El coronavirus fue evolucionando y dio lugar a diferentes variantes. Hoy predomina la variante Ómicron, pero sus sublinajes han ido cambiando en su frecuencia desde noviembre pasado. Uno de ellos es Ómicron BA.5 que está impactando de manera diferente en cuanto a la mortalidad en los países, y según el reconocido científico Eric Topol, quien es fundador y director del Instituto de Investigación Traslacional Scripps, hay diferentes factores que han influenciado para que se genere la situación actual.
“Las muertes han sido mayores para el sublinaje BA.5 en Australia y Nueva Zelanda que para cualquier variante anterior, y en particular para Ómicron BA.1. Se trata de una pauta claramente diferente a la de Sudáfrica, donde había pocos indicios de un aumento de la mortalidad para BA.4/5, o a la de Estados Unidos, donde el aumento fue pequeño. ¿Por qué hay diferencias tan llamativas en el efecto de BA.5 entre países?”, señaló Topol.
El experto señaló que hay que buscar la respuesta en lo que llama el “muro de inmunidad” de una población, que es una sumatoria de muchos factores que incluyen datos demográficos como la edad y comorbilidades, como la obesidad o la diabetes. La edad es especialmente importante por la inmunosenescencia, que es la respuesta inmunitaria menos potente que generalmente se produce con la edad avanzada.
En el caso de la pandemia, también se tienen en cuenta las infecciones previas, las vacunas, los refuerzos, la combinación de infecciones y refuerzos (inmunidad híbrida) y la disminución de la inmunidad de las vacunas o las infecciones a lo largo del tiempo. También hay otros factores que entran en juego proporcionando una protección intrínseca (sin exposición) frente al COVID-19, células T preexistentes por la exposición a la piel y al microbioma intestinal y, en algunas personas, la inmunidad preexistente creada por la exposición al coronavirus del resfriado común, entre otros. “No tenemos pruebas de que estos factores intrínsecos difieran entre poblaciones y es probable que representen, en conjunto, una proporción muy pequeña de personas”, escribió Topol.
Entonces, la pregunta es por qué los patrones del impacto de las subvariantes hoy son tan diferentes entre Nueva Zelanda, Australia frente a Sudáfrica, EE.UU. y muchos otros países. Por un lado, “hubo una marcada diferencia en la incidencia de infecciones previas en Australia y Nueva Zelanda que fue una consecuencia de su política de cero Covid que les ha servido para proteger frente a las hospitalizaciones, las muertes y el Covid Prolongado”, explicó.
Esos países han tenido una excelente aceptación de la vacuna, pero han sido vulnerables a la BA.1 y, a pesar de ese gran brote, posteriormente al sublinaje BA.5. Evidentemente, las tasas de vacunación y refuerzo de estos países no explican las diferencias, ya que Sudáfrica fue claramente inferior a Australia y Nueva Zelanda, y Estados Unidos se encuentra en medio.
Las infecciones previas desempeñan claramente un papel fundamental para explicar las diferencias. “Como estamos viendo actualmente en Japón, donde al igual que en Australia y Nueva Zelanda, hubo una marcada contención del virus durante toda la pandemia hasta que Omicron BA.1 provocó un aumento importante, sustituido por uno mucho mayor con BA.5. Las muertes allí siguen en franco aumento”, afirmó Topol.
“No cabe duda de que la exposición de la población a las infecciones desempeña un papel fundamental, ya que las personas infectadas por el coronavirus ven el virus completo, no sólo la proteína de la Espiga (como proporcionan las vacunas), y los que también se vacunan tienen una potente forma de inmunidad híbrida documentada en tantos estudios. Pero hay que pagar un precio importante por tener estas infecciones, con algunas víctimas mortales, hospitalizaciones y personas afectadas con el Covid Prolongado”, advirtió.
La inmunidad por las infecciones previas no es el único factor. También la variante que afectó antes parece ser parte de la explicación. Es cierto que hay marcadas diferencias en la demografía por edades entre Sudáfrica y los demás países de esta comparación. “Pero también la exposición a la variante Beta fue especialmente grave en Sudáfrica, y distinta en este país”, según Topol.
Hasta la aparición de Ómicron, la variante Beta se caracterizaba por tener el mayor escape inmunitario de todas las variantes. Aunque Beta no comparte muchas mutaciones con BA.5, una vacuna dirigida a Beta tiene una inmunidad cruzada con Ómicron que fue significativamente mayor, un aumento de 2 veces en anticuerpos neutralizantes, que la vacuna de Pfizer/BioNTech. La gran oleada de Beta en Sudáfrica puede haber contribuido a proporcionar inmunidad cruzada a Ómicron y sus sublinajes.
Una historia similar puede ayudar a explicar que los Estados Unidos manejen al sublinaje BA.5 mejor de lo que se podría haber pronosticado en los países de Europa (como Portugal, Grecia, Francia, Reino Unido, Dinamarca y otros). En los Estados Unidos se produjo una oleada importante de la variante BA.2.12.1, que comparte con BA.4/5 una mutación clave en el pico L452 que no se observa en BA.1 ni en BA.2.
La mutación L452 es una de las que se relacionan con las propiedades biológicas de Delta, que incluyen su mayor patogenicidad. Al igual que la exposición masiva de la variante Beta en Sudáfrica, el sublinaje BA.2.12.1 probablemente proporcionó cierta inmunidad cruzada para la posterior ola de BA.5 en Estados Unidos.
Para Topol, BA.5 es la peor subvariante de la pandemia por sus propiedades biológicas, pero esto se ve clínicamente donde hay paredes de inmunidad menos intactas, sobre todo en función de las infecciones anteriores y del tipo de variante principal subyacente en las olas previas.
“Nuestro muro de inmunidad en los Estados Unidos ha contribuido a proporcionar un menor impacto del sublinaje BA.5, comenzando ahora a mostrar una meseta de hospitalizaciones a un nivel inferior al de otros países en Europa, a pesar de que nuestra tasa de vacunación y refuerzo en los Estados Unidos es sustancialmente inferior a la de estos países”, sostuvo Topol.
Hasta ahora solo el 67% de la población en Estados Unidos aceptó recibir el esquema primario de vacunación. Solo el 32% tiene una dosis de refuerzo. En Chile, el 93% de la población tiene el esquema y el 99% tiene una dosis adicional. En la Argentina, el 84% de la población tiene el esquema primario y el 66% tiene refuerzos. En Colombia, el 72% tiene el esquema y el 27% tiene refuerzos. En México, el 63% tiene el esquema primario y el 44% tiene refuerzos.
Tanto Dinamarca como Portugal han presentado sus datos mostrando que BA.5 condujo a un mayor riesgo de hospitalizaciones en comparación con BA.2, y se esperan los análisis de otros países para verificar el mayor nivel de virulencia del sublinaje BA.5 en comparación con las subvariantes anteriores de Ómicron.
“Es importante considerar el muro de inmunidad de cada población para entender el impacto del virus y su arco evolutivo. La misma variante que se considera ´leve´ en un país puede ser muy ´grave´ en otro. Muchos factores contribuyen a la percepción variable de la patogenicidad de una variante específica. Hay que tener en cuenta el muro de inmunidad de una población cuando se trata de interpretar los datos”, comentó Topol en su newsletter semanal Ground Truths.
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