Sobre los efectos de la pandemia en la salud mental de niños, adolescentes y adultos mucho se investigó en el último tiempo.
Se vio, por ejemplo, un incremento de la ansiedad, crisis de angustia y trastornos de conducta alimentaria entre los más chicos. Mientras que entre los adultos, la gran incertidumbre laboral, sumada a la preocupación por la salud propia y de los seres queridos disparó los niveles de estrés y propició, en muchos casos, la aparición de fobias sociales.
Ya en 2013, seis años antes de que emergiera la pandemia por coronavirus, la Asociación Estadounidense de Psiquiatría había adoptado formalmente el término “trastorno de ansiedad por enfermedad” para describir a las personas con preocupaciones desproporcionadas y debilitantes sobre su salud.
Si hay algo en lo que coinciden los expertos en salud mental es que la enfermedad COVID-19, además de afectar físicamente a millones de personas, también generó muchos otros millones de problemas mentales a la población mundial. El miedo, la preocupación, la ansiedad y las consultas a los especialistas en general aumentaron de forma alarmante, generalmente caracterizados en un cuadro de estrés, o trastornos de ansiedad.
En la Argentina, un estudio del CONICET de alcance nacional expuso el impacto que tuvo la pandemia en los problemas de salud mental. De acuerdo a esa investigación, el 47,2% de las personas consultadas contestó que tuvo algún “trastorno de ansiedad”, seguido por la “depresión” (36,8%) y afecciones de tipo “psiquiátrico” (14,0%). El informe “Salud, bienestar, coronavirus y vacunas según región y adscripción religiosa”, estuvo dirigido por la doctora en Ciencias Sociales, Gabriela Irrazábal (UNLP-UBA), del centro de estudios CEIL-Piette de CONICET.
Ahora, un nuevo estudio realizado por investigadores de la Universidad Estatal de Florida concluyó que la crisis sanitaria global que desató el COVID-19 pudo haber cambiado la personalidad de las personas.
Es que, según precisaron los autores del trabajo, “se cree que los rasgos de personalidad son relativamente impermeables a las demandas ambientales en la edad adulta”. Y lo cierto es que la pandemia de coronavirus representó una oportunidad sin precedentes para examinar si la personalidad de quienes la vivieron en primera persona había cambiado durante un evento global tan estresante.
El estudio, que fue publicado esta semana en la revista especializada Plos One, observó que “los adultos más jóvenes se volvieron más malhumorados y más propensos al estrés, menos cooperativos y confiados, y menos comedidos y responsables”.
Para el trabajo, los investigadores utilizaron evaluaciones de personalidad de 7.109 personas inscritas en el Estudio de Comprensión de los Estados Unidos en línea para examinar los cambios de personalidad relativamente antes (2020) y más tarde (2021-2022) en la pandemia en comparación con los niveles previos a la aparición del SARS-CoV-2 en el mundo. Los participantes recibieron una prueba de personalidad ampliamente utilizada que mide cinco rasgos: neuroticismo, extroversión, apertura, amabilidad y escrupulosidad.
Los participantes, todos entre 18 a 109 años, se hicieron las pruebas antes de la pandemia, al principio y después de la pandemia, con un promedio de tres pruebas por participante.
De acuerdo con otros estudios, hubo relativamente pocos cambios entre los rasgos de personalidad previos a la pandemia y los de 2020, con sólo una pequeña disminución en el neuroticismo. Sin embargo, hubo disminuciones en la extroversión, la apertura, la amabilidad y la escrupulosidad cuando se compararon los datos de 2021-2022 con la personalidad previa a la pandemia.
Según vieron los investigadores, los cambios fueron aproximadamente una décima parte de una desviación estándar, lo que equivale a aproximadamente una década de cambio normativo de personalidad. Los cambios fueron moderados por la edad, con adultos más jóvenes que mostraron una madurez interrumpida en forma de un mayor neuroticismo y una disminución de la amabilidad y la escrupulosidad, y el grupo de adultos de mayor edad no mostró cambios estadísticamente significativos en los rasgos.
Los autores concluyeron que si estos cambios son duraderos, sugiere que los eventos estresantes en toda la población pueden torcer ligeramente la trayectoria de la personalidad, especialmente en los adultos más jóvenes.
Los autores analizaron: “Hubo un cambio de personalidad limitado al principio de la pandemia, pero cambios sorprendentes a partir de 2021. Cabe destacar que la personalidad de los adultos jóvenes fue la que más cambió, con aumentos marcados en el neuroticismo y disminuciones en la amabilidad y la escrupulosidad. Es decir, los adultos más jóvenes se volvieron más malhumorados y más propensos al estrés, menos cooperativos y confiados, y menos comedidos y responsables”.
La profesora Angelina Sutin estuvo a cargo del estudio y señaló que “aunque la pandemia fue estresante para todos, interrumpió las tareas normativas de la edad adulta más joven, como la escuela y la transición a la fuerza laboral y ser sociable y desarrollar relaciones”. Y tras asegurar que los resultados del trabajo son “especulativos” porque no midieron las razones del cambio, consideró que “esta interrupción puede haber tenido un mayor impacto en los adultos más jóvenes porque estas tareas son muy importantes para este grupo de edad”.
Los investigadores continuarán monitoreando la cohorte para ver si los cambios de personalidad son temporales o más duraderos.
Para el profesor Wiebke Bleidorn, psicólogo de la Universidad de Zúrich, quien no participó en la investigación, “es interesante ver este efecto promedio, a pesar del hecho de que las personas deben lidiar con las cosas que suceden de manera bastante diferente”. “Una interpretación es que no tener las experiencias formativas normales detiene el desarrollo. Será interesante ver si estos rasgos se recuperan”.
Cuándo los cambios en el comportamiento se tratan de una fobia
Según la Mayo Clinic, “en el trastorno de ansiedad social, también llamado fobia social, las interacciones de todos los días causan muchísima ansiedad, inseguridad y vergüenza por miedo al escrutinio o la opinión de los demás”.
El miedo y la ansiedad conducen a una abstención que puede alterar la vida de quien la padece, afectando sus relaciones, la rutina diaria, el trabajo, la escuela u otras actividades.
Pablo López es psicoterapeuta de Grupo Ineco (MN 36163) y director de la carrera de Psicología de Universidad Favaloro, y consultado por este medio definió que “la fobia es una expresión patológica de la ansiedad”.
Y amplió: “Patológica porque es excesivamente intensa y genera cambios en el comportamiento habitual”.
Consiste en un miedo intenso y desproporcionado causado por objetos o situaciones de lo más variados. El temor puede estar ocasionado desde por insectos y lugares cerrados hasta viajar en avión o dar discursos en público. También puede ser un sentimiento fuerte de odio o rechazo hacia algo que nos genera problemas emocionales y sociales. Puede presentarse en muchísimas formas.
Consultado acerca de si puede la ansiedad por un tema derivar en fobia, López explicó que “las personas que desarrollan fobias están predispuesta a eso, no es una condición que se adquiere por cuestiones del entorno”. “Cada vez más se sabe que todas las causas de los trastornos mentales es una combinación de predisposición en complemento con situaciones vitales estresantes”, puntualizó.
Es un poco aquello de que no se enferma el que quiere si no el que puede. “Hay personas que tienen predisposición a la ansiedad y en determinadas situaciones de ansiedad pueden, en combinación con una situación estresante, desarrollar una fobia”, ahondó.
Si bien la manera en que se manifiestan y el abordaje terapéutico varía en función del tipo de fobia, “se entiende por fobia específica a aquella que se desarrolla frente a un objeto o situación en particular, y esa característica la comparten tanto la aracnofobia (fobia a las arañas) como la aerofobia (miedo a volar) o las fobias relacionadas con la salud del tipo de la tripanofobia (miedo a las agujas) pero en realidad no están así definidas en los manuales diagnósticos”, aseguró López.
Sobre los temores relacionados con la salud, muchos de los cuales hicieron su aparición en estos dos últimos años de pandemia, el especialista explicó que “las intervenciones médicas en general tienen una respuesta fisiológica distinta al resto de las fobias específicas”.
El tratamiento es diferente en cada fobia específica, y a grandes rasgos se trata -primero- de que la persona entienda por qué le pasa lo que le pasa. “Un vez que entiende lo que le pasa y por qué es importante hacerle frente, en el tratamiento se puede recurrir a la exposición gradual frente a lo que se tema, siempre en un contexto de mucho cuidado y desde lo que menos miedo genera a lo que más, en algunos casos o a la aplicación de estrategias de relajación diferencial en los casos de los miedos relacionados con temas médicos”, finalizó López.
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