La pandemia de COVID-19 se inició hace casi tres años, pero el origen del virus todavía sigue siendo un misterio. El problema mayor recae en que China, quien debería ser el responsable de proveer la información necesaria para esclarecer el germen de la crisis, lamentablemente no lo hace, o si lo hace, es a cuentagotas.
Como país donde se detectaron los primeros contagios, China tiene que salir a dar explicaciones. Por el momento se manejan dos hipótesis sobre el origen de la pandemia, que ya son ampliamente conocidas. La primera sostiene que el brote se inició por un contagio zoonótico de animales vendidos en el mercado de Wuhan. La otra es que se trató de una fuga involuntaria del laboratorio de un Instituto de Virología de Wuhan.
Mientras tanto, el régimen chino intenta desligarse de todo tipo de responsabilidad y señala a otros países como culpables de la crisis, al afirmar que el virus procedía de alimentos congelados de algún lugar más allá de sus fronteras. Pero lo cierto es que el propio territorio chino es el único lugar donde se deberían encontrar explicaciones. Además, si el mundo quiere evitar otra pandemia, mejor entender cómo sucedió ésta.
De acuerdo a un artículo publicado ayer en The Washington Post, en el otoño boreal de 2019 (entre el 21 de septiembre y el 21 diciembre) ya había indicios de que algo raro estaba sucediendo entre la población de Wuhan. El medio cita a Russell J. Westergard, jefe consular adjunto en el Consulado de Estados Unidos en la ciudad china, quien afirmaba que para mediados de octubre el personal de la representación diplomática ya era consciente de “una temporada de gripe inusualmente viciosa”. Los registros médicos muestran que las enfermedades similares a la gripe se dispararon a finales de noviembre y en diciembre en Wuhan a un ritmo superior al de años anteriores, de acuerdo al medio estadounidense. Posiblemente, cuando las personas comenzaban a presentar síntomas compatibles con COVID-19, el personal sanitario, al desconocer aún la enfermedad, podría haber diagnosticado esos casos como gripe estacional.
Pese a que oficialmente el primer infectado se registró entre el 10 y el 11 de diciembre, según Josephine Ma, la editora de noticias del medio South China Morning Post, el primer paciente fue una persona de 55 años que presentó síntomas de coronavirus el 17 de noviembre de 2019. Para el 31 de diciembre, ya había 266 casos, afirma la editora citando documentos gubernamentales filtrados.
El grupo de investigación DRASTIC, que estudia los orígenes del coronavirus, confirmó luego la información de Josaphine Ma, según The Washington Post. Los investigadores determinaron que a finales de febrero de 2020, China había identificado hasta 260 casos desde el mes de diciembre. Sin embargo, China informó a la Organización Mundial de la Salud (OMS) a principios de 2021 que sólo hubo 174 casos en diciembre de 2019.
El silencio y el ocultamiento de China continuó a fines de diciembre y enero de 2020. La Comisión Municipal de Salud de Wuhan emitió un “aviso urgente” a las instituciones sanitarias para que estuvieran atentas a los casos de “neumonía de origen desconocido”. También pidieron “no revelar información al público sin autorización”, según The Washington Post. Esa noche, el médico Li Wenliang, del Hospital Central de Wuhan, escribió en un grupo de chat privado de Weibo que siete personas habían contraído un virus como el producido por el SARS y se encontraban en cuarentena en su hospital. El diario estadounidense sostiene que Li y otros médicos fueron convocados por la policía el 1 de enero y reprendidos por difundir rumores sobre la aparición de casos similares al SARS en los hospitales de Wuhan. Li luego moriría de COVID-19.
Los científicos chinos concluyeron que se trataba de un virus como el SARS, de gran potencial potencial de transmisión de persona a persona. Sin embargo, evitaron detallar públicamente esa información tan sensible. De hecho, las autoridades sanitarias de Wuhan incluso llegaron a afirmar que los contagios bajaban y que no habían encontrado “pruebas claras de transmisión entre humanos”.
Los casos se dispararon y recién el 20 de enero, tres semanas después de que se cerrara el mercado de Wuhan, los expertos chinos se mostraron públicamente en televisión y reconocieron la gravedad de la situación. Finalmente, el 23 de enero, se determinó el cierre total de la ciudad de Wuhan.
Expertos del Centro de Control y Prevención de Enfermedades (CDC) de China, dependiente de la Comisión Nacional de Salud, comenzaron a trabajar de manera más intensa en la primera semana de febrero, encabezados por Yu Chuanhua, profesor de epidemiología y estadísticas sanitarias de la Universidad de Wuhan. Para mediados de febrero, publicaron un boletín oficial sobre los casos de diciembre, que mostraba 104 confirmados por pruebas de laboratorio, 37 de ellos diagnosticados clínicamente, en contraste con los 27 casos que el régimen había informado en su momento.
A la Comisión Nacional de Salud, que responde al régimen de Beijing, no le gustó nada que que los CDC contradijeran su informe inicial e informaran más casos. Por eso, el 25 de febrero, decidieron imponer una orden de silencio a los CDC. Les exigieron que no publicaran artículos “hasta que la epidemia estuviera controlada”, que debían obtener la aprobación de las autoridades superiores para cualquier nueva investigación, y que nadie en los CDC podía compartir información sobre la pandemia, según The Washington Post.
Finalmente, el 3 de marzo, las autoridades nacionales emitieron una orden de mordaza sobre toda la investigación y los datos de China sobre la pandemia.
Durante casi un mes, entre enero y febrero de 2021, una misión de la OMS viajó a Wuhan para investigar los orígenes del coronavirus. La comitiva se conformó de 17 científicos chinos y 17 de otros países y de la OMS.
El director de esa misión, Peter Ben Embarek, declaró que los científicos chinos presentaron 174 casos de coronavirus registrados en Wuhan y sus alrededores y que fueron reportados en diciembre de 2019, de los cuales 100 fueron confirmados a través de laboratorio y los restantes por diagnóstico clínico del paciente. Agregó que esta mayor cantidad de casos, probablemente casos graves, descubiertos por los médicos chinos desde el principio, podría significar que la enfermedad afectó a más de 1.000 personas en Wuhan en ese mes de diciembre.
“El virus circulaba ampliamente en Wuhan en diciembre”, aseveró Embarek.
El investigador señaló que descubrieron que había más de una docena de cepas del virus en Wuhan ya en diciembre, una señal que refleja una propagación más amplia de lo que se pensaba. El equipo internacional de expertos también aseguró que aún no había sido identificada ninguna fuente animal del coronavirus.
Embarek luego daría a entender en una entrevista que la redacción del informe había sido producto de la presión de sus colegas chinos para que no mencionaran una posible fuga de laboratorio como origen. Luego la OMS publicó una editorial en la revista Science en la que afirmaba que no se puede descartar la teoría de una filtración de laboratorio a menos que existan pruebas suficientes para esto. “Las hipótesis de los laboratorios deben ser examinadas cuidadosamente, centrándose en los laboratorios del lugar donde surgieron los primeros informes de infecciones humanas en Wuhan”, escribieron los funcionarios.
Distintas investigaciones mostraron luego que hubo entre 247 y 260 casos en la base de datos oficial de los CDC para diciembre de 2019, mucho más de lo que China admitió al principio de la pandemia, y más de lo que declaró a la OMS un año después.
Los datos hablan de al menos 165 casos que fueron confirmados por el laboratorio. La cuestión entonces es saber cuáles fueron esos casos adicionales, dónde tuvieron lugar y qué se sabe de los contagios de noviembre. China, lamentablemente, no ofrece respuestas a estas preguntas que podrían ayudar a determinar cómo se originó la pandemia.
Estudios de julio de este año publicados por la revista Science determinaron que el mercado animal de Wuhan fue el epicentro de la pandemia de COVID-19.
Responder el interrogante sobre si la enfermedad surgió de forma natural de animales a humanos, o si fue resultado de un accidente de laboratorio, es considerado vital para evitar la próxima pandemia y salvar millones de vidas.
El primer artículo analizó el patrón geográfico de los casos de COVID en el primer mes del brote, en diciembre de 2019, y mostró que los primeros contagios se aglomeraban alrededor del mercado de Wuhan.
El segundo estudió la información genómica de los primeros casos para analizar la evolución temprana del virus, concluyendo que era improbable que circulara ampliamente entre humanos antes de noviembre de 2019.
Ambos fueron anteriormente publicados como preimpresiones o “preprints”, pero ahora fueron sometidos a una revisión científica por pares y aparecen en la prestigiosa revista.
Michael Worobey, de la Universidad de Arizona y coautor de ambos artículos, pidió previamente en una carta a la comunidad científica ser más abierta a la idea de que el virus fue resultado de una filtración de laboratorio.
Pero los hallazgos lo llevaron “al punto donde ahora también pienso que simplemente no es posible que este virus fuese introducido de ninguna otra forma que mediante el comercio de animales silvestres en el mercado de Wuhan”, dijo a periodistas en una llamada.
Aunque la investigación previa se había enfocado en el mercado de animales vivos, los investigadores querían más pruebas para determinar que realmente fuese el origen del brote, no su amplificador.
Esto requirió un estudio a escala de vecindarios dentro de Wuhan para asegurarse de que el virus era “zoonótico”, es decir que saltó de animales a personas.
El equipo del primer estudio usó herramientas de mapeo para determinar la ubicación de la mayoría de los primeros 174 casos identificados por la Organización Mundial de la Salud, encontrando que 155 de ellos estaban en Wuhan.
Estos casos se acumulaban alrededor del mercado, y algunos de los primeros pacientes sin historia reciente de visitar el mercado vivían muy cerca.
Los mamíferos que hoy se sabe son infecciosos, entre ellos zorros rojos, tejones y perros mapaches, todos se vendían vivos en el mercado, según el equipo.
Es imprescindible que China asuma un rol más protagónico en la investigación de la pandemia. Debe ser exhaustiva y liderada por un equipo de personas que incluya tanto a científicos como a expertos en salud de dentro y fuera del gigante asiático.
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