Un nuevo estudio sugiere que el antiguo calendario utilizado por las culturas maya y olmeca podría remontarse a 1100 a.C., siglos antes de lo que se estimaba anteriormente.
“Sabemos que es muy antiguo”, afirmó a la prestigiosa revista científica Science David Stuart, epigrafista de la Universidad de Texas en Austin. “Sólo que no teníamos pruebas directas de ello”.
El calendario de 260 días, o cholq’ij (orden de los días), sólo se ha encontrado en la región maya de México y América Central. Los cronometradores anotaban el paso del tiempo mediante combinaciones de 13 números y 20 símbolos, siempre en la misma secuencia. (Por ejemplo, el 6 de enero de 2023, sería “6 Conejo” según el cholq’ij). Ahora, se sabe que los días del calendario corresponden a alineaciones entre las estrellas, características arquitectónicas de los edificios e hitos naturales.
Se cree que esta sociedad utilizaba el calendario para marcar rituales religiosos o agrícolas durante una época en la que los pueblos de la región aún dependían de la caza y la recolección.
Science detalla que antes del nuevo estudio, la evidencia más antigua de este calendario procedía de un mural que contenía un fragmento de escritura jeroglífica encontrado en San Bartolo, Guatemala, datado en el 300 a.C. Sin embargo, según Stuart, estos registros escritos ofrecen un relato irregular de la historia de la región, ya que los mayas utilizaban con frecuencia materiales perecederos que se han perdido con el tiempo.
Sin embargo, ahora, con la esperanza de encontrar pruebas más permanentes, Ivan Šprajc, arqueólogo del Instituto de Estudios Antropológicos y Espaciales de Eslovenia, recurrió a una técnica de cartografía láser conocida como LIDAR (Ligth Detection And Ranging), que emplea un escáner láser aerotransportado para obtener un mapa en 3D del terreno y puede revelar estructuras antiguas -y sus alineaciones cósmicas- ocultas bajo la densa vegetación.
Hace dos años, el arqueólogo Takeshi Inomata, de la Universidad de Arizona, publicó el mayor estudio con LIDAR realizado hasta la fecha en las tierras bajas de la costa mexicana del Golfo de México, revelando casi 500 monumentos antiguos, la mayoría de ellos inexplorados. Intrigado, Šprajc inició una colaboración con Inomata para analizar 415 de esos complejos y ver cómo se alineaban con la salida y puesta del Sol, la Luna, Venus y otros cuerpos celestes.
Las imágenes cubrían desde la zona central olmeca hasta las tierras bajas mayas occidentales, y entre los yacimientos analizados estaban los mexicanos de Aguada Fénix, que se cree que es el mayor y más antiguo complejo monumental conocido de la zona maya, así como San Lorenzo y Buenavista.
El equipo descubrió que la mayoría de los complejos mostraban una alineación este-oeste, y que casi el 90% de ellos presentaban puntos arquitectónicos que se alineaban con los amaneceres en fechas concretas. En la mayoría de los casos, estos amaneceres coincidían con el 11 de febrero y el 29 de octubre del calendario gregoriano, que tienen 260 días entre sí, según informan hoy los investigadores en Science Advances. “El más antiguo de estos complejos data de alrededor del año 1100 a.C., en una época conocida como el periodo Formativo, lo que sugiere que el calendario de 260 días es al menos tan antiguo”, afirman los investigadores
Otros monumentos señalaban amaneceres con intervalos de 130 días -medio calendario-. Y la alineación de otros monumentos coincidía con amaneceres separados por múltiplos de 13 o 20 días, reflejando los 13 números y 20 signos del sistema de notación del calendario y correspondiendo a equinoccios y solsticios. “La orientación de algunos complejos también coincidía con los ciclos de Venus y la Luna, asociados a la estación de las lluvias y el cultivo del maíz. Otros complejos no parecían tener una orientación específica, lo que suscita más preguntas sobre otras posibles alineaciones cosmológicas”, afirma Šprajc según recoge Science.
Los complejos ceremoniales solían tener forma rectangular o cuadrada, con plazas rodeadas de hileras de montículos, estructuras alargadas y pirámides.
“Lo fascinante para mí -dice Stuart- es que existe esta regularidad y patrón consistente desde el principio y perduran durante siglos a lo largo de la historia de la arquitectura maya.”
Los nuevos resultados presentan “pruebas sólidas de que el calendario maya tuvo sus orígenes mucho antes de que tuviéramos pruebas escritas de él”, asevera. “Verlo arquitectónicamente es fantástico”, agrega.
Gabrielle Vail, arqueóloga y epigrafista de la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill, añade -también en diálogo con Sciencie- que uno de los puntos fuertes del nuevo estudio es el gran tamaño de la muestra, que abarca tantos años. Los resultados parecen respaldar otras pruebas escritas de que el cronometraje surgió durante el periodo Formativo, añade. “Es muy emocionante. Realmente apoya lo que muchos de nosotros hemos pensado durante varios años.”
Según Šprajc, las primeras estructuras estudiadas por los investigadores datan de la época en que los grupos empezaban a pasar de un estilo de vida cazador-recolector a otro agrícola. El cultivo del maíz empezaba a cobrar importancia, y el calendario de 260 días también podría haber sido útil para indicar cuándo serían más abundantes ciertos recursos, afirma. Šprajc cree que el cholq’ij está íntimamente ligado al ciclo de crecimiento del maíz, un alimento básico de las culturas mesoamericanas antiguas y modernas, así como al embarazo humano, que dura aproximadamente 260 días.
Los mayas y otras cultura en Mesoamérica tenían tres calendarios, uno ritual de 260 días, otro solar de 365, la conocida como Cuenta Larga, formado por una acumulación de días y periodos compuestos de tunes (unidades de 360 días
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