Se calcula que, cada año, unas 900.000 personas en el mundo mueren por exposición al plomo, una situación que, además, puede provocar un mayor riesgo de comportamiento antisocial, enfermedades cardiovasculares y reducción de la fertilidad. Algunos países han logrado monitorear la contaminación por este metal y regular las emisiones, con resultados positivos. En la vigilancia, la investigación y la adopción de medidas de control están las claves.
En Alemania funciona un biobanco con 400.000 muestras de más de 17.000 personas. En su mayoría, son de sangre, orina y plasma, y se ha convertido en una gran herramienta para contar con pruebas sobre los efectos de la contaminación química en los seres humanos. Este tipo de instalaciones permite a las autoridades sanitarias y ambientales tomar medidas para reducir la exposición a los contaminantes, como mercurio y plásticos, y resguardar el derecho a la salud.
Es el Banco de Especímenes Ambientales de Alemania, una iniciativa del Ministerio Federal de Medio Ambiente. Contiene las muestras que se conservan en 42 criotanques de acero inoxidable. Se organizó para monitorear y analizar sistemáticamente la exposición humana a sustancias químicas como el plomo, el mercurio, los plásticos y otras hace más desde hace cuatro décadas. Con los resultados que obtienen a partir de los análisis, se toman decisiones en el país para que haya un mejor control de las fuentes de contaminación.
Los expertos del Banco y los del Instituto Fraunhofer de Ingeniería Biomédica recogen y analizan muestras de sangre y orina de voluntarios de los cuatro rincones de Alemania cada año. Al estudiarlas van identificando qué sustancias se han acumulado en cantidades grandes y potencialmente peligrosas en los cuerpos de las personas, y verifican si las prohibiciones y regulaciones de algunas de esas sustancias han funcionado realmente para proteger a la población.
Al hacer el monitoreo y tomar decisiones sobre la regulación de las fuentes contaminantes, los niveles de plomo y mercurio en sangre han caído en picada en las últimas décadas en Alemania. También esa reducción se ha producido en otros países industrializados que han tomado medidas. Sin embargo, la proliferación de compuestos orgánicos sintéticos como las sustancias perfluoroalquiladas y polifluoroalquiladas (PFAS, por sus siglas en inglés) ha creado nuevas amenazas para la salud humana en la actualidad.
El original banco se puso en marcha oficialmente en 1985. Las primeras muestras se recogieron en los alrededores de Münster, en el oeste de Alemania, pero tras la reunificación de Alemania Occidental y Oriental en 1990, el programa de muestreo anual se amplió al resto del país para rastrear las huellas de la contaminación química.
También almacena muestras ambientales, como huevos de ave, plantas, peces, mejillones, ciervos, lombrices de tierra y suelo, en 14 lugares diferentes, e incluye ciudades, reservas naturales y granjas. Pero se encuentran en un edificio diferente al que preserva las muestras humanas, que son de estudiantes de entre 20 y 29 años. Se incluye solo a esas edades para excluir a las personas que podrían tener una alta exposición laboral a sustancias químicas.
Hay unas dos docenas de bancos de muestras ambientales en todo el mundo. El más antiguo se encuentra en Estocolmo, Suecia, y funciona desde la década de 1960. En el de Alemania, llevan “más de tres décadas utilizando los mismos métodos estandarizados de muestreo y almacenamiento. Eso hace que nuestros datos sean realmente comparables y nos permite hacer análisis y predicciones con confianza”, contó Marike Kolossa-Gehring, bióloga y una de las líderes del banco que depende de la Agencia Ambiental Alemana, en diálogo con la revista National Geographic.
Un trabajo que realizaron demostró que los niveles de mercurio en sangre y orina se redujeron un 57% y un 86% respectivamente entre 1995 y 2018. Una de las razones de ese descenso continuo es la disminución del uso de amalgamas en odontología y, probablemente, la concientización sobre la exposición al mercurio del pescado y el marisco.
El plomo ha seguido una tendencia similar. Los datos obtenidos de 3.851 adultos jóvenes en Münster muestran que el nivel medio de este metal en sangre se redujo en aproximadamente un 87% entre 1981 y 2019. La razón principal: la prohibición de la gasolina con plomo en Alemania entró en vigor en 1988, por lo que los gases de escape de los automóviles ya no contaminan el aire con este metal.
Aunque es obligatorio realizar ciertas pruebas antes de utilizar nuevas sustancias en productos comerciales, los datos sobre los efectos a largo plazo en la salud son escasos en esos casos. El número de sustancias químicas sintéticas crece con tanta rapidez que es casi imposible hacer un seguimiento de sus efectos individuales, por no hablar de los combinados.
La Unión Europea tiene probablemente la normativa más estricta sobre productos químicos. En abril, la Comisión Europea publicó una hoja de ruta con las restricciones. Según las autoridades, podrían prohibirse hasta 12.000 sustancias relacionadas con alteraciones hormonales, cáncer, obesidad o diabetes. Sería la “mayor prohibición de sustancias químicas tóxicas” hasta la fecha, según la Oficina Europea de Medio Ambiente (OEMA), una red de grupos de ciudadanos, y podría suponer un duro golpe para la industria petroquímica.
Uno de los principales objetivos: los PFAS, apodados “productos químicos para siempre” porque tardan cientos de años en degradarse de forma natural. Los envases alimentarios y los retardantes de llama, la ropa impermeable y los equipos de exterior, los paraguas y las sartenes antiadherentes, todos utilizan sustancias tóxicas PFAS. Se han encontrado rastros de estas y otras sustancias, como los ftalatos, que se utilizan como disolventes y como plastificantes. Hay en todas las muestras del banco de Alemania. Estas sustancias químicas son omnipresentes y es imposible rastrear su origen de forma fiable. Por eso es muy importante regular su uso.
En julio pasado, se conocieron los resultados de un estudio que demostró que mujeres que estuvieron expuestas a múltiples ftalatos durante el embarazo tuvieron un mayor riesgo de parto prematuro, según una nueva investigación de los Institutos Nacionales de Salud. Los ftalatos son sustancias químicas utilizadas en productos de cuidado personal, como los cosméticos, así como en disolventes, detergentes y envases de alimentos.
Tras analizar los datos de más de 6.000 embarazadas en Estados Unidos, los investigadores descubrieron que las mujeres con mayores concentraciones de varios metabolitos de ftalatos en la orina tenían más probabilidades de dar a luz a sus bebés de forma prematura, es decir, tres o más semanas antes de la fecha prevista para el parto.
“Tener un parto prematuro puede ser peligroso tanto para el bebé como para la madre, por lo que es importante identificar los factores de riesgo que podrían prevenirlo”, dijo la doctora Kelly Ferguson, epidemióloga del Instituto Nacional de Ciencias de la Salud Ambiental (NIEHS), parte de los NIH, y autora principal del estudio publicado en la revista JAMA Pediatrics.
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