La pandemia por el SARS-CoV-2 lleva más de dos años entre nosotros y, gracias al arduo trabajo de la ciencia, en la actualidad se conocen varios aspectos sobre la enfermedad. Su avance provocó que millones de personas, a lo largo y ancho del planeta, se contagiaran. Con lo cual, las secuelas por esta patología comenzaron a evidenciarse por millones. La más íntimamente relacionada y que se encuentra bajo análisis es el COVID prolongado o long COVID, una serie de síntomas que persiste por meses después de la infección.
Sin embargo, esta manifestación prolongada tras la infección aún está bajo análisis, ya que hasta el momento se cuentan con más 200 síntomas asociados. Uno de estos es la encefalomielitis miálgica (EM) o síndrome de fatiga crónica (SFC), una patología que, aunque se la asocia al long COVID, necesitaría de un abordaje específico, según destacan los expertos.
Un estudio publicado la pasada semana en la reconocida revista científica BMJ resaltó, “la carga global de COVID prolongado puso de relieve el misterio descuidado durante mucho tiempo de los síndromes post virales”, afirmó el autor del trabajo Vett Lloyd, biólogo de la Universidad Mount Allison en Sackville, Canadá. En ese sentido, los científicos que realizaron esta investigación resaltaron que la encefalomielitis miálgica o síndrome de fatiga crónica (EM/SFC) es un síndrome post viral, es decir que surge luego de una infección, como ocurre con el SARS-CoV-2.
Esta afirmación ya había sido advertida por expertos de la Clínica Cleveland (Estados Unidos) en junio de este año. Según detectaron, de los 962 pacientes analizados, más de dos tercios (67,2 %) informaron fatiga al menos moderada, mientras que el 21,8 % registraron fatiga severa. “Los médicos y los investigadores están explorando varias posibilidades que incluyen tener un estado inflamatorio persistente o una respuesta de anticuerpos inadecuada, y existe otra idea de que existe una actividad viral en curso que está causando daño a los órganos”, indicaron los especialistas de la Clínica Cleveland.
En este sentido, el doctor Julián Bustin, Jefe de la Clínica de Memoria y Gerontopsiquiatria de Ineco, había resaltado en diálogo con Infobae que estos “síntomas pueden aparecer hasta 12 semanas después de tener la infección. Son síntomas prolongados que se dan hasta en un 33% de las personas que tuvieron COVID”. Al tiempo que resaltó que “la niebla mental es una cuestión parecida al síndrome de fatiga crónica. Uno se siente cansado todo el tiempo y con dificultades para concentrarse. Inclusive lo vemos en muchos pacientes que no pasaron por una terapia intensiva”. Es por este motivo que el experto resaltó: “Se debe hacer una evaluación de todos los aspectos neuropsiquiátricos. Cuanto más interdisciplinaria la consulta, mejor será el diagnóstico”.
De acuerdo a los datos difundidos por Mayo Clinic, el 91% de los pacientes estadounidenses tiene un diagnóstico y un tratamiento inadecuado para esta patología. A su vez, advierten que un porcentaje significativo de estas personas sufre durante muchos meses los síntomas. “Es un trastorno complicado que se caracteriza por una fatiga extrema que dura al menos seis meses”, señalaron desde la entidad médica.
Según el Instituto de Medicina norteamericano, el síndrome de fatiga crónica afecta entre 836 mil y 2,5 millones de personas tan solo en Estados Unidos y se calcula que entre el 2 y el 4% de la población mundial padece Fibromialgia o Síndrome de Fatiga Crónica. Siendo que ese número fue previo a la pandemia.
“La historia reciente nos muestra que muchas enfermedades, especialmente las virales, pueden dejar secuelas a largo plazo muy discapacitantes y lo peor es que los médicos estamos muy entrenados para tratar las emergencias o las enfermedades agudas y menos capacitados para lidiar con ‘el día después’ de los daños que pueden dejar las enfermedades crónicas”, había advertido el médico cardiólogo Mario Boskis, de la Sociedad Argentina de Cardiología, en diálogo con Infobae.
Al tiempo que agregó: “Muchos recuperados del COVID-19 nos consultan por síntomas persistentes, como fatiga, falta de aire, dolores articulares o trastornos cognitivos. El discurso más frecuente es que sienten que no son la misma persona que eran antes de la infección. El desafío ahora es encontrar una relación causal entre el virus y los síntomas. Su ausencia en los tests diagnósticos nos lleva a pensar en una reacción inflamatoria, desencadenada por el virus que persiste por meses”.
“El COVID-19 y las secuelas que deja han puesto a la luz las consecuencias que generan a largo plazo algunas infecciones y la imperiosa necesidad de lograr respuestas desde tratamientos médicos y de rehabilitación y desde políticas públicas”, había advertido a Infobae Karina Ramacciotti, doctora en Ciencias Sociales por la Universidad de Buenos Aires e investigadora principal del Conicet en la Universidad Nacional de Quilmes.
Vale recordar que uno de los primeros estudios sobre esta patología se realizó a casi un año de que se declarara la pandemia, con lo cual esta enfermedad, su diagnóstico y tratamiento deberían ponerse sobre la mesa para su análisis. Es en que en 2021, Mady Hornig, inmunóloga de Columbia y experta en la enfermedad neurológica, había advertido que “muchas personas que han tenido COVID-19 y se han recuperado de sus síntomas respiratorios ahora están experimentando problemas de salud que a menudo vemos en las primeras etapas de EM/ SFC”, por lo cual instó a profundizar en su investigación.
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