Por la reducción del uso del barbijo o mascarillas y del distanciamiento o la escasa adherencia a la implementación de la ventilación permanente de los ambientes interiores, hoy parece que la pandemia ya terminó. Sin embargo, el coronavirus sigue circulando y afectando a más personas. Incluso, aquellos que ya tuvieron la infección vuelven a contagiarse por la alta transmisibilidad de las últimas subvariantes como Ómicron BA.5 que está avanzando en todo el mundo, incluyendo América Latina.
A nivel mundial, el número de nuevos casos semanales de COVID-19 aumentó por cuarta semana consecutiva tras una tendencia a la baja desde el último pico en marzo de 2022, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). El alza en la prevalencia de las subvariantes de Ómicron BA.2.12.1, BA.4 y BA.5 “ha coincidido con un incremento en los casos en varias regiones. En algunos países, el aumento de casos también dio lugar al crecimiento en hospitalizaciones, internaciones en terapia intensiva y muertes”, informó la OMS en el último reporte semanal.
Una de las subvariantes que más preocupa es Ómicron BA.5, por su capacidad para evadir la protección por las vacunas o por las infecciones previas. En los Estados Unidos, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) informaron la semana pasada de una media de 100.000 nuevos casos al día. Pero los expertos en enfermedades infecciosas saben que esa cifra está subestima el número real ya que muchos de los autotesteos caseros no se notifican. Podría haber hasta un millón de casos por día en ese país, según dijo el doctor Eric Topol, profesor de Scripps Research que sigue de cerca las tendencias de la pandemia.
Los anticuerpos generados por las vacunas y las infecciones previas por coronavirus ofrecen una protección limitada contra la subvariante BA.5, lo que lleva al doctor Topol a calificarlo como “la peor versión del virus que hemos visto”. Pese a que las subvariantes siguen, la falta de adherencia a los cuidados de prevención contra el COVID-19 por parte de la población es una de las preocupaciones del momento de los expertos en infectología e inmunología. Se trata de virus peligroso que provoca enfermedades de gravedad imprevisible.
Las restricciones de movilidad dentro de las ciudades y entre los países han desaparecido hace tiempo. Los viajes en avión han vuelto casi a los niveles anteriores a la pandemia. Muchas personas han dejado de usar el barbijo y el distanciamiento social, y aumenta el riesgo de contagio. “Es el salvaje oeste”, sostuvo el doctor Ziyad Al-Aly, epidemiólogo de la Universidad de Washington en San Luis. “No hay ninguna medida de salud pública. Estamos en un punto muy peculiar, donde el riesgo es vívido y está ahí fuera, pero hemos bajado la guardia y hemos elegido, deliberadamente, exponernos y hacernos más vulnerables”, agregó el científico en diálogo con el diario The Washington Post.
En tanto, para la doctora Ángela Rasmussen, viróloga de la Universidad de Saskatchewan en Canadá, sería necesario que se destinara más presupuesto para el testeo y el desarrollo de vacunas. También consideró que el gobierno de los Estados Unidos, presidido por Joe Biden y los altos funcionarios de sanidad deberían enviar mensajes más contundentes sobre la pandemia. Una cuestión es que las muertes por el COVID-19 ya no se dan mayoritariamente entre los no vacunados sino que se está produciendo más en personas mayores ya vacunadas.
Pese al relajamiento con la prevención, la tasa de mortalidad del COVID-19 sigue siendo mucho mayor que la de la gripe u otras enfermedades contagiosas. Existe el riesgo de una oleada mayor a partir de septiembre próximo en el hemisferio norte que podría inundar los hospitales. “Da la sensación de que todo el mundo se ha dado por vencido”, dijo Mercedes Carnethon, epidemióloga de la Escuela de Medicina Feinberg de la Universidad Northwestern, Estados Unidos.
La inmunidad de la población es una de las razones por las que el virus sigue en plena mutación. El riesgo de reinfecciones ha aumentado porque las nuevas subvariantes emergentes son más capaces de eludir la primera línea de defensa del sistema inmunitario, y no hay prácticamente ningún esfuerzo a nivel comunitario para limitar la transmisión.
El doctor Ziyad Al-Aly, que es jefe de investigación y desarrollo en el Sistema de Atención Sanitaria de Asuntos de Veteranos de St. Louis, examinó la amplia base de datos con los casi 39.000 pacientes infectados por el coronavirus por segunda o tercera vez. En un artículo publicado en línea el mes pasado, pero que aún no ha sido revisado por pares ni publicado en una revista, descubrió que las personas con múltiples infecciones tienen un mayor riesgo acumulado de sufrir una enfermedad grave o la muerte.
No es que las enfermedades posteriores sean peores, o incluso tan malas, como los casos anteriores. Pero cualquier infección por coronavirus conlleva un riesgo, y el riesgo de un resultado realmente malo -un ataque al corazón, por ejemplo- se acumula, como una placa, a medida que las infecciones se multiplican. “La reinfección añade riesgo”, afirmó.
Las vacunas actuales se basan en la cepa original del coronavirus que surgió en Wuhan, China, a finales de 2019. La Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) ha pedido a los fabricantes de vacunas que presenten nuevas fórmulas dirigidas a la BA.5 y la BA.4. Esos refuerzos podrían estar listos este otoño. Pero no hay garantía de que estas últimas subvariantes sigan siendo dominantes dentro de cuatro o cinco meses. El virus no sólo está evolucionando, sino que lo hace a una velocidad extraordinaria y puede superar continuamente a las vacunas.
“Estamos en una posición muy difícil con respecto a la elección de la vacuna (para septiembre próximo) porque estamos tratando con un objetivo notoriamente móvil”, había reconocido en junio pasado el doctor Anthony Fauci, el principal asesor del presidente Biden para la pandemia.
La doctora, Akiko Iwasaki, catedrática de inmunología y experta en COVID Prolongado de la Universidad de Yale, en los Estados Unidos dijo: “Entiendo la fatiga de la pandemia, pero el virus no ha terminado con nosotros. Me temo que el comportamiento humano actual está haciendo que más personas se infecten y adquieran el COVID Prolongado. Me temo que esta situación puede llevar a un gran número de personas con discapacidad y problemas de salud crónicos en el futuro”.
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