Miles de millones de personas respiran un aire tan contaminado que reducirá su esperanza de vida en años, según Naciones Unidas. Miles de millones no aún tienen acceso a agua limpia o a suficiente agua. Muchas personas aún no consumen alimentos sanos y producidos de forma sostenible, y todo el planeta sufre por el declive de la biodiversidad.
Desde Rosario, en la provincia argentina de Santa Fe, un grupo de investigadoras e investigadores impulsan una química más verde y llevan adelante proyectos innovadores que van desde un cuero para vestimenta y calzados hecho a partir de hongos hasta una tecnología para obtener más aceites a partir de semillas con el menor impacto ambiental posible. Además, realizan un proceso de producción más sustentable del ácido hialurónico que podría tener diferentes aplicaciones como biomaterial.
Los grupos de investigación forman parte del Instituto de Procesos Biotecnológicos y Químicos (IPROBYQ), que depende del Conicet y la Universidad Nacional de Rosario, provincia de Santa Fe. Se fundó en 2014 y es un instituto dedicado a las tecnologías. Varios de sus investigadores fueron a su vez cofundadores de startups biotecnológicas como Keclon y Michroma.
Las instalaciones del instituto habían sufrido un deterioro y hasta tuvieron un derrumbe en uno de los laboratorios, pero se volvieron a poner en marcha recientemente y se activaron los proyectos. Su director, el científico Hugo Menzella, contó a Infobae que trabajan como tecnólogos. Eso implica que los investigadores encuentran problemas que enfrenta la humanidad, como la crisis por los alimentos o la alta cantidad de residuos que generan las actividades industriales. Miden el costo del problema específico y se modela el costo de una solución.
“Nuestro objetivo siempre es encontrar soluciones que valgan menos que el problema, y mirar el costo de oportunidad. Si se sortea ese filtro, se analiza la propiedad intelectual, que es la forma en que el Estado argentino captura el valor de su inversión. Primero, porque paga el costo de educar 30 años a los investigadores, desde jardín de infantes hasta finalizar su postdoctorado, y luego paga su salario”, señaló Menzella.
“Algunos investigadores generan conocimiento básico, que es el insumo que usamos los tecnólogos para crear, capturar y transferir ese valor agregado, que puede ser aprovechado por el sector privado para generar divisas de exportación y puestos de trabajo, y el Estado cobra impuestos que a su vez invertirá en más educación, ciencia y tecnología. Cerrar ese circuito y generar las condiciones para que todo fluya con un caudal cada vez mayor es el único camino que ha rescatado a países de la pobreza durante los últimos 40 años”, afirmó el investigador, quien ya obtuvo 40 patentes sobre sus invenciones durante toda su carrera.
Una de sus últimas innovaciones es una enzima artificial que fue realizada gracias al aporte de investigadores básicos. “La enzima sirve como catalizador para obtener más aceite de las semillas de soja. A partir del desarrollo, el proceso de producción de aceite sería más amigable con el ambiente. Cada productor podría obtener 25 kilos de aceite adicional por tonelada y producir menos desechos”, contó Menzella. “La enzima se puede exportar y el país obtendría también ganancias muy superiores por el aceite adicional generado”, agregó.
Otra idea que están concretando en el Instituto IPROBYQ es el “cuero ecológico” a partir de hongos. El ecocuero podría usarse para confeccionar prendas de vestir como ropas, carteras, calzados y otros accesorios. En esa línea de investigación trabajan Diana Romanini, María Rocío Meini, Laureana Guerra, Camila Ponce De Leon, Natasha Melnichuk, Dana Piazza y Adriana Clementz.
El cuero ecológico se hace a partir del hongo Ganorderma lucidum, que es usado en la medicina tradicional asiática desde la Antigüedad. Las investigadoras de Rosario producen ese hongo a partir de residuos de la agroindustria y consiguen un material similar al cuero no tratado, como el nobuck. Ese material puede teñirse y coserse a máquina como el cuero bovino para realizar prendas de ropa o accesorios. “Se guardan esporas en tubitos en heladera y se hacen crecer sobre residuos cada vez que se hacer biocueros”, explicó Menzella.
Desde el instituto, se incubaron bioempresas y se modernizaron instalaciones con apoyo del Conicet, la Secretaría de Ciencia y Tecnología de Santa Fe, la Agencia Nacional de Promoción de la Investigación, el Desarrollo Tecnológico y la Innovación (Agencia I+D+i) e inversores privados. Otro de los desarrollos es la producción de ácido hialurónico mediante un proceso 100% sustentable. El ácido hialurónico es un componente que está presente de forma natural en las articulaciones, los cartílagos y la piel de los seres humanos. Pero ya se elabora artificialmente para medicina estética y cosmetología.
Los investigadores en el instituto de Rosario desarrollaron una tecnología que permite producir ácido hialurónico biodegradable, con menor impacto sobre el ambiente y con un costo 15 veces menor en comparación con el tradicional modo de producción. “Se logró producir el ácido hialurónico biodegradable a partir de una bacteria que se usa para la alimentación animal y humana”, resaltó Menzella.
También hay investigadores en el mismo instituto que desarrollan reactivos para ensayos pre-clínicos que se usan para elaborar medicamentos o vacunas. Otros se dedican a bioinformática asociada a la minería de datos y enzimas de uso industrial. Además, desarrollan plataformas para vacunas para diferentes enfermedades. “Tenemos una manera de trabajar con las puertas abiertas. En este momento actual, los investigadores tenemos que juntarnos con gente de diferentes disciplinas. La idea es contribuir al desarrollo de una cultura más cercana a búsqueda de soluciones”, mencionó Menzella. En octubre, los investigadores del IPROBYQ que formaron startups participarán en una misión comercial organizada por la Cancillería.
“Los equipos de investigadores del IPROBYQ han sabido combinar bien los saberes de cada disciplina con una dinámica de trabajo con muchos jóvenes. Están orientados a resolver problemas, con una mirada que puede ser local pero que no deja de lado los desafíos globales”, comentó a Infobae Marina Baima, secretaria de Ciencia de la provincia de Santa Fe. En esa provincia se concentra el 88% de la investigación científica en el área de biotecnología que se realiza en la Argentina, según un estudio de la CEPAL.
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