Gitte Boumeester, psiquiatra en Almelo, en los Países Bajos, se infectó con el coronavirus en noviembre de 2020. Pronto, experimentó una fatiga extrema, niebla mental y palpitaciones. Le faltaba el aire, se sentía mal a menudo y se despertaba por la noche con dolor en el pecho. Una serie de pruebas no detectaron ningún problema en el corazón o los pulmones. Tuvo que dejar de trabajar en noviembre del año pasado, tras dos intentos fallidos de volver a trabajar. Decidió gastar sus ahorros para ir a Chipre y someterse a una propuesta de “lavado de sangre” para el COVID Prolongado. Creía que le sería útil.
La mujer no es la única paciente que no encuentra solución el COVID de larga duración. Por el momento, no hay una intervención probada y específica para tratarlo. Todo está en investigación. Pero ya hay clínicas privadas de Chipre, Alemania y Suiza que han salido a ofrecer “terapias” sin pruebas sólidas de eficacia y seguridad y aprovechan la desesperación de los pacientes para convencer.
Según informó la revista especializada The BMJ, una de las propuestas que se hacen es la aféresis. Consiste en introducir grandes agujas en las venas. Se filtra la sangre, eliminando lípidos y proteínas inflamatorias. Boumeester viajó a una clínica en Chipre que la ofrecían esa opción tras haber gastado casi todos sus ahorros -más de 15.000 dólares- sin que sus síntomas mejoraran.
Miles de pacientes como Boumeester que se sienten frustrados por la falta de tratamiento disponible para el COVID Prolongado, viajan a Chipre, Alemania y Suiza para recibir la aféresis, según reveló la investigación de The BMJ con ITV News. A muchos se les recetan también fármacos anticoagulantes, como clopidogrel, apixabán y heparina, bajo la hipótesis de que los síntomas del COVID de larga duración están causados por pequeños coágulos en la sangre que bloquean el flujo de oxígeno a través de los capilares.
Aunque algunos médicos e investigadores creen que la aféresis y los fármacos anticoagulantes pueden ser tratamientos prometedores, a otros les preocupa que pacientes desesperados estén gastando sumas que cambian su vida en tratamientos invasivos y no probados.
En la mayoría de los países europeos, los médicos pueden ofrecer a los pacientes tratamientos experimentales o fármacos no contemplados en la etiqueta si creen que hay un beneficio, explican los riesgos y obtienen el consentimiento. Pero algunos expertos han criticado el proceso de consentimiento que usa la clínica en Chipre por considerarlo insatisfactorio, ya que no deja claro que se trata de tratamientos experimentales para el COVID Prolongado. Además, advierten que el formulario de consentimiento pide a los pacientes que renuncien a su derecho a demandar a la clínica si se lesionan tras someterse a la aféresis, que se considera un procedimiento seguro.
“No es de extrañar que personas que antes eran muy funcionales y que ahora están debilitadas, no pueden trabajar y no pueden mantenerse económicamente, busquen tratamientos en otros lugares. Es una respuesta completamente racional a una situación como ésta”, afirmó Shamil Haroon, profesor clínico de atención primaria de la Universidad de Birmingham e investigador del ensayo Terapias para COVID de larga duración en pacientes no hospitalizados. “Pero las personas podrían arruinarse al acceder a estos tratamientos, cuya eficacia es limitada o nula”. Añadió que la administración de un tratamiento experimental de este tipo sólo debería producirse en el contexto de un ensayo clínico.
“Me preocupa que a esos pacientes se les hayan ofrecido terapias que no han sido evaluadas por métodos científicos modernos: ensayos clínicos bien diseñados”, dijo Beverley Hunt, directora médica de la organización benéfica Thrombosis UK. “En esta situación, el tratamiento puede beneficiarles o no, pero, preocupantemente, también tiene el riesgo de perjudicarles”.
Boumeester pasó dos meses en Larnaca, ciudad portuaria de la costa sur de Chipre, alquilando un apartamento en la playa. Una o dos veces por semana viajaba al Centro COVID Prolongado para su aféresis y para tratamientos “adicionales” como el oxígeno hiperbárico (respirar oxígeno en una sala de alta presión) y para infusiones de vitaminas intravenosas que recibía en la clínica Poseidonia, una clínica privada vecina.
También se le aconsejó a Boumeester que comprara clopidogrel para dos semanas y hidroxicloroquina para 10 días como paquete de tratamiento temprano en caso de que se volviera a infectar con el coronavirus, a pesar de que una revisión Cochrane publicada en marzo de 2021 concluía que era “poco probable” que la hidroxicloroquina tuviera un beneficio en la prevención del covid-19.1 También se recomendaron suplementos adicionales sin receta y una dieta cetogénica.
Otro afectado por las prácticas sin evidencia para el COVID Prolongado fue Chris Witham, un empresario de 45 años de Bournemouth, en Inglaterra. “Habría vendido mi casa y la habría regalado para mejorarme, sin pensarlo dos veces”, dijo. El hombre ya gastó más de 8.200 dólares en aféresis, incluidos los gastos de viaje y alojamiento, el año pasado para ir a una clínica en Kempten, Alemania. El tratamiento no mejoró sus largos síntomas de COVID Prolongado. Otros seis pacientes dijeron a The BMJ que se sentían mejor después de algunas rondas del tratamiento, aunque ninguno se curó de todos sus síntomas.
De acuerdo con Daniel Sokol, abogado del bufete 12 King’s Bench Walk de Londres y especialista en ética médica, la descripción que hace el formulario de la aféresis como una “opción terapéutica única con claras ventajas” pueda exagerar los beneficios para los pacientes con COVID Prolongado. Dijo: “Lo importante en estos casos es comunicar al paciente la naturaleza experimental del procedimiento y el hecho de que hay mucho que no sabemos sobre su eficacia, y de hecho también sobre los riesgos, las complicaciones, los efectos secundarios con los pacientes que tienen COVID Prolongado, a diferencia de los pacientes que pueden tener problemas cardiovasculares”.
En tanto, la misma Boumeester enfatizó: “Creo que deberían hacer más hincapié en el carácter experimental de los tratamientos, sobre todo porque son muy caros. Me di cuenta antes de empezar de que el resultado era incierto, pero todo el mundo en la clínica es tan positivo que empiezas a creértelo también y a ilusionarte”. La clínica de Chipre no respondió a esas críticas. La revista The BMJ se puso en contacto con el Ministerio de Sanidad de Chipre y la Asociación Médica de Chipre para preguntar si la clínica o el médico estaban infringiendo alguna norma profesional o ética en el país, pero no recibió respuesta.
Beate Jaeger, que dirige el Centro de Lípidos del Norte del Rin, Alemania y doctora en medicina interna, declaró a The BMJ que en marzo de 2020 leyó unos informes en los que se decía que el COVID-19 causaba problemas de coagulación de la sangre. La aféresis es un tratamiento estándar en Alemania para los pacientes con trastornos lipídicos que no han respondido a los fármacos, y ella creía que el tratamiento de aféresis HELP que había utilizado durante décadas para tratar a pacientes con enfermedades cardiovasculares podría ayudar a los que tenían COVID de larga duración.
Habló con sus colegas con la esperanza de que le permitieran tratar a los pacientes con el coronavirus en las salas de cuidados intensivos de Alemania, pero le negaron el permiso, e intentó publicar su hipótesis en una revista médica alemana, pero fue rechazada. En febrero de 2021, los familiares de dos de sus pacientes cardiovasculares que llevaban mucho tiempo sufriendo el COVID Prolongado aceptaron someterse a la aféresis HELP. Jaeger afirmó que sus síntomas mejoraron tras unas pocas sesiones.
La médica trató gratuitamente a unos 60 pacientes, para ver si estaba en el camino correcto o no, y descubrió que el tratamiento era “extremadamente exitoso”. Según declaró a The BMJ, ahora ha tratado a miles de personas en su clínica, y las historias de éxito se propagan por las redes sociales y por el boca a boca. Trata a los pacientes con COVID Prolongado con “aféresis”, que, según ella, reduce la viscosidad de la sangre y mejora la perfusión de los órganos. También ofrece “plasmaféresis”, que filtra los autoanticuerpos de la sangre, y somete a los pacientes a un triple tratamiento anticoagulante compuesto por aspirina, clopidogrel, apixabán, heparina y dabigatrán. Sin embargo, no se ha realizado aún un ensayo clínico controlado y aleatorizado que permita evaluar si realmente la intervención es eficaz y segura al comparar pacientes que la reciben en comparación con un grupo de control.
Jaeger aceptó que el tratamiento es experimental, pero dijo que los ensayos tardan demasiado cuando la pandemia ha dejado a los pacientes desesperadamente enfermos. “Si alguien está desesperadamente enfermo y no tienes otra salida, se le permite tratar si está de acuerdo con el tratamiento”, se defendió.
Los médicos que ofrecen esas intervenciones sin haber realizado ensayos clínicos se remiten a las investigaciones de Etheresia Pretorius, profesora de ciencias fisiológicas de la Universidad de Stellenbosch, Sudáfrica, para justificar el tratamiento de los pacientes con COVID Prolongado con aféresis y triple terapia anticoagulante.
El grupo de Pretorius ha publicado un estudio revisado por expertos, artículos de revisión y sin revisión en los que se plantea la hipótesis de que los “microcoágulos” presentes en el plasma de las personas con el coronavirus podrían ser los responsables de la mayor parte de los síntomas del COVID Prolongado. La Universidad de Stellenbosch ha presentado una patente provisional para el método de Pretorius de detección de microcoágulos mediante microscopía de fluorescencia, y su laboratorio está trabajando en una herramienta de diagnóstico que podría detectar los microcoágulos e implantarse en los laboratorios de patología de hospitales de todo el mundo. Jaeger ha comprado un microscopio de 200.000 euros para su clínica y paga derechos de licencia a la Universidad de Stellenbosch por el uso de su método.
Pero los expertos con los que se ha puesto en contacto The BMJ afirman que es necesario investigar más para entender cómo se forman los microcoágulos y saber si son realmente la causa de los síntomas del COVID Prolongado. “Los microcoágulos pueden ser un biomarcador de la enfermedad, pero ¿cómo sabemos que son causales?”, dijo Robert Ariens, profesor de biología vascular de la Facultad de Medicina de la Universidad de Leeds. Cree que las clínicas que ofrecen aféresis y terapia anticoagulante están proporcionando prematuramente un tratamiento que se basa en una hipótesis que necesita más investigación científica.
“Si no conocemos los mecanismos por los que se forman los microcoágulos y si son o no causantes de la enfermedad, parece prematuro diseñar un tratamiento para eliminar los microcoágulos, ya que tanto la aféresis como la triple anticoagulación no están exentas de riesgos, siendo el más obvio la hemorragia”, continuó. Todavía no hay pruebas publicadas y revisadas por expertos que demuestren que la aféresis y el tratamiento anticoagulante reduzcan los microcoágulos. “Como no sabemos cómo se forman, no podemos decir si este tratamiento evitará que los microcoágulos vuelvan a aparecer”, dijo Ariens.
En junio de 2022, la Sociedad Alemana de Nefrología (DGfN), la organización que redacta las directrices sobre aféresis en Alemania, afirmó que los informes de casos eran lo suficientemente motivadores como para justificar la realización de ensayos controlados, pero que no se podía hacer ninguna recomendación sobre la aféresis o la inmunoadsorción, un proceso similar en el que se filtran los autoanticuerpos de la sangre, hasta que los datos científicos hubieran demostrado su beneficio.
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