Desde el inicio de la pandemia, ya más de 532 millones de personas fueron diagnosticas con el COVID-19 y más de 6,3 millones han fallecido. Durante el primer año -cuando aún no había vacunas disponibles y se desconocía mucho sobre la transmisión del virus-, hubo confinamientos masivos y restricciones de viajes entre los países. A partir de los planes de vacunación las medidas de restricciones en la movilidad se fueron relajando, y la mortalidad por el COVID-19 fue bajando. Esos cambios en la movilidad dentro de cada país y más allá de las fronteras también afectaron el impacto de otros virus en la salud humana.
Ya se observan diferencias con el avance del virus sincicial respiratorio, el virus de la gripe o influenza, el rinovirus o el adenovirus, entre otros. “Se están observando algunas variaciones de las formas de presentación en distintas partes del mundo, como el resurgimiento de las infecciones por virus sincicial respiratorio fuera de su período estacional, o un aumento en el número de internaciones de niños de mayor edad con cuadros respiratorios graves ‘no bronquiolitis’”, afirmó la doctora Susana Rodríguez, del Hospital de Pediatría Dr. Juan P. Garrahan de Buenos Aires, en la revista Archivos Argentinos de Pediatría. Estos niños mayores que no habían tenido contacto previo con el virus sincicial respiratorio aumentan la población susceptible.
De acuerdo con la doctora Rodríguez, “es evidente que las medidas implementadas para restringir la circulación del COVID-19, han logrado también reducir la circulación de los otros virus respiratorios”. Ya se habían realizado estudios con modelos matemáticos que tienen en cuenta el aumento de las poblaciones susceptibles y advertían que era posible que al levantarse las restricciones se iban a producir grandes brotes tanto de infecciones por virus sincicial respiratorio como por el virus influenza.
“Es preocupante -señaló la doctora Rodríguez- también la posibilidad de resurgimiento de enfermedades controladas por vacunas como el sarampión, ya que durante la pandemia se ha producido una reducción de hasta un 50 % en la concurrencia a vacunatorios”. Se refería a la situación en la Argentina en particular. Pero el problema de la reducción de las coberturas de inmunización para diferentes enfermedades también se registró en otros países de América.
Según informó la Organización Panamericana de la Salud, los dos últimos años han hecho retroceder casi tres décadas de progreso en la vacunación contra la polio y el sarampión, y así se generó un riesgo real para su reintroducción. “Hoy volvemos a estar en los mismos niveles de cobertura de vacunación que en 1994, cuando estas enfermedades todavía suponían una grave amenaza para nuestros niños, familias y comunidades”, lamentó en abril la directora de la organización Carissa Etienne.
En los hospitales, hay pacientes con más variedad de virus respiratorios: adenovirus, rinovirus, virus respiratorio sincicial, metapneumovirus humano, gripe y parainfluenza. “No es típico para ninguna época del año y ciertamente no es típico en mayo y junio”, dijo Thomas Murray, un experto en control de infecciones y profesor asociado de pediatría en la Universidad de Yale. Algunos niños ingresados en el hospital están coinfectados con dos virus y unos pocos con tres.
“Este año 2022, las internaciones de niños por virus respiratorios volvieron a estar en los niveles anteriores al desarrollo de la pandemia”, comentó a Infobae Liliana Vázquez, de la Sociedad Argentina de Infectología y médica infectóloga de la Clínica Maternidad Suizo Argentina y el Sanatorio Finochietto.
En el contexto actual de la pandemia por el coronavirus, los virus ya conocidos están actuando de manera imprevista. El virus respiratorio sincicial suele afectar más durante el invierno. Pero hay también casos en verano. El rinovirus, que es el causante del resfriado común, rara vez envía a la gente al hospital. Y el virus de la gripe que empezaba a circular desde marzo cada año en el hemisferio sur, también se propagó durante el verano. Por el momento, un linaje común del virus de la gripe conocido como Yamagata, no se ha visto desde principios de 2020. Según los investigadores, podría haberse extinguido o estar al acecho para atacar a los desprevenidos sistemas inmunitarios.
En los Estados Unidos, los médicos se están replanteando las rutinas y el momento de la vacunación. Están ajustando los protocolos que durante décadas reflejaron un ciclo predecible de enfermedades que iban y venían cuando las escuelas cerraban o el clima cambiaba. “Es un experimento natural masivo”, dijo al diario The Washington Post Michael Mina, epidemiólogo y director científico de la plataforma de salud digital eMed. Mina dijo que el cambio de estacionalidad se explica en gran medida por nuestra falta de exposición reciente a los virus comunes, lo que nos hace vulnerables a su regreso.
Durante años, Theresa Barton, jefa de enfermedades infecciosas pediátricas de University Health en San Antonio, ha defendido sistemáticamente la vacuna contra la gripe cada otoño. El nuevo cambio en la estacionalidad, con el aumento de los casos de gripe el verano pasado y de nuevo esta primavera, la hizo replantearse. Con otros especialistas en enfermedades infecciosas, la doctora Barton está revisando la respuesta al virus sincicial respiratorio, un virus común que hospitaliza a unos 60.000 niños menores de 5 años cada año, según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de los Estados Unidos.
El virus sincicial puede provocar infecciones pulmonares mortales en bebés prematuros y otros niños de alto riesgo. El tratamiento típico para ellos en los Estados Unidos consiste en inyecciones mensuales de un anticuerpo monoclonal, el palivizumab, desde noviembre hasta febrero. Pero el verano pasado, el virus sincicial respiratorio aumentó repentinamente y este año está causando problemas en mayo y junio. Los expertos en enfermedades infecciosas hacen un seguimiento minucioso de los casos para estar preparados para reactivar el protocolo.
Incluso los resfriados comunes parecen un poco más virulentos y tenaces, según Richard Martinello, especialista en virus respiratorios de la Facultad de Medicina de Yale. Cuando la gente se resfría, parece que es un poco peor. Se estima que los seres humanos han evolucionado junto a los patógenos. Los contactos regulares con ellos habían permitido que el sistema inmunitario recupere la respuesta con cuadros leves. Pero en el momento en que se deja de “ver” un virus con esta cadencia regular, como ocurrió durante la pandemia, se rompe ese equilibrio natural.
Cuando la gente usó menos los barbijos y empezó a reunirse en el interior, se facilitó que los virus empezaran a circular fuera de temporada porque la inmunidad de la población era baja, aunque otras condiciones para ellos no fueran óptimas. “Todas estas decisiones tienen consecuencias”, sostuvo el doctor Murray. “Uno hace lo mejor que puede con la información que tiene”.
El mismo proceso de memoria inmunitaria ya está bien documentado por otros fenómenos como el de las personas de 35 y 40 años que contraen herpes zóster, una reactivación del virus de la varicela que suele afectar a los adultos mayores o a las personas con sistemas inmunitarios debilitados.
Con respecto al virus de la gripe, también tuvo un comportamiento infrecuente. En países del hemisferio norte como los Estados Unidos, los casos de gripe empezaron a bajar en pleno invierno. Y aún no se sabe si fue porque las personas tendieron a reducir sus salidas por el aumento explosivo de los casos de COVID-19 por la variante Ómicron o si el coronavirus actuó para apartar a su rival más común mediante algún otro mecanismo.
Ellen Foxman, inmunobióloga de la Facultad de Medicina de Yale, lleva años estudiando cómo interactúan los virus y qué factores genéticos y ambientales hacen que el mismo virus pueda provocar un resfriado en una persona y enfermar mucho en otra. Utiliza células de la nariz y el pulmón para cultivar tejido de las vías respiratorias humanas en el laboratorio antes de infectarlas con virus, junto con contaminantes ambientales como el humo del cigarrillo.
Ese estudio del revestimiento de las fosas nasales ha permitido conocer lo que se conoce como “inmunidad innata”. Una vez que esas células detectan un virus, activan las defensas antivirales y bloquean otros virus. Ese proceso puede ayudar a explicar por qué la tan esperada doble epidemia del coronavirus y otros virus, probablemente inhibida por el trabajo a distancia y el barbijo en los dos primeros años de la pandemia, aún no se produjo, a pesar de las coinfecciones esporádicas.
Según los investigadores, la cohorte de bebés nacidos en los dos últimos años aportará mucha información. Normalmente, un niño menor de 5 años tiene de media un virus en su nariz 26 de las 50 semanas del año. Las infecciones graves por virus sincicial respiratorio y rinovirus en esos primeros años pueden estar asociados al desarrollo de asma más adelante.
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