Con la noticia aún fresca de la autorización de emergencia por parte de las agencias regulatorias de los EEUU y Europa, se conocieron los resultados de un análisis preliminar, que sugiere que los refuerzos actualizados ofrecen casi el mismo nivel de protección que una dosis adicional de las vacunas más antiguas, particularmente cuando se trata de evitar formas graves de COVID-19.
El estudio se publicó en el servidor de preimpresión de medRxiv el 26 de agosto y aún no fue revisado por pares. Sin embargo, los hallazgos ponen de relieve que las llamadas vacunas de segunda generación podrían no cumplir con la meta con la que fueron creadas de detener la circulación de las nuevas variantes más transmisibles.
Es que la esperanza era que estas vacunas actualizadas, basadas en la variante Ómicron del SARS-CoV-2, ofrecieran una protección sustancialmente mayor que las vacunas más antiguas basadas en la cepa del virus que surgió en 2019 en Wuhan.
Pero tras conocerse los últimos estudios, John Moore, científico de vacunas de Weill Cornell Medicine en la ciudad de Nueva York, reconoció que “esto no es una especie de súper escudo contra la infección en comparación con lo que podría haber obtenido hace dos semanas o hace un mes”.
Para el experto, que no participó en el estudio en cuestión, “los reguladores de los EEUU y el Reino Unido deberían haber tenido en cuenta la eficacia potencial de las vacunas actualizadas antes de autorizarlas”.
El 15 de agosto, el Reino Unido se convirtió en el primer país en autorizar el uso de emergencia de una de las nuevas vacunas “bivalentes”, desarrollada contra el linaje Ómicron BA.1 además de contra la secuencia original del SARS-CoV-2 identificada en Wuhan, China. A continuación, la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) de los EEUU dio luz verde a vacunas bivalentes similares.
Ocurre que los ensayos de eficacia a gran escala habían mostrado que la primera generación de vacunas contra el COVID-19 reducía el riesgo de enfermedad en más del 90%. Pero tales estudios, que involucraron la asignación aleatoria de decenas de miles de personas para recibir una vacuna o un placebo y luego seguir a estas personas para ver quién se infectó, ya no son prácticos, posibles ni éticos en 2022.
En cambio, las vacunas COVID-19 actualizadas se probaron en grupos más pequeños. Para medir su eficacia, los desarrolladores normalmente midieron las respuestas inmunitarias de los participantes, en particular los niveles de anticuerpos “neutralizantes” que bloquean la infección, y los compararon con los de las personas que recibieron otra dosis de la vacuna original.
En ese sentido, la mayoría de estos ensayos encontraron que las vacunas actualizadas, basadas no sólo en Ómicron, sino también en variantes más antiguas, incluida Beta, funcionaron un poco mejor en términos de esta medida que las vacunas originales. “Este es un refuerzo claramente superior”, había anunciado el presidente de la firma farmacéutica Moderna Stephen Hoge a los inversionistas el pasado 8 de junio, al promocionar tales resultados de la vacuna bivalente basada en BA.1 de la compañía.
Para tratar de dar sentido a resultados como los de Moderna, un equipo dirigido por Deborah Cromer, modeladora matemática de la Universidad de Nueva Gales del Sur (UNSW) en Sydney, Australia, recopiló todos los resultados actualizados de ensayos de vacunas que los investigadores pudieron encontrar, como así como estudios que analizan la eficacia de la cuarta dosis de la vacuna original.
Ambos tipos de vacunas dispararon los niveles de anticuerpos, pero las versiones actualizadas lo hicieron a niveles que eran, en promedio, 1,5 veces más altos que los de las vacunas más antiguas basadas en la secuencia original del SARS-CoV-2. “No estamos hablando de un cambio radical”, había reconocido Cromer.
Lo cierto es que los estudios sugieren que los niveles más altos de anticuerpos neutralizantes proporcionados por las nuevas formulaciones equivalen a una mejor protección contra el COVID-19, pero no quedó claro a partir de los ensayos de vacunas actualizados cuánto más efectivos podrían ser.
Para determinar esto, el equipo de Cromer aplicó un modelo que ella, el inmunólogo de la UNSW Miles Davenport y sus colegas desarrollaron relacionando la eficacia de las vacunas COVID-19 originales con los niveles de anticuerpos. Así fue que los investigadores encontraron que la mayoría de los beneficios proporcionados por las vacunas actualizadas se transmiten mediante una dosis adicional de cualquiera de las vacunas ya disponibles.
Y ejemplificaron: En una población donde la mitad de las personas ya están protegidas contra una infección sintomática por SARS-CoV-2 a través de una vacunación o infección previa, un refuerzo de vacuna actualizado aumentó la protección hasta el 90%, en comparación con el 86% de protección proporcionado por una dosis adicional de la vacuna original. Sin embargo, para la protección contra enfermedades graves, la diferencia en la protección fue inferior al 1%.
En tanto, a nivel de población, los investigadores creen que las vacunas actualizadas podrían tener sentido. El equipo de Cromer estimó que, por cada mil personas, una campaña de refuerzo basada en vacunas actualizadas daría como resultado ocho hospitalizaciones menos, en promedio, que una basada en las vacunas antiguas. “Si eso se traduce en camas de hospital salvadas y casos graves evitados, ese podría ser un nivel suficiente para justificar la recomendación de un refuerzo con una variante modificada”, consideró.
Si se analizan los efectos a largo plazo, el análisis de Cromer sugiere que las diferencias podrían ser insignificantes. Incluso las vacunas actualizadas basadas en las variantes Beta y Delta deberían proteger contra las infecciones BA.4 y BA.5 casi tan bien como las vacunas basadas en esas variantes. De manera similar, las vacunas bivalentes que incluían la vacuna original no parecían más efectivas que las vacunas basadas únicamente en una variante más nueva.
Para Dean Follmann, estadístico del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas de los EEUU en Bethesda, Maryland, incluso los beneficios marginales de una vacuna basada en BA.4 y BA.5 podrían ser suficientes para justificar su implementación. “Probablemente sea algo mejor. Mucho mejor, probablemente no”, reconoció, al tiempo que sugirió que el mensaje principal del análisis debería ser que cualquier refuerzo de COVID-19 es bueno.
Otros científicos cuestionan la decisión de buscar refuerzos contra las variantes cuando el beneficio es tan pequeño. A Moore, por ejemplo, le preocupa que la gente piense que las vacunas actualizadas son mucho más efectivas que las vacunas existentes cuando no lo son y, por lo tanto, podrían exponerse a mayores riesgos de infección.
En la misma línea, Paul Offit, científico de vacunas del Hospital Infantil de Filadelfia en Pensilvania, se preguntó “si esta vacuna no es más efectiva que las vacunas actuales, ¿por qué distribuirla?”. El experto, que fue uno de los dos miembros de un comité asesor de la FDA que votó en contra de actualizar las vacunas contra el COVID-19, consideró que la actualización de las formulaciones “va a tener muy poco impacto en la incidencia de enfermedades graves”.
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