Cuando una persona fuma cigarrillos u otros productos con tabaco, quedan residuos químicos en el ambiente cerrado, como una oficina o el hogar, que pueden ser absorbidos por las superficies de las paredes, incorporados a las partículas del polvo o quedar suspendidos en el aire. Forman parte del humo de tercera mano.
Aunque los efectos sobre la salud de la exposición al humo de tercera mano han recibido recientemente la atención de investigadores. Las pruebas científicas demuestran esos residuos del consumo de tabaco pueden permanecer en la ropa expuesta al humo durante meses o años, en los muebles y en las paredes
Las pruebas con animales sugieren que hay motivos de preocupación por esos contaminantes persistentes. Ahora, un pequeño estudio en el que han participado 10 personas ha descubierto que los residuos del humo del tabaco en la ropa podrían elevar los biomarcadores asociados a la inflamación, imitando los mecanismos de las enfermedades de la piel. La investigación se publicó en eBioMedicine.
Aunque ninguno de los voluntarios desarrolló enfermedades de la piel como la dermatitis de contacto y la psoriasis, el equipo que ha realizó el estudio afirma que el daño causado a la piel podría provocar problemas de salud más adelante.
“Nuestras exposiciones al humo de tercera mano fueron breves, no causaron irritación de la piel y no es probable que induzcan enfermedades cutáneas. Sin embargo, los marcadores asociados con la activación en fase temprana de la dermatitis de contacto, la psoriasis y otras enfermedades de la piel fueron elevados”, escribieron los investigadores en su informe.
Los investigadores estudiaron a 10 no fumadores sanos de entre 22 y 45 años, a los que se les pidió que llevaran ropa afectada por el humo de terceros durante tres horas. También se les pidió que pasaran 15 minutos en una cinta de correr cada hora, de modo que se absorbieran más partículas de humo de tercera mano a través de la piel mediante la transpiración.
Tras tomar muestras de sangre y orina, el equipo descubrió que los biomarcadores que indican el daño oxidativo del ADN eran elevados. También se detectaron cambios en los niveles de proteínas en sangre. Es más, los cambios persistieron hasta 22 horas después de la exposición. No se observaron tales cambios cuando los mismos 10 participantes habían usado ropa limpia para el ejercicio, en otra sesión de pruebas.
Los resultados sugieren que la exposición al humo de tercera mano se hace eco del tipo de daño y activación de las respuestas inmunitarias que se miden en los fumadores de cigarrillos, informaron los investigadores.
Aunque ninguno de los participantes en el estudio mostró cambios en su piel o en su salud, los primeros indicadores están ahí y necesitan más investigación: hasta ahora sólo se han realizado muy pocos estudios sobre cómo responden los humanos a la exposición al humo de tercera mano, y ninguno sobre la exposición a través de la piel.
“Hay un desconocimiento general de las respuestas de la salud humana a la exposición al humo de tercera mano”, afirmó la bióloga celular Prue Talbot, de la Universidad de California en Riverside.
“Si compras un coche usado que ha sido propiedad de un fumador, te estás exponiendo a un cierto riesgo para la salud. Si va a un casino donde se permite fumar, está exponiendo su piel al humo de tercera mano. Lo mismo ocurre si se aloja en una habitación de hotel ocupada anteriormente por un fumador”, advirtió.
Los investigadores proponen que la piel podría ser el mayor riesgo de exposición al humo de tercera mano porque es el órgano más grande que tenemos: es difícil proteger cada parte de nuestro cuerpo de las superficies y el aire con los que entramos en contacto.
Para el futuro, los investigadores esperan realizar estudios con grupos más amplios de personas durante un período de tiempo más largo, y también quieren examinar los efectos que los cigarrillos electrónicos tienen sobre el entorno y la población.
Mientras tanto, los resultados del estudio deberían ser útiles para añadir a las pruebas existentes en torno a los peligros del humo de tercera mano, hacer que la gente sea consciente de los riesgos y trabajar para encontrar formas de mitigarlos.
“Nuestros hallazgos pueden ayudar a los médicos a diagnosticar a los pacientes expuestos al humo de tercera mano y a desarrollar políticas reguladoras que traten de remediar los ambientes interiores contaminados por el humo de tercera mano”, afirma la bióloga Shane Sakamaki-Ching, que dirigió el estudio mientras estaba en la UC Riverside.
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