Los microplásticos son pequeñas piezas de plástico de menos de 0,2 pulgadas (5 mm) de diámetro, que suelen producirse como desprendimiento o residuo de materiales desechados sin el correcto tratamiento, algunos son tan pequeños que pueden encontrarse con diámetros de 0,0007 mm. Esto provoca que puedan ingresar al cuerpo de humanos o animales a través de la inhalación de partículas en el aire o la ingestión, ya sea en alimentos o envases de plástico, vajilla y cubiertos.
En marzo, microplásticos fueron hallados por primera vez, en el torrente sanguíneo humano. Investigadores de la Universidad Libre de Ámsterdam (Vrije Universiteit), detectaron minúsculos trozos de plástico en 17 de las 22 muestras de sangre de voluntarios que participaron del proyecto Immunoplast.
Pocas semanas después, un nuevo estudio de científicos del Reino Unido señaló que estos pequeños fragmentos logran trasladarse grandes distancias y alcanzan las zonas más recónditas del planeta gracias al viento. Es más, estimaron que para 2040 se transportarán 80 millones de toneladas métricas por año.
“Los microplásticos son pequeñas partículas que provienen de una variedad de fuentes que incluyen cosméticos, ropa, procesos industriales, materiales de empaque y degradación de artículos de plástico más grandes”, precisó el doctor Andrew Mayes, investigador de la Facultad de Química de la Universidad de East Anglia (UEA), que en 2018 desarrolló una forma de identificar microplásticos en el agua, incluso embotellada.
En ese sentido, el experto aseguró que “se sabe que los microplásticos se encuentran en el medio ambiente en niveles elevados, particularmente en los ecosistemas acuáticos y marinos, pero también en el suelo y en el aire que respiramos. Estas diminutas partículas han llegado incluso al Ártico, la Antártida y las profundidades del océano, a través de las corrientes oceánicas y los ríos”.
Para averiguar cómo estas sustancias contaminantes terminan en los océanos, los investigadores de la Universidad de East Anglia analizaron cuál es el rol del viento en el transporte de estas partículas.
El estudio, que fue publicado en Nature Reviews Earth & Environment, fue dirigido por la doctora Deonie Allen y el doctor Steve Allen, de la Universidad de Strathclyde, y contó con la recolección de muestras de microplásticos tanto en el aire, como en el mar y el hielo, durante una expedición al Ártico, en 2021.
“Los microplásticos llegan a la atmósfera a través de las actividades humanas. Las partículas producidas por los neumáticos y los frenos en el tráfico rodado, o por los gases de escape de los procesos industriales, se elevan a la atmósfera, donde son transportadas por los vientos”, relató Mayes.
“Descubrimos que la atmósfera transporta predominantemente pequeñas partículas microplásticas, lo que la convierte en una ruta de transporte mucho más rápida que puede conducir a depósitos sustanciales en una amplia gama de ecosistemas”, señaló el científico.
Según advirtieron los investigadores, cada año son transportados miles de kilómetros hasta 25 millones de toneladas métricas de micro y nanoplásticos gracias el aire del océano, la nieve, el rocío del mar y la niebla. Incluso, señalaron las distancias pueden ser muy amplias, cruzando países, continentes y océanos.
Este escenario ya de por sí dramático pra el planeta va camino a agravarse si no se toman medidas que promuevan el reciclaje y políticas públicas que regulen el consumo de materiales contaminantes. Los expertos advirtieron que, para el 2040, las cantidades transportadas pueden alcanzar los 80 millones de toneladas métricas por año.
“En contraste con la suposición habitual de que las piezas microscópicas de plástico ingresan al océano por los ríos, nuestro trabajo defiende la importancia de la atmósfera como una ruta alternativa de entrada”, explicó el profesor Peter Liss, perteneciente a la Facultad de Ciencias Ambientales de la UEA.
“También establece una forma de probar esta idea en investigaciones futuras. Las implicaciones potenciales de la ruta atmosférica para la política para disminuir la contaminación plástica de los océanos son serias, ya que los ríos y la atmósfera deben abordarse de maneras regulatorias muy diferentes”, añadió el experto.
Cuando las partículas están en el aire no solo pueden afectar al clima de la superficie, sino también la salud de los ecosistemas locales. Un ejemplo de esta situación se evidencia en las regiones nevadas, ya que al depositarse generan capas que reducen la capacidad de la nieve para reflejar la luz del Sol y, por ende, promueve el derretimiento.
En tanto, al analizar qué ocurre en los océanos y los ambientes marinos, no solo advirtieron que estas partículas absorben el calor de la luz solar y elevan la temperatura del agua, sino que además detectaron que los microplásticos de la zona costera llegan a esta región a través de la arena erosionada de la playa.
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