El COVID-19, además de afectar el sistema respiratorio, puede provocar una serie de síntomas neurológicos de moderados a graves notificados en hasta el 30 % de los pacientes, que pueden persistir hasta 6 meses después de la infección.
La niebla mental se ha convertido en uno de los síntomas más debilitantes del COVID prolongado, que afecta a miles de personas en todo el mundo, lo que impide su capacidad para trabajar y funcionar en la vida diaria.
Ahora, un grupo de científicos australianos cree que están más cerca de develar el misterio detrás de la condición neurológica persistente que puede desencadenar pérdida de memoria, confusión, mareos y dolores de cabeza, y hacer que las personas traten de recordar palabras de uso cotidiano.
Las conclusiones de su estudio, publicados recientemente en Nature Communications, sugirieron distintos paralelismos entre los efectos de COVID-19 en el cerebro y las primeras etapas de enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer y el Parkinson.
Los investigadores, dirigidos por el especialista Nick Reynolds del Instituto de Ciencias Moleculares de la Universidad La Trobe de Melbourne, utilizaron algoritmos informáticos para identificar pequeños fragmentos de proteínas (llamados péptidos) en el SARS-CoV-2. El equipo pudo estudiar estos péptidos en el laboratorio, observando que habían formado grupos, reflejando las placas amiloides que se encuentran en el cerebro en las primeras etapas de enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer y la demencia.
“Lo que vimos es que formaron grupos de amiloides muy similares, que son básicamente ensamblajes ordenados de proteínas que se unen y se consideran características moleculares de las primeras etapas de la enfermedad neurodegenerativa -confirmó Reynolds-. Estas placas amiloides son muy tóxicas para las células cerebrales y planteamos la hipótesis de que los agregados de proteínas SARS-CoV-2 pueden desencadenar síntomas neurológicos en COVID-19 que muchos de nosotros llamamos niebla mental”.
Si esto se confirma en estudios futuros, Reynolds estimó que los medicamentos desarrollados para combatir el Alzheimer y el Parkinson podrían reutilizarse para revolucionar el tratamiento de los síntomas neurológicos debilitantes del COVID-19 prolongado.
“Si estos grupos de amiloides están causando niebla mental, entonces contamos con 30 años de desarrollo de fármacos en enfermedades neurodegenerativas, que se pueden volver a analizar en el contexto de COVID-19 -advirtió Reynolds-. Los medicamentos que no tenían una eficacia suficiente como para actuar contra enfermedades muy graves e irreversibles como el Alzheimer podrían tener un éxito mucho mayor con los síntomas del tipo de niebla mental”.
Este primer estudio australiano en esta área es parte de un cuerpo de investigación emergente que sugiere que existen similitudes en los mecanismos de los cambios cognitivos posteriores al coronavirus y otras afecciones cerebrales estudiadas durante mucho tiempo, como el Alzheimer, el Parkinson y la demencia.
A principios de este año, como adelantó Infobae, un estudio encontró que el COVID-19 puede causar una mayor pérdida de materia gris y daño tisular en el cerebro de lo que ocurre naturalmente en personas que no han sido infectadas con el coronavirus.
El estudio, publicado en la revista científica NatureSe, examinó los cerebros de más de 400 personas de 51 a 81 años de edad y encontró contracción y daño tisular principalmente en áreas relacionadas con el sentido del olfato, pero también en las involucradas en otras funciones cerebrales, dijeron los investigadores en su documento.
Sin embargo, los expertos en neurología advirtieron que las implicaciones de los cambios no estaban claras y no sugerían necesariamente que las personas pudieran tener daños duraderos o que los cambios pudieran afectar profundamente el pensamiento, la memoria u otras funciones.
La creciente evidencia sugiere que el coronavirus causa confusión mental y otros síntomas neurológicos a través de múltiples mecanismos. Pero estudiar el cerebro puede plantear desafíos éticos. “Nunca vas a hacer, por ejemplo, una biopsia en el cerebro de alguien porque tiene dolor de cabeza -sugiere Reynolds-. Las capacidades de escaneo cerebral, como las tomografías por emisión de positrones (PET) y las resonancias magnéticas (MRI), están mejorando todo el tiempo, pero aún es muy difícil obtener imágenes de estos grupos muy pequeños de proteínas”.
Para el equipo liderado por Reynolds, la investigación sobre la niebla cerebral inducida por el coronavirus se encuentra en “sus primeras etapas”. Tiene la esperanza de que los descubrimientos de laboratorio puedan explorarse más a fondo examinando humanos con COVID prolongado y tejido cerebral post-mortem en colaboración con investigadores médicos. “Estamos muy interesados en publicar nuestros hallazgos para que más investigadores médicos puedan probar nuestra hipótesis”, concluyó Reynolds.
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