El COVID prolongado o persistente es una enfermedad que afecta a muchas personas tras superar la infección por SARS-CoV-2. Los síntomas incluyen fatiga, dificultad para respirar, dolores musculares, palpitaciones, dolores de cabeza, dolor en las articulaciones y dificultad con la memoria y la concentración. Se trata de uno de los aspectos que más está investigando la ciencia en torno del coronavirus. Las personas mayores de 65 años son las más vulnerables ante el también llamado long COVID.
Pero los médicos se han encontrado con dificultades para diagnosticar el COVID prolongado en las personas mayores, porque se trata de indicios comunes en quienes tienen esa edad que pueden padecer, por ejemplo, enfermedades pulmonares, cardiovasculares y deterioro cognitivo leve.
“Identificar a un COVID prolongado en adultos mayores con otras afecciones médicas es complicado”, dijo a CNN el doctor Nathan Erdmann, profesor asistente de enfermedades infecciosas en la Facultad de Medicina Heersink de la Universidad de Alabama, en Birmingham, Estados Unidos. El riesgo de no distinguir el origen de esos síntomas es que estas personas no reciban una atención adecuada.
Cómo actuar ante los síntomas de COVID persistente
1-Buscar atención médica
“Si una persona mayor o su cuidador se da cuenta de que han pasado uno o dos meses desde el COVID-19 y algo no está bien (ha perdido mucho peso o está extremadamente débil u olvidadizo), vale la pena acudir a una evaluación“, dijo a CNN la doctora Liron Sinvani, directora del servicio de hospitalización geriátrica de Northwell Health, un sistema de salud en Nueva York.
El problema ante este tipo de consultas que, como aún es una enfermedad con numerosas incógnitas, no todos los médicos de atención primaria están capacitados para manejar estos cuadros de COVID persistente. La recomendación es que, sino se están logrando resultados, consultar con centros de salud que en los últimos tiempos han comenzado a especializarse en las secuelas del coronavirus. Vale también preguntar si el médico que lo asiste tiene experiencia en el tratamiento de personas con COVID prolongado.
La preocupación de sectores científicos en desentrañar lo que aún se desconoce del COVID de larga duración ha llevado, por ejemplo a que en Estados Unidos más de 80 centros médicos en más de 30 estados están inscribiendo pacientes en un estudio de cuatro años y $1.150 millones de dólares, financiado por los Institutos Nacionales de Salud, conocido como RECOVER. Allí los adultos mayores que deciden participar reciben atención médica continua.
2- Tener paciencia
Es normal que las personas más grandes tengan mayor dificultad para recuperarse de una enfermedad grave, incluido el COVID-19. Tanto las personas jóvenes como las adultas pueden luchar durante semanas después de haber sufrido la infección para superar los síntomas remanentes. En líneas generales los mayores están presentando más dificultades para recuperarse que los más jóvenes o las personas de mediana edad.
El mensaje más importante para los pacientes mayores es “dése tiempo para recuperarse”, destacó el doctor Greg Vanichkachorn, director del Programa de Rehabilitación de la Actividad COVID de la Clínica Mayo, en Rochester, Estados Unidos. Por eso será necesario establecer prioridades y no apurarse o impacientarse con la recuperación. “En esta población de pacientes, hemos encontrado que hacer que aprieten los dientes y se esfuercen, en realidad los empeorará”, porque se genera un fenómeno conocido como “malestar post-esfuerzo”, dijo Vanichkachorn.
Los pacientes deberán aprender a controlar su propio ritmo. “Cualquier evento de salud significativo obliga a las personas a reexaminar sus expectativas y sus prioridades, y durante mucho tiempo el COVID realmente ha acelerado eso”, dijo Jamie Wilcox, profesor asociado de terapia ocupacional clínica en la Escuela de Medicina Keck. “Todos los que veo sienten que ha acelerado su proceso de envejecimiento”.
3-Buscar que la atención sea integral
Los médicos más experimentados en estos cuadros buscan que las personas mayores sean asistidas al mismo tiempo que se controlan los síntomas de COVID prolongado de los cuadros subyacentes que presenten, como insuficiencia cardíaca o enfermedades pulmonares y verificar las nuevas afecciones que puede haber generado la infección por SARS-CoV-2.
La doctora Erica Spatz, profesora asociada de cardiología en la Facultad de Medicina de Yale, dijo que también se busca si existe daño en los órganos, como por ejemplo en el músculo cardíaco de los pacientes mayores. En caso de ser detectado algo así se aplican tratamientos que ya han sido probados. “Cuanto mayor es una persona, más probable es que encontremos una lesión en un órgano”, dijo la especialista.
La doctora Caitlin McAuley, médica de la clínica de la Escuela de Medicina Keck, dio una pista en torno de cómo detectar el cuadro. Si las condiciones preexistentes y nuevas se manejan adecuadamente y las pruebas adicionales dan negativo, “probablemente haya un elemento de COVID prolongado”. Entonces el médico deberá enfocarse en la recuperación del paciente mayor de sus habilidades para realizar las tareas diarias como bañarse, vestirse, moverse por la casa y hacer las compras. En general, los tratamientos están incluyendo fisioterapia, terapia ocupacional y/o rehabilitación cognitiva que pueden durar meses.
Para los adultos mayores preocupados por su cognición después de haber sufrido la infección por COVID-19, McAuley recomendó un examen neuropsicológico. “Muchos pacientes mayores que han tenido COVID-19 sienten que ahora tienen demencia. Pero cuando hacen la prueba, todo su funcionamiento cognitivo de nivel superior está intacto, y son cosas como la atención o la fluidez cognitiva las que están deterioradas”, dijo. “Es importante entender dónde están los déficits para que podamos dirigir la terapia de manera adecuada”.
En el hospital de rehabilitación Shirley Ryan AbilityLab de Chicago los expertos han descubierto que un número importante de pacientes con problemas respiratorios tienen atrofia en el diafragma, un músculo que es esencial para respirar, reveló el doctor Colin Franz, médico científico. Una vez que la inflamación está bajo control, los ejercicios de respiración ayudan a los pacientes a reconstruir el músculo, precisó.
4- Considerar las vulnerabilidades personales
Las personas de más de 65 años que tuvieron COVID-19 y no tienen recursos económicos, son frágiles, con discapacidad física o cognitiva o se encuentran socialmente aisladas son más vulnerables y proclives a sufrir los efectos más graves del COVID-19 y, si lograron sobrevivir, del COVID prolongado. A esto se suma que son grupos de población con más dificultades para acceder a los servicios de salud.
“Todos compartimos la preocupación por las personas mayores marginadas con acceso limitado a la atención médica y un estado de salud general más deficiente”, admitió Erdmann, de la UAB, porque encima de su situación general son víctimas de “una nueva patología peligrosa que no se comprende bien” y sufren una “mayor disparidades en la atención”.
“Muchos de los pacientes mayores (con COVID prolongado) con los que tratamos no están acostumbrados a pedir ayuda y piensan que, tal vez, es un poco vergonzoso estar necesitado”, dijo James Jackson, director de resultados a largo plazo en Critical, Centro de Enfermedades, Disfunciones Cerebrales y Supervivencia del Centro Médico de la Universidad de Vanderbilt en Nashville.
Las implicaciones son significativas, no solo para los pacientes sino también para los proveedores de atención médica, amigos y familiares. “Realmente tienes que consultar con las personas mayores y vulnerables y que han tenido COVID y no sólo hacer suposiciones de que están bien sólo porque te dicen que lo están”, dijo Jackson. “Necesitamos ser más proactivos para involucrarlos y descubrir, realmente, cómo son”.
5- Recuperar la actividad gradualmente
Los pacientes mayores tienden a perder fuerza y estado físico después de una enfermedad grave, un fenómeno conocido como “desacondicionamiento”, y su volumen de sangre y los músculos del corazón comenzarán a reducirse en unas pocas semanas si se acuestan en la cama o tienen poca actividad, dijo Spatz. Eso puede causar mareos o latidos cardíacos acelerados al ponerse de pie.
De acuerdo con las recomendaciones recientes del Colegio Americano de Cardiología, Spatz recomendó a los pacientes que han desarrollado estos síntomas después del COVID-19 que beban más líquidos, consuman más sal y usen calcetines de compresión y fajas abdominales.
“A menudo escucho que salir a caminar se siente horrible”, dijo Spatz. Al volver a hacer ejercicio, “comience con cinco a diez minutos en una bicicleta reclinada o en un remo, y agregue un par de minutos cada semana”, sugirió. Después de un mes, muévase a una posición semirrecostada en una bicicleta estándar. Luego, después de otro mes, intente caminar, una distancia corta al principio y luego distancias más largas con el tiempo”.
El consejo es “ir despacio” y esto también aplica a los adultos mayores con problemas cognitivos después del COVID-19. Franz dijo que habitualmente recomienda restringir el tiempo dedicado a tareas cognitivamente exigentes, junto con ejercicios, para la salud del cerebro y la memoria. Al menos al principio, “las personas necesitan menos actividad y más descanso cognitivo”, anotó.
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