Ya hay más de 527 millones de afectados por la infección desde el inicio de la pandemia y más de 6,2 millones de fallecidos. La variante Ómicron del coronavirus fue identificada en noviembre del año pasado y desde entonces ha producido dos olas diferentes de casos de COVID-19 a nivel mundial. Eso ocurre porque los sublinajes de esa variante fueron cambiando en su circulación en la comunidad. Científicos de diferentes países vigilan la evolución del coronavirus y han encontrado que una persona que se contagió un sublinaje de Ómicron puede volver a infectarse con otro sublinaje diferente. Algo que no ocurría con las variantes de preocupación que anteriormente circularon, como Delta el año pasado. Por eso, hoy es clave que las personas accedan también a las dosis de refuerzo.
“La variante Ómicron del coronavirus es más contagiosa y más evasora de la respuesta inmunológica de la vacuna. Esto último se suple con la aplicación de las dosis de refuerzo. El segundo refuerzo mejora la prevención contra los cuadros graves, especialmente en la población adulta, según un estudio que se llevó a cabo en Israel”, contó a Infobae la doctora Daniela Hozbor, investigadora del Conicet en el Instituto de Bioquímica y Biología Molecular, dependiente del Departamento de Ciencias Biológicas de la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad Nacional de La Plata y el CONICET.
La vacunación contra el COVID-19 empezó en diciembre de 2020, y aún solo el 62% de la humanidad recibió el esquema primario de inmunización. Con respecto a los refuerzos, solo el 26% accedió a esas dosis, y el coronavirus sigue circulando y aún hay riesgo de que aparezcan nuevas variantes de preocupación. Estas son las 5 claves para comprender hoy por qué Ómicron y su familia preocupa a los investigadores científicos:
1- Las personas se pueden reinfectar con las subvariantes de Ómicron
Algunos investigadores sostienen que las subvariantes de Ómicron que actualmente alimentan las olas, como BA.4 y BA.2.12.1, merecen nombres más sencillos para ayudar a la comunicación con los gobiernos y el público en un momento en que la adherencia a las medidas de prevención, como las mascarillas o barbijos, está disminuyendo. También señalan que, a diferencia de las subvariantes de Delta -que había sido detectada en India en octubre de 2020 y fue predominante en el mundo durante el año pasado-, los sublinajes de Ómicron BA.4 y BA.2.12.1 pueden superar la inmunidad proporcionada por infecciones anteriores con otras subvariantes de Ómicron.
“Esto fue inesperado”, dijo Houriiyah Tegally, bioinformático del Centro de Respuesta Epidémica e Innovación de Stellenbosch, en Sudáfrica. “Todo el mundo pensaba que sólo las nuevas variantes podrían provocar nuevas olas, pero ahora que estamos viendo que Ómicron puede hacerlo, quizá deberíamos adaptar el sistema de denominación”, sugiere.
La OMS hasta ahora no ha estado de acuerdo con la idea de cambiar el nombre a Ómicron por sus sublinajes. Según la revista Nature, el virólogo de la OMS Lorenzo Subissi señaló que la capacidad de evasión inmunitaria no es muy diferente entre las subvariantes de Ómicron. La evaluación de la agencia sanitaria podría cambiar si los estudios futuros demuestran que una subvariante de Ómicron causa una enfermedad más grave que otras.
La directora técnica de la respuesta a COVID-19 de la OMS, Maria Van Kerkhove, añadió que la agencia tampoco recomienda cambiar una etiqueta técnica por un nombre griego con la esperanza de estimular a los líderes para que se tomen más en serio la pandemia en curso. “Este ya es un virus que da miedo, sigue matando a un gran número de personas innecesariamente”, dice, sugiriendo que los líderes mundiales ya deberían estar prestando atención.
2- Se está vigilando menos al coronavirus en el mundo
Los investigadores están encontrando una increíble cantidad de diversidad en el coronavirus, pero también lo están secuenciando a un ritmo sin precedentes. Desde enero de 2020 se ha subido a la popular plataforma de datos GISAID la cifra récord de 11 millones de genomas del coronavirus SARS-CoV-2. En cambio, los investigadores han subido alrededor de 1,6 millones de secuencias del virus de la gripe a la base de datos EpiFlu de GISAID desde mayo de 2008.
Sin embargo, según Andrew Rambaut, biólogo evolutivo en la Universidad of Edimburgo y miembro de la Red Pango, quedan muchos interrogantes sobre la evolución del coronavirus, ya que la secuenciación está casi ausente en algunas partes del mundo y algunos países con brotes intensos están reduciendo la vigilancia genómica.
3- Algunos sublinajes de Ómicron son más contagiosos
La variante Ómicron ha seguido estando en el punto de mira, ya que los miembros de su familia -subvariantes- alimentan olas al evadir los anticuerpos que las personas han generado por infecciones y vacunas anteriores. Por ejemplo, la subvariante BA.2.12.1 de Ómicron está ganando terreno en América del Norte, y ahora representa alrededor del 26% de los genomas del coronavirus presentados a la iniciativa de datos GISAID, y BA.4 y BA.5 se están extendiendo rápidamente en Sudáfrica: se detecta en más del 90% de los genomas secuenciados.
El coronavirus SARS-CoV-2 adquiere mutaciones a medida que se replica en las células. Técnicamente, esto significa que probablemente surjan millones de variantes cada día. Pero la mayoría de las mutaciones no mejoran la capacidad del virus para sobrevivir y reproducirse. Por lo cual, esas variantes se pierden en el tiempo, superadas por versiones más aptas. Sin embargo, una pequeña parte de las variantes sí gana terreno. Cuando esto ocurre, los investigadores que llevan a cabo la vigilancia genómica señalan las muestras que tienen todas el mismo conjunto de mutaciones distintas.
Para averiguar si estas muestras constituyen una nueva rama en el árbol genealógico del coronavirus, se ponen en contacto con bioinformáticos que han establecido sistemas de nomenclatura para el virus. Un grupo muy popular, llamado Pango, está formado por unas dos docenas de biólogos evolutivos y bioinformáticos que comparan las secuencias de las muestras con cientos de otras utilizando un software filogenético. El nombre del grupo deriva de un programa informático llamado Pangolin, que fue creado por la bioinformática Áine O’Toole en la Universidad de Edimburgo, Escocia, en el Reino Unido.
4. La atención en el árbol genealógico de las variantes es clave
Al nombrar una variante, el comité de Pango utiliza un sistema jerárquico que indica la historia evolutiva de la variante y cuándo se detectó en relación con otras. Las letras iniciales del nombre reflejan el momento en que Pango dio una etiqueta al linaje, siguiendo una secuencia de la A a la Z, luego de la AA a la AZ, de la BA a la BZ, y así sucesivamente.
Separados por un punto, los números siguientes indican el orden de las ramas de ese linaje. Por ejemplo, BA.1, BA.2, BA.3, BA.4 y BA.5 son las cinco primeras ramas que descienden de un ancestro original de Ómicron. Y BA.2.12.1 es el duodécimo linaje que se ramifica a partir de BA.2, y la primera rama con nombre en esa duodécima mata. Todas las subvariantes son variantes, pero los investigadores utilizan el primer término cuando quieren dar a entender que los linajes pertenecen a una agrupación mayor, como Ómicron.
Si una variante evade el sistema inmunitario de forma mucho más eficaz que otras en circulación, provoca una enfermedad más grave o es mucho más transmisible, la OMS podría determinar que es una “variante de preocupación” y cambiar su nombre por una letra griega. Por ejemplo, las múltiples mutaciones preocupantes de una variante etiquetada como B.1.1.529 el año pasado, junto con su rápido aumento, hicieron que la OMS cambiara su nombre a Ómicron en noviembre de 2021. Mientras que los nombres técnicos de Pango están pensados para ayudar a los investigadores a seguir la evolución del coronavirus, el sistema de la OMS da prioridad a la facilidad de comunicación con el público.
5- Acceder a las dosis de refuerzo aumenta la protección contra las subvariantes de Ómicron
Según informó la OMS, se ha comprobado que la inmunidad inducida por haber tenido el COVID-19 daba una fuerte protección contra la enfermedad grave entre 9 y 12 meses después de la infección. Esto pasaba antes de que predominara Ómicron. En cambio, ya se comprobó que la inmunidad protectora inducida por la infección contra la enfermedad y los resultados graves disminuye más rápidamente contra Ómicron.
“Los datos actualmente disponibles de las vacunas COVID-19 incluidas en la lista de uso de emergencia muestran que las vacunas proporcionan mayores niveles de protección que la infección por el coronavirus SARS-CoV-2 contra los resultados graves de la enfermedad”, agregó. Hay una modesta disminución en los 6 meses siguientes al esquema primario de inmunización.
Además, las vacunas siguen protegiendo contra la enfermedad grave, las hospitalizaciones y la muerte por Ómicron, aunque en menor grado en comparación con otras variantes. “El grado de disminución puede depender también del producto o productos de la vacuna que se utilicen y de la población a la que se destine (por ejemplo, adultos mayores o personas inmunodeprimidas). La protección inducida por la vacuna contra la enfermedad sintomática, incluida la enfermedad grave, aumenta con las dosis de refuerzo”, resaltó la agencia sanitaria.
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