EL 67,6% de la población mundial ha recibido al menos una dosis de vacuna contra el COVID-19. El 62% accedió a completar el esquema primario, y solo el 26% pudo recibir dosis de refuerzo. Desde diciembre de 2020 hasta ahora, las vacunas han salvado millones de vidas por su alta efectividad para reducir el riesgo de desarrollar cuadros graves y producir la muerte en personas afectadas por la infección por el coronavirus. Un estudio científico realizado en Singapur encontró que otra vía de administración de algunas vacunas podría reducir el efecto secundario de fatiga que se genera en algunas personas.
Algunas personas tienen efectos secundarios después de vacunarse contra el COVID-19. Son signos normales de que su organismo está generando protección; aunque pueden afectar su capacidad para realizar las actividades diarias, pero desaparecen en unos días. Otros inmunizados no presentan ninguno.
Los efectos secundarios después de recibir la segunda dosis pueden ser más intensos que los que sufre después de la primera. “Las reacciones notificadas después de recibir una dosis de refuerzo son similares a las reportadas con los esquemas principales de una y dos dosis. Fiebre, dolor de cabeza, fatiga y dolor en la zona de la inyección fueron los efectos secundarios más frecuentes notificados y, en general, la mayoría de los efectos secundarios fueron leves a moderados”, informaron recientemente los expertos de los Centros para el Control y la Prevención de las Enfermedades (CDC) de los Estados Unidos.
A pesar de su gran eficacia contra el coronavirus, las vacunas COVID-19 basadas en el ARN mensajero se asocian a efectos adversos tras la vacunación, como la fatiga. Los investigadores de Singapur se preguntaron cómo podría evitarse la fatiga tras la inmunización.
En un nuevo estudio, que fue publicado en la revista de acceso abierto PLOS Biology, Ayesa Syenina, de la Facultad de Medicina Duke-NUS de Singapur, y sus colegas compartieron los detalles de su investigación. A través del análisis de muestras de sangre de personas vacunadas contra el COVID-19 identificaron características moleculares distintas vinculadas a una mayor probabilidad de fatiga tras la inmunización. Además, hicieron experimentos en ratones que sugieren que cambiar la estrategia de inyección de la vacuna podría aliviar el efectos secundario de la fatiga.
Los investigadores consideraron que investigar la fatiga era una tema de importancia porque puede influir en la disposición de las personas a vacunarse o a recibir una dosis de refuerzo. Esto puede obstaculizar los esfuerzos para reducir la propagación y la gravedad del COVID-19. Sin embargo, los fundamentos moleculares de los efectos adversos tras la vacunación no estaban claros.
Para mejorar la comprensión, Syenina y sus colegas analizaron muestras de sangre de 175 trabajadores sanitarios que recibieron BNT162b2, la vacuna contra el COVID-19 desarrollada por las empresas Pfizer-BioNTech. En concreto, utilizaron las muestras de sangre para analizar una instantánea de la expresión génica de cada participante, es decir, qué genes se activan o desactivan.
Este análisis reveló que las personas que experimentaron una fatiga moderadamente grave después de la vacunación eran más propensas a tener una mayor expresión basal de genes relacionados con la actividad de las células T y los linfocitos NK, dos tipos de células clave en el sistema inmune humano.
Los investigadores también probaron dos estrategias diferentes de inyección de la vacuna en ratones. Algunos ratones recibieron la vacuna BNT162b2 mediante inyección intramuscular. Este es el método actual utilizado en las personas: la vacuna se inyecta en los músculos. En cambio, otros ratones del experimento recibieron una inyección subcutánea, por la cual la vacuna se inyecta en el tejido justo debajo de la piel.
Tras la vacunación, en comparación con los animales que recibieron la vacuna intramuscular, los ratones que recibieron la vacuna subcutánea mostraron respuestas del sistema inmune que coinciden con una menor probabilidad de efectos adversos como la fatiga. Sin embargo, la inyección subcutánea no pareció comprometer los efectos protectores de la vacunación.
Los investigadores consideraron que serán necesarias más estudios para desarrollar estos hallazgos y explorar su importancia clínica. No obstante, los resultados del estudio mejoran la comprensión de la fatiga tras la vacunación y ofrecen una posible estrategia para reducir su probabilidad.
Eng Eong Ooi, coautor del estudio, dijo: “Este estudio proporciona una primera visión de la base molecular de un efecto secundario que muchos han experimentado tras la vacunación con ARN mensajero. Esperamos que este hallazgo estimule más estudios para comprender plenamente los mecanismos subyacentes a los efectos secundarios asociados a las vacunas y contribuir colectivamente a desarrollar vacunas aún más tolerables”.
Tras leer el estudio, la doctora Silvia González Ayala, quien es miembro de la Sociedad Argentina de Infectología y consultora en infectología del Hospital de Niños Sor María Ludovica de La Plata, comentó a Infobae: “Ya existen vacunas para otras enfermedades que se administran por vía subcutánea. Por ejemplo, la vacuna triple viral que protege contra el sarampión, rubéola y paperas. En el nuevo estudio publicado, los investigadores de Singapur hicieron un modelo animal en que demuestran que la inyección subcutánea de las vacunas de ARN mensajero reduciría el efecto secundario de fatiga. Tras esos resultados, es necesario que se hagan ensayos clínicos que demuestren lo mismo en seres humanos y que la autoridad regulatoria apruebe esa vía de administración”.
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