Desde el inicio de la pandemia por el coronavirus se han registrado más de 605 millones de casos confirmados de COVID-19 y más de 6,4 millones de muertes en todo el mundo. Si bien la mayoría por la infección se recupera de la fase aguda, un estudio en el Reino Unido demostró que los afectados por el coronavirus pueden estar en mayor riesgo de desarrollar coágulos sanguíneos que son potencialmente mortales durante las 49 semanas siguientes.
La investigación se realizó teniendo en cuenta los registros sanitarios de 48 millones de adultos no vacunados de la primera ola de la pandemia en el Reino Unido. Los resultados, que fueron publicados en la revista Circulation, sugirieron que la pandemia de COVID-19 puede haber provocado 10.500 casos adicionales de infartos de miocardio, ataques cerebrovasculares y otras complicaciones de los coágulos sanguíneos, como la trombosis venosa profunda, sólo en Inglaterra y Gales en 2020.
Igualmente los investigadores aclararon que el exceso de riesgo de cóagulos para las personas que tienen el COVID-19 sigue siendo pequeño y se reduce con el tiempo.
La investigación -en la que ha participado un amplio equipo de investigadores dirigido por las universidades de Bristol, Cambridge y Edimburgo, y la de Swansea- muestra que las personas que solo padecen un cuadro leve o moderado por el coronavirus también pueden desarrollar coágulos posteriormente.
Los autores sugieren que las estrategias preventivas, como la administración de medicamentos a los pacientes de alto riesgo para reducir la presión arterial, podrían ayudar a reducir los casos de coágulos graves.
Los investigadores estudiaron las historias clínicas electrónicas -que no estaban identificadas- de toda la población de Inglaterra y Gales entre enero y diciembre de 2020 para comparar el riesgo de coágulos de sangre después del COVID-19 con el riesgo en otros momentos. Se accedió a los datos de forma segura a través del NHS Digital Trusted Research Environment para Inglaterra, y el SAIL Databank para Gales.
En la primera semana tras el diagnóstico de COVID-19, las personas tenían 21 veces más probabilidades de sufrir un ataque al corazón o un ataque cerebrovascular, afecciones causadas principalmente por coágulos que bloquean las arterias. Esta probabilidad se redujo a 3,9 veces más después de cuatro semanas.
Los investigadores también estudiaron las afecciones causadas por coágulos sanguíneos en las venas. Dentro de esos trastornos se incluyen la trombosis venosa profunda y la embolia pulmonar, que consiste en la presencia de un coágulo en los pulmones que puede ser mortal. El riesgo de que se formen coágulos en las venas era 33 veces mayor en la primera semana tras el diagnóstico de COVID-19. Este riesgo se redujo a ocho veces más después de cuatro semanas.
El mayor riesgo de coágulos sanguíneos tras el diagnóstico de COVID-19 se mantuvo durante toda la duración del estudio, aunque entre las semanas 26 y 49 se redujo a 1,3 veces más de probabilidad de coágulos en las arterias y 1,8 veces más de probabilidad de coágulos en las venas.
La mayoría de las investigaciones anteriores estudiaron el impacto de COVID-19 en la coagulación de la sangre en personas hospitalizadas. El nuevo estudio muestra que también hubo un efecto en las personas que tuvieron COVID-19 pero no requirieron de la hospitalización, aunque su exceso de riesgo no fue tan grande como en el caso de los que tenían una enfermedad grave y fueron internados.
Los autores afirman que el riesgo de formación de coágulos para las personas sigue siendo bajo. En las personas con mayor riesgo -hombres mayores de 80 años-, dos hombres más de cada 100 infectados pueden sufrir un ataque cerebrovascular o un infarto tras la infección por COVID-19.
Los datos analizados se recogieron en 2020, antes del despliegue de la vacunación masiva en el Reino Unido, y antes de que las variantes más recientes de COVID-19, como Delta y Ómicron, estuvieran extendidas. Los investigadores están estudiando ahora los datos más allá de 2020 para comprender el efecto de la vacunación y el impacto de las variantes más recientes.
La investigación contó con el financiamiento del Centro de Ciencia de Datos de la BHF en Health Data Research UK, el Estudio Básico Nacional Longitudinal de Salud y Bienestar COVID-19, el Estudio Básico Nacional de Datos y Conectividad y el estudio Convalescence dedicado al COVID prolongado.
Jonathan Sterne, catedrático de Estadística Médica y Epidemiología de la Universidad de Bristol, director del Centro de Investigación Biomédica NIHR de Bristol y director de Health Data Research UK South West, que codirigió el estudio, afirmó: “Nos tranquiliza el hecho de que el riesgo descienda con bastante rapidez -sobre todo en el caso de los infartos de miocardio y los ataques cerebrovasculares-, pero la constatación de que sigue siendo elevado durante algún tiempo pone de manifiesto los efectos a más largo plazo de la COVID-19 que sólo estamos empezando a comprender”.
En tanto, Angela Wood, catedrática de bioestadística de la Universidad de Cambridge, directora asociada del Centro de Ciencia de los Datos de la Fundación Británica del Corazón y codirectora del estudio, resaltó que demostraron “que incluso las personas que no fueron hospitalizadas se enfrentaron a un mayor riesgo de coágulos en la primera ola del COVID-19. Aunque el riesgo para los individuos sigue siendo pequeño, el efecto sobre la salud pública podría ser sustancial y las estrategias para prevenir los eventos vasculares serán importantes a medida que avancemos en la pandemia”.
El doctor William Whiteley, epidemiólogo clínico y neurólogo de la Universidad de Edimburgo, que codirigió el estudio, comentó la importancia del trabajo publicado: “El efecto que tiene la infección por coronavirus en el riesgo de afecciones relacionadas con los coágulos sanguíneos está poco estudiado, y las formas de prevenir estas afecciones tras la infección, basadas en evidencias, serán fundamentales para reducir los efectos de la pandemia en los pacientes”.
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