Los turistas que visitan las Cataratas del Iguazú se sorprenden por la cercanía de monos que andan entre los árboles y a veces “se quedan” sin la comida que tenían en sus manos. Generalmente son los mono caí, una de las 5 especies de monos nativos que habitan en la Argentina. La supervivencia de las poblaciones de esas especies enfrenta diferentes amenazas. Incluso una de ellas, el llamado mono aullador rojo, se encuentra en estado crítico: solo quedarían unos 50 ejemplares.
El dato surge a partir de una evaluación sobre la situación de los mamíferos nativos del territorio de la Argentina. Fue realizada por 29 científicas y científicos del Conicet, la Dirección Nacional de Biodiversidad, Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible, la Universidad Nacional de Misiones, entre otras instituciones.
Se informó que hoy habitan 417 especies nativas de mamíferos en el país. El 93% de los mamíferos está enfrentando algún tipo de amenazas y, dentro de todo ese gran conjunto, los primates no humanos son los más afectados: son las 5 especies de monos que viven en el Noreste y Noroeste del país. Entre los 17 tipos de amenazas posibles, los primates sufren 15, según informaron en un trabajo publicado este mes en la revista especializada Mastozoología Neotropical, que se edita con el apoyo de la Sociedad Argentina para el Estudio de los Mamíferos y la Sociedad Brasilera de Mastozoología.
Una de las amenazas es que los monos perdieron muchísimos kilómetros cuadrados para vivir por la destrucción o por conversión del uso de la tierra por actividades humanas. Otro factor es la fragmentación del hábitat. Este proceso ocurre también por la intervención de los seres humanos que generan barreras y subdivisiones que llevan al aislamiento de individuos y poblaciones.
También los primates han sido impactados por la degradación de sus ambientes. En este caso, sus hábitat pierde calidad y capacidad de carga, y los animales sufren estrés. Como ocurre con los incendios forestales. Además, por si fuera poco, aún persiste la caza ilegal de primates y la gente que aún compra a los monos como mascotas para tener en las casas. También circulan creencias falsas sobre sus enfermedades.
“Los monos viven en los árboles. Por ejemplo, una familia de mono caí -que puede tener 30 individuos como integrantes- necesita al menos 100 hectáreas para conseguir alimentos y desarrollar su vida. Por lo cual, las alteraciones en los bosques de selva ya sea por deforestación o por otros factores pueden alterar sus poblaciones”, contó a Infobae Luciana Oklander, investigadora independiente del Grupo de Investigación en Genética aplicada del Instituto de Biología Subtropical del Conicet en Misiones y adscripta a la Fundación Félix de Azara.
En el caso de la especie que está en peor situación, las poblaciones del Aullador rojo -cuyo nombre científico es Alouatta guariba- han sido afectadas dramáticamente por los cambios de sus ambientes y por la fiebre amarilla, una enfermedad que es transmitida por los mosquitos. La pequeña población de aullador rojo en la provincia argentina de Misiones se redujo más del 80% durante el último brote de fiebre amarilla que se registró en 2008.
“El mono aullador rojo fue categorizado en peligro crítico. Es una especie casi extinta. Por eso, estamos tratando de generar un nuevo proceso para conservar esta especie”, contó a Infobae Martín Kowalewski, uno de los coautores del trabajo publicado en Mastozoología Neotropical, investigador de Conicet en el Centro de Ecología Aplicada del Litoral, director de la Estación Biológica Corrientes y coordinador del Plan Nacional de Conservación de Primates del Ministerio de Ambiente de la Nación. En junio pasado, Kowalewski fue reconocido por la Sociedad Internacional de Primatología con el premio Charles Southwick por su aporte a la educación sobre la conservación de los monos.
“A través de modelos predictivos, se estima que quedan solo unos 50 individuos del aullador rojo”, comentó Kowalewski, quien es licenciado en biología y doctor en antropología.
“La especie aullador rojo es la que está en peor situación. Pero no podemos de dejar de considerar que las otras cuatro especies que habitan en nuestro país también están en una situación vulnerable. Por las modificaciones en los bosques, ahora se observa más animales en zonas periféricas de las ciudades, en quintas y parques. Porque los animales se han quedado sin sus árboles. De esta manera estamos ante un fenómeno de fauna silvestre urbanizada que hay que abordar con educación para la población de las ciudades y para hacer una buena vigilancia epidemiológica. Porque los animales pueden adquirir patógenos que son propios de las enfermedades de los seres humanos. O los pobladores podrían contagiarse enfermedades de ellos”, resaltó. El enfoque “Una sola Salud” debe tenerse en cuenta.
Otra especie en riesgo es el mono carayá negro y dorado (nombre científico es Alouatta caraya). Se distribuye en gran parte de la provincia de Formosa (excepto el extremo noroeste), en el este de Chaco, norte y márgenes de grandes ríos al este y oeste de Corrientes, en el extremo noreste de Santa Fe y en Misiones.
“Son monos peludos y grandotes. El macho puede pesar 12 kilos. Por los análisis que se han realizado, se sabe que hay tres grupos diferentes genéticamente de monos carayá negro y dorado. Son también susceptibles a la fiebre amarilla”, señaló la doctora Oklander.
En los últimos diez años se registró una pérdida del bosque nativo de 46.990 hectáreas para la Selva Paranaense y otras 2.773.607 hectáreas para la región forestal Parque Chaqueño. Esas pérdidas de hábitat limitan la dispersión de los monos carayá y han favorecido el aislamiento de sus poblaciones. Se estimó que hubo una reducción poblacional del 10% en una generación durante la última década. También esa especie de monos está entre los más capturados para venderlos como mascotas.
La tercera especie de monos más amenazada es el mono capuchino caí (Sapajus nigritus). Habita exclusivamente la Selva Paranaense, en la provincia de Misiones. Se sospecha que por la transformación de su hábitat su población se redujo un 10% en los últimos 20 años. “Los mono caí son animales sociales. Viven en grupos sociales con otros monos en los que mantienen lazos de cooperación y también conflictos. Sus vidas dependen de la integridad y el bienestar del grupo en el que viven. Dentro de esos grupos, mantienen jerarquías de dominancia bastante estables”, contó a Infobae Mario Di Bitetti, quien trabaja en el Instituto de Biología Subtropical del Conicet y la Universidad Nacional de Misiones.
“La población del caí tiene una tendencia a disminuir en Misiones porque todavía existe un avance de la frontera agropecuaria, principalmente de pequeños productores, de la ganadería y de las forestaciones con pinos y eucaliptus, tanto de empresas forestales como de medianos-pequeños productores”, subrayó el doctor Di Bitetti. “La conversión de los bosques en esas producciones llevó a la desaparición de grupos sociales completos de caí y a la disminución de su población”, agregó.
Además existen algunas áreas -comentó Di Bitetti- en las que “surgen conflictos con los productores por la tendencia de los monos caí a incluir en su dieta productos de las chacras (como maíz, mandioca, frutos) y por consumir la corteza de los pinos, y eso produce daño en las plantaciones forestales. En algunos casos los productores los persiguen y los matan”.
Para el científico del Conicet, la población de monos caí podría estabilizarse si dejara de avanzar la frontera agropecuaria: “Podría lograrse mediante una adecuada zonificación y una correcta aplicación de la Ley de Bosques. Los conflictos con productores también deberían abordarse y solucionarse de alguna forma, aunque no es la principal amenaza que sufren los mono caí a nivel poblacional. En cualquier caso estaríamos hablando de reducir o detener la tendencia decreciente de su población”.
Las otras dos especies que están amenazadas son el mono de noche o mirikiná (Aotus azarae), y el capuchino caí de las Yungas (Sapajus cay). Y circulan falsas creencias que afectan a todas las especies de monos: algunos piensan que los animales transmiten la fiebre amarilla a los humanos. Pero no es cierto. Ahora, se sumó la falsa creencia de que pueden transmitir la llamada “viruela del mono” o viruela símica.
Desde fines de abril, se viene desarrollando un brote de viruela símica en más de 70 países y ya afectó a más de 15.000 personas. Esa enfermedad recibió ese nombre porque el virus que la causa se identificó primero en colonias de monos que estaban en laboratorios de investigación en Europa en 1958. Era una especie de mono que no habita en la Argentina.
En la actualidad, hay pruebas de que diferentes especies de animales -como algunas especies de roedores en África- son susceptibles de adquirir la infección y se sabe que puede ser transmitida entre los humanos. “No hay datos que indiquen que las poblaciones de monos nativos de nuestro país estén o hayan estado infectadas con el virus de la viruela símica”, aclaró Kowalewski, quien también forma parte de la Asociación Argentina de Primatología.
La falsa idea de que los monos pueden transmitir la fiebre amarilla a los humanos también jugó en contra de la conservación de los animales. En 2008, cuando hubo brotes de esa infección, hubo personas que mataban a los monos en Brasil por el temor a ser contagiados. “Necesitamos que la población comprenda que la existencia de las poblaciones de monos nativos es clave para cuidar también de la salud humana. Los monos son susceptibles a la fiebre amarilla. Cuando los monos son picados por un mosquito infectado con el virus de la fiebre amarilla, mueren en poco tiempo y no se la pueden contagiar a las personas. Porque el virus solo se transmite a través de las picaduras de los insectos”, remarcó Kowalewski.
Como los animales viven en grupo, generalmente aparecen varios afectados por la fiebre, y fallecen de golpe. Esa particularidad hace que los monos sean como “centinelas” de la enfermedad para que los seres humanos estén en alerta. Es decir, si hay un brote de fiebre amarilla en monos, implica una advertencia que en esa zona hay mosquitos infectados por el virus, y se debe activar un protocolo con equipos técnicos en el territorio. Generalmente se hacen campañas de vacunación contra la fiebre amarilla para aumentar la cobertura.
Los monos son parte de la biodiversidad local. Son centinelas de enfermedades infecciosas y sirven, con otros mamíferos, como barreras que reducen los saltos de patógenos a otras especies. También cumplen un papel fundamental como dispersores de semillas y polinizadores, señaló Kowalewski.
Como parte de un plan que se promulgó por una resolución de la cartera de Ambiente de la Nación en noviembre del año pasado, se están llevando a cabo varias acciones para mejorar la situación de los monos en el país. “En otras acciones -informó Kowalewski- se determinarán áreas naturales de importancia para la conservación de los primates y para que las autoridades pueden tomar decisiones, se estudiará la dinámica epidemiológica en relación a la interacción de los animales y los seres humanos, y se desarrollarán pautas comunes para que los centros de rescate y rehabilitación de animales puedan tener en cuenta con respecto a los monos”. También se trabaja en acciones contra el tráfico ilegal de monos como mascotas. En esto, señalan que cada uno puede colaborar al no comprar fauna silvestre como mascota y no darle “me gusta” a las personas que las exhiben en redes sociales.
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