Entre todos los planetas de nuestro sistema solar, Saturno es ciertamente el que atrae más la imaginación, gracias a sus inmensos anillos. Pero no existe un consenso entre los expertos sobre su origen o formación, ni siquiera sobre su edad.
Sin embargo, un estudio publicado en la prestigiosa revista Science intenta aportar una respuesta a esa pregunta de larga data.
Según esta investigación, hace 100 millones de años se rompió una Luna que se acercó demasiado a Saturno, y sus restos se pusieron luego en órbita alrededor del planeta.
“Los anillos de Saturno fueron descubiertos por Galileo hace unos 400 años, y son uno de los objetos más interesantes de observar en el sistema solar a través de un pequeño telescopio”, detalla Jack Wisdom, autor del estudio.
“Es satisfactorio haber encontrado una explicación plausible a su formación”, confesó a agencia de noticias AFP este profesor de ciencias planetarias en el Massachusetts Institute of Technology (MIT).
Saturno, sexto planeta en torno al Sol, se formó hace 4.500 millones de años, en los orígenes del sistema solar.
Pero hace unas décadas, científicos aseguraron que los anillos de Saturno aparecieron mucho más tarde: hace unos 100 millones de años.
Esa hipótesis se vio reforzada por observaciones de la sonda Cassini, lanzada en 1997 y retirada en 2017.
“Pero, como nadie pudo determinar la forma en que estos anillos solo aparecieron hace 100 millones de años, algunos cuestionaron el razonamiento”, explicó Wisdom.
Wisdom y sus colegas construyeron entonces un modelo complejo que permite no solo explicar su aparición reciente, sino entender también la inclinación del planeta.
El eje de rotación de Saturno está inclinado en 26,7° con respecto a su vertical. Y siendo este planeta un gigante gaseoso, podría esperarse que el proceso de acumulación de materia que condujo a su formación hubiera evitado esa inclinación.
Los investigadores, que a través de complejos modelos matemáticos, llegaron a un descubrimiento reciente: Titán, el mayor satélite de Saturno (de los más de 80 que tiene) se aleja a razón de 11 centímetros por años.
Ese movimiento modificó de a poco la frecuencia a la que el eje de rotación de Saturno da una vuelta completa alrededor de la vertical, un poco como lo hace un trompo inclinado. Un detalle importante ya que hace unos 1.000 millones de años, esta frecuencia entró en sincronía con la frecuencia de la órbita de Neptuno; un mecanismo poderoso que provocó la inclinación de Saturno hasta 36°.
Sin embargo, los investigadores observaron que esta sincronización entre Saturno y Neptuno (llamada resonancia) ya no era exacta y solo un poderoso evento podría interrumpirla.
Adelantaron la hipótesis de que una luna de órbita caótica se acercó demasiado a Saturno, hasta que las fuerzas gravitacionales contradictorias causaron su rotura.
“Se rompió en varios pedazos, y estos pedazos, también dislocados, formaron poco a poco anillos”, indicó Wisdom.
La influencia de Titán, que siguió alejándose, redujo finalmente la inclinación de Saturno hasta el nivel que se puede observar hoy.
Wisdom bautizó a luna Chrysalis (Crisálida), comparando la aparición de los anillos de Saturno con una mariposa que emerge de un capullo.
Los científicos pensaron que Chrysalis era un poco más pequeña que nuestra Luna, y más o menos del tamaño de otro satélite de Saturno, Japet, que está casi enteramente constituido de hielo.
“Es entonces plausible lanzar la hipótesis de que Chrysalis también está hecha de agua helada, lo cual se necesita para crear los anillos”, señala el profesor.
(Con información de AFP)
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