Más de 600 millones de personas han sido diagnosticadas en el mundo con el COVID-19 desde el inicio de la pandemia, y más de 6,4 millones han perdido la vida. Como nunca antes en la historia de la humanidad, en muy poco tiempo se desarrollaron vacunas efectivas y seguras que ya fueron aplicadas en el 64% de la población si se considera el esquema primario, y tratamientos que pueden contrarrestar la infección, especialmente en los pacientes más graves o con más riesgos de sufrir complicaciones (aunque aún hay falta de equidad en el acceso).
Desde 2020 hasta ahora se han registrado 5.398 ensayos clínicos sobre diferentes fármacos que evaluaron su eficacia y seguridad de manera individual o combinada con otros para COVID-19.
Existe un grupo de expertos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) que viene haciendo seguimiento y revisión de los resultados de los estudios y va actualizando la llamada “guía viviente” que sirve de orientación a las autoridades sanitarias y al personal de la salud. Dejan en claro qué fármacos se deben indicar y cuáles se deben evitar para no causar daño en los pacientes o porque no brindan beneficios para tratar el COVID-19.
Días atrás, también la prestigiosa revista The New England Journal of Medicine publicó un llamado de atención para el sector médico y para los pacientes y sus familias.
“En la práctica de la medicina basada en la evidencia, los médicos utilizan las mejores pruebas disponibles actualmente sobre la seguridad y la eficacia para tomar decisiones sobre las opciones de tratamiento para sus pacientes. Durante la pandemia de COVID-19, algunos de los primeros ensayos de tratamiento se precipitaron, dando lugar a estudios mal realizados o con un número insuficiente de pacientes”, señaló un editorial del doctor Salim Abdool Karim, de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Columbia, y Nikita Devnarain.
Pese a que las pruebas iniciales de la eficacia de ciertos tratamientos de Covid-19 no pudieron reproducirse, algunos fármacos ya se usaban de manera generalizada para cuando estuvieron listos los resultados de más estudios que demostraron que no sirven. Los expertos alertaron que “algunos médicos se han mostrado reacios a cambiar a alternativas de eficacia probada. La ivermectina y la fluvoxamina, en particular, se siguen prescribiendo ampliamente, a pesar de que se han ido acumulando pruebas que indican que ambos tratamientos a dosis aceptables no son eficaces para el COVID-19″.
También señalaron que prescribir tratamientos no eficaces no es una opción neutra o inocua. Cuando se le da al paciente un fármaco sin eficacia ni seguridad, se le está negando la posibilidad de recibir un tratamiento adecuado.
Además, “esta prescripción puede provocar efectos secundarios sin ningún beneficio terapéutico y la escasez de medicamentos para los pacientes que los necesitan para otras enfermedades. Por ello, es importante contar con pruebas fiables de la falta de eficacia y que las revistas publiquen dichos estudios. También es importante que se realicen múltiples y rigurosos ensayos aleatorios y controlados para aportar pruebas inequívocas sobre la eficacia de los nuevos tratamientos, como ha demostrado la experiencia de COVID-19″, escribieron.
Hoy la undécima versión de la guía de la OMS brinda una recomendación fuerte para indicar en pacientes graves o críticos a los fármacos corticoides sistémicos, como la dexametasona; los bloqueadores de los receptores de la interleucina-6 (como tocilizumab o sarilumab), en combinación con corticosteroides; y el baricitinib como alternativa a los bloqueadores de los receptores de la IL-6, en combinación con corticosteroides.
También la guía emitió una recomendación condicional para el medicamento casirivimab-imdevimab para pacientes graves o críticos con estado seronegativo, cuando se disponga de genotipado viral rápido y se confirme la infección por el coronavirus. Sin embargo, se advirtió la eficacia de casirivimab-imdevimab es limitada cuando las personas se exponen a la variante Ómicron del coronavirus, que hoy predomina en el mundo.
En tanto, para pacientes con COVID-19 que no se encuentran en estado grave, pero corren mayor riesgo de hospitalización, hay una recomendación fuerte de indicar nirmatrelvir-ritonavir (conocido por su marca comercial Paxlovid), que viene en comprimidos. Bloquean una sustancia natural en el cuerpo para detener la propagación del coronavirus.
En tanto, para ese grupo de pacientes con alto riesgo de requerir hospitalización, se dieron recomendaciones condicionales para indicar los fármacos molnupiravir, sotrovimab; casirivimab-imdevimab (cuando se disponga el testeo rápido y se confirme la infección) y el remdesivir.
Se aclaró que en pacientes con COVID-19 no grave, no se deben usar los corticosteroides sistémicos ni el plasma de recuperados. En pacientes con bajo riesgo de hospitalización, no se debe indicar nirmatrelvir-ritonavir. En pacientes con COVID-19 grave y crítico, no se recomienda el plasma de convalecencia.
Tampoco se recomienda usar ruxolitinib y tofacitinib, la hidroxicloroquina, y el lopinavir-ritonavir. Los expertos dieron una recomendación fuerte en contra de usar la ivermectina, excepto en el contexto de un ensayo clínico. Recientemente, se contó con los resultados de ensayos clínicos de otras dos drogas, y se descubrió que no sirven para COVID-19. Una de ellas es la fluvoxamina, que se usaba para tratar la depresión. “No recomendamos usar fluvoxamina en pacientes sin enfermedad grave, excepto en el contexto de un ensayo clínico”. También desaconsejaron el uso de la colchicina en pacientes no graves.
Uno de los expertos que participó en la producción de las recomendaciones en base a la evidencia, Ariel Izcovich, médico clínico y consultor de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), dijo a Infobae: “Desde el inicio de la pandemia, hubo una gran cantidad de intervenciones que fueron evaluadas en gran cantidad de estudios clínicos. Pero la mayoría de los ensayos fueron pobremente ejecutados. Eso implicó un gran desperdicio de esfuerzo. Hasta el momento solo una pocas intervenciones demostraron eficacia”.
Además, el doctor Izcovich comentó que se usaron muchas drogas sin pruebas suficientes de eficacia. “Por ejemplo, en la Argentina se indicó plasma de convalecientes y suero equino hiperinmune a una gran cantidad de personas, sin evidencias sólidas de eficacia. El plasma resultó no tener un efecto importante mientras que la eficacia del suero equino sigue siendo incierta”, explicó.
En pacientes graves -señaló Izcovich- hoy en base a la evidencia se recomiendan los fármacos esteroides, el tocilizumab, y el baricitinib. En pacientes leves, se recomiendan los tratamientos con los antivirales molnupiravir, Paxlovid y Remdesivir.
Los antivirales reducen la progresión a la enfermedad grave. “Pero hoy si las personas han recibido las vacunas, incluyendo los refuerzos, el riesgo de desarrollar cuadro grave es tan bajo que los que se benefician con los fármacos son muy pocos. Por lo tanto, hay que seleccionarlos muy bien, porque esas drogas tienen un costo elevado”, afirmó Izcovich en el diálogo con Infobae. En el caso de los fármacos monoclonales tienen una eficacia dependiente de la variante del virus que circule. Remarcó: “Hay que evaluar la variante del coronavirus prevalente antes de decidir implementar un monoclonal. También son caros”.
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