La industria espacial es uno de los sectores de más rápido crecimiento en el mundo. Se prevé que los ingresos globales generados por esta industria crezcan de 350 millones de dólares en 2019 a más de 1 billón de dólares para 2040. Para satisfacer la creciente demanda, se están estableciendo nuevos puertos espaciales y empresas de vehículos de lanzamiento en países históricamente activos aeronáuticamente, como Estados Unidos y Rusia, y también en naciones con sectores espaciales emergentes, como China e India.
En 2021, los vuelos espaciales comerciales de Virgin Galactic, Blue Origin y SpaceX, tres de las empresas internacionales que comercializan este tipo de propuestas para particulares, demostraron que el turismo espacial es plausible, aunque la escala de esta industria naciente es incierta. Detrás del deslumbramiento que suponen estos avances espaciales, se abren interrogantes no esperados.
En un estudio reciente publicado en el Journal of Geophysical Research Atmospheres, la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA) sugirió que un aumento de 10 veces en los lanzamientos alimentados con hidrocarburos (lo que es plausible en las próximas dos décadas según el actual crecimiento del tráfico espacial), dañaría la capa de ozono y cambiaría los patrones de circulación atmosférica.
“Necesitamos aprender más sobre el impacto potencial de los motores que queman hidrocarburos en la estratósfera y en el clima en la superficie de la Tierra -explicó el autor principal Christopher Maloney, científico investigador del Instituto Cooperativo para la Investigación en Ciencias Ambientales (CIRES) que trabaja en el Laboratorio de Ciencias Químicas de la NOAA-. Con más investigación, deberíamos poder comprender mejor los impactos relativos de los diferentes tipos de cohetes en el clima y el ozono”.
Las tasas de lanzamiento se han más que triplicado en las últimas décadas, según afirmaron los especialistas en su estudio, y se prevé un crecimiento acelerado en las próximas décadas.
Los cohetes son la única fuente directa de contaminación por aerosoles producidos por humanos sobre la tropósfera, la región más baja de la atmósfera, que se extiende a una altura de aproximadamente a 10 kilómetros sobre la superficie de la Tierra.
El equipo de investigación utilizó un modelo climático para simular el impacto de aproximadamente 10.000 toneladas métricas de contaminación por hollín inyectadas en la estratósfera sobre el hemisferio norte cada año durante 50 años.
Actualmente, se emiten anualmente unas 1.000 toneladas de hollín de cohetes. Los investigadores advierten que no se conocen bien las cantidades exactas de hollín emitidas por los diferentes motores alimentados con hidrocarburos que se utilizan en todo el mundo. Los investigadores encontraron que este nivel de actividad aumentaría las temperaturas anuales en la estratósfera entre 0,5 y 2 ° C, lo que cambiaría los patrones de circulación global al disminuir las corrientes en chorro subtropicales hasta en un 3,5 % y debilitar la circulación de vuelco estratosférica.
“El ozono estratosférico está fuertemente influenciado por la temperatura y la circulación atmosférica”, señaló el coautor Robert Portmann, físico investigador del Laboratorio de Ciencias Químicas, por lo que no sorprendió al equipo de investigación que el modelo encontrara cambios en las temperaturas estratosféricas y que los vientos también causaran modificaciones en la abundancia de ozono.
Los científicos encontraron que las reducciones de ozono ocurrieron hacia el polo de 30 grados norte, o aproximadamente la latitud de Houston, en casi todos los meses del año. La reducción máxima del 4% se produjo en el Polo Norte en junio.
“Este patrón espacial de pérdida de ozono coincide directamente con la distribución modelada de carbono negro y el calentamiento asociado con él - continuó Maloney-. La conclusión es que los aumentos proyectados en los lanzamientos de cohetes podrían exponer a las personas en el hemisferio norte a una mayor radiación ultravioleta dañina”.
Esta nueva investigación se basa en un estudio anterior dirigido por el coautor Martin Ross, científico de The Aerospace Corporation. Si bien en nuevo documento describe la influencia que tiene el hollín en el escape de los cohetes sobre el clima y la composición de la estratosfera, los científicos dijeron que representa un paso inicial para comprender el espectro de impactos en la estratosfera por el aumento de los vuelos espaciales.
Junto a las empresas privadas ue realizan lanzamientos a un ritmo más frecuente, la NASA planea enviar humanos de regreso a la Luna en los próximos años utilizando su sistema de lanzamiento espacial, China actualmente está construyendo su propia estación espacial en órbita terrestre e India está en una búsqueda para poner en órbita su propia misión tripulada durante siete días entre 2022 o 2023.
La Nueva Era Espacial está en marcha, pero aún podría haber un costo en la Tierra por toda esta actividad. “Es imperativo que entendamos los riesgos actuales y futuros para la atmósfera de la Tierra que plantea la contaminación de los lanzamientos de cohetes y el calentamiento de reingreso de piezas de cohetes reutilizables y descartadas y desechos históricos -resume Maloney-. Los cohetes, a diferencia de otras fuentes de contaminación provocada por el hombre, emiten productos químicos sólidos y gaseosos directamente a la atmósfera superior. Recopilamos inventarios de estos productos químicos a partir de lanzamientos de cohetes en 2019 y proyecciones de crecimiento futuro y actividad de turismo espacial especulativo”.
Los especialistas concluyeron que las partículas de BC (u hollín) de los cohetes también son motivo de gran preocupación, ya que son casi quinientas veces más eficientes para calentar la atmósfera que todas las demás fuentes de hollín combinadas. “Estos hallazgos demuestran una necesidad urgente de desarrollar una regulación ambiental para mitigar el daño de esta industria en rápido crecimiento”, concluyó Maloney.
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