significativo pero menor de amigdalitis estreptocócica y mareos.
“Caída del cabello, dolor torácico, tos, mialgia, y los trastornos respiratorios aumentaron significativamente sólo durante la fase inicial -ahondaron-. Los pacientes masculinos y femeninos mostraron diferencias menores, y los niños tuvieron menos resultados que los adultos durante la fase temprana de COVID-19, que en su mayoría se resolvió en el período tardío. Los hallazgos se mantuvieron consistentes en todas las variantes de SARS-CoV-2. Los pacientes vacunados con una infección avanzada por SARS-CoV-2 tenían un riesgo menor de disnea y un riesgo similar de otros resultados en comparación con los pacientes infectados no vacunados”.
Para el estudio, los investigadores compararon la salud de las personas no infectadas con casi 300.000 que se habían recuperado de COVID-19 leve durante un año después de la infección.
Utilizaron registros electrónicos de una gran organización de atención médica pública en Israel, que entre marzo de 2020 y octubre de 2021 atendió a casi dos millones de personas con la enfermedad.
Para garantizar que sólo se evaluaría casos con enfermedad leve, excluyeron a los pacientes ingresados en el hospital con cuadros más graves. También se tuvieron en cuenta otros factores potencialmente influyentes, como el consumo de alcohol, el tabaquismo, el nivel socioeconómico y una variedad de afecciones crónicas preexistentes.
En el trabajo, los investigadores vieron que la carga global de afecciones tras la infección en el periodo de estudio de 12 meses fue mayor para la debilidad (136 personas más por cada 10.000) y las dificultades respiratorias (107 por cada 10.000).
Cuando las afecciones se evaluaron por edad, las dificultades respiratorias fueron las más comunes, y se presentaron en cinco de los seis grupos de edad, permaneciendo persistentes a lo largo del primer año tras la infección en los grupos de 19-40, 41-60 y más de 60 años. La debilidad apareció en cuatro de los seis grupos de edad y permaneció persistente en la fase tardía sólo en los grupos de 19-40 y 41-60 años.
Los pacientes varones y mujeres mostraron diferencias menores, y los niños tuvieron menos resultados que los adultos durante la fase temprana de COVID-19, que se resolvieron mayoritariamente en el periodo tardío. Los resultados fueron similares en las variantes de tipo Alfa y Delta del SARS-CoV-2.
Pese a reconocer las limitaciones de su trabajo, como la medición incompleta en los historiales médicos, por lo que los datos podrían no reflejar plenamente los diagnósticos y resultados comunicados, los autores creen que “se trata de un gran análisis detallado de los historiales médicos de una población diversa, que representa uno de los estudios de seguimiento más largos realizados hasta la fecha en pacientes con COVID-19 leve. Y los hallazgos deberían aplicarse a poblaciones occidentales similares de todo el mundo”.
“Nuestro estudio sugiere que los pacientes con COVID-19 leve corren el riesgo de sufrir un pequeño número de problemas de salud, la mayoría de los cuales se resuelven en el plazo de un año desde el diagnóstico”, finalizaron.
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