El coronavirus se propagó por el mundo y ya afectó a más de 515 millones de personas. Produjo más de 6,2 millones de muertes, y aún sigue impactando. Evolucionó y tres de las subvariantes de Ómicron ahora están preocupando más a los grupos de científicos que hacen la vigilancia del genoma del virus en todo el mundo. Son los sublinajes BA.4, BA.5 y BA.2.12.1.
Dos de esos tres sublinajes de Ómicron fueron descubiertos por científicos de Sudáfrica. Allí, los epidemiólogos y virólogos están observando de cerca cómo los casos vuelven a aumentar bruscamente, sólo 5 meses después de que la variante Ómicron -con su sublinaje BA.1. provocara un aumento espectacular.
Esta vez, los impulsores del aumento de casos son las subvariantes de Ómicron BA.4 y BA.5, que la Red de Vigilancia Genómica de Sudáfrica detectó por primera vez en enero. Las nuevas subvariantes no tuvieron mucha repercusión al principio, pero en las últimas semanas el número de casos en Sudáfrica pasó de unos 1.000 al día el 17 de abril a casi 10.000 el 7 de mayo.
Además, la tercera subvariante, llamada BA.2.12.1, fue detectada en los Estados Unidos, y ahora causa un aumento en la costa este de ese país. Todavía no está claro si las nuevas subvariantes provocarán otra oleada global de COVID-19.
Pero, al igual que las versiones anteriores de Ómicron, tienen una notable capacidad para eludir la inmunidad de las vacunas, la infección previa o ambas cosas. Esa capacidad de las subvariantes inquieta para el futuro de la pandemia. Implica una potencial complicación para los desarrolladores de vacunas.
Hasta el momento, la vacunación con los inoculantes que se desarrollaron en 2020 o la infección previa parecen seguir protegiendo de la enfermedad grave. “No hay razón para asustarse”, dijo John Moore, inmunólogo de Weill Cornell Medicine, en los Estados Unidos. Los sublinajes son una molestia adicional pero “no hay indicios de que sean más peligrosas o más patógenas, según Moore.
Las hospitalizaciones en Sudáfrica, por ejemplo, han aumentado, “pero como se parte de un nivel muy bajo, no es motivo de alarma”, dijo a la revista Science el virólogo Tulio de Oliveira, de la Universidad de Stellenbosch, que ayudó a identificar los sublinajes BA.4 y la BA.5. El número de pacientes en las unidades de cuidados intensivos es tan bajo como lo ha sido desde el comienzo de la pandemia. “Por el momento, esperamos algo similar a la oleada de Ómicron BA.1″, cuando las tasas de hospitalización se mantuvieron manejables.
Sin embargo, las nuevas subvariantes superpropagadoras ponen de manifiesto la capacidad del virus para encontrar formas de sortear el “muro de inmunidad” construido en los últimos dos años y seguir circulando a altos niveles. Incluso si las nuevas variantes causan relativamente poca enfermedad grave, “es un juego de números”, señaló Leif Erik Sander, experto en enfermedades infecciosas del Hospital Universitario Charité de Berlín. Advirtió: un número suficiente de nuevas infecciones podría abrumar a los sistemas sanitarios.
Hoy se sabe que las tres nuevas subvariantes comparten mutaciones con el sublinaje BA.2 de Ómicron, al igual que la BA.1. Los estudios iniciales realizados por de Oliveira y Alex Sigal, experto en enfermedades infecciosas del Instituto de Investigación Sanitaria de África en Durban, sugieren que la BA.4 y la BA.5 pueden eludir la inmunidad de los pacientes que se infectaron con el sublinaje BA.1, que en Sudáfrica causó una oleada mucho mayor que la BA.2.
Que haya más casos de COVID-19 en Sudáfrica ahora puede deberse, en parte, a que la inmunidad ha disminuido desde que la oleada de BA.1 alcanzó su punto máximo en diciembre. Las personas vacunadas que se contagiaron tuvieron una protección algo mayor, según informaron de Oliveira y Sigal en un estudio que aún espera revisión de pares.
Ayer, en la Argentina -según el nuevo informe emitido por el Proyecto País de vigilancia genómica del coronavirus, que depende del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación- ya se detectaron personas afectadas por los sublinajes BA.4 y BA.2.12.1, mutaciones que están impulsando los contagios en Estados Unidos y Sudáfrica.
Consultado por Infobae, el investigador en virología del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), Humberto Debat, que forma parte de Proyecto País -el consorcio de vigilancia genómica del coronavirus del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación de la Argentina-, dijo: “Si bien se pueden tener hoy estudios sobre la variante Ómicron y sus sublinajes, hay que tener en cuenta que es casi imposible predecir la evolución del coronavirus a nivel global, porque la información disponible es sesgada, ya que no todos los países realizan una vigilancia genómica en tiempo real”.
El investigador agregó que “hasta el momento se le ha dado poca atención a la vigilancia del coronavirus en los animales, donde el virus también puede replicarse, evolucionar y volver afectar a los seres humanos”. Hasta el momento, “la evolución de las variantes -desde Beta a Ómicron- ha sido independiente entre sí. Por lo cual, en un reservorio no vigilado podría estar evolucionando una nueva variante global en los próximos meses que no esté relacionada con Ómicron tanto en seres humanos o en animales. Incluso no sabemos si los sublinajes BA.4 y BA.5 son derivadas de BA.2 o si son derivadas de pacientes inmunocomprometidos o de animales. Está en investigación”.
Las tres nuevas subvariantes tienen mutaciones que alteran un aminoácido clave llamado L452, lo que puede ayudar a explicar su capacidad para esquivar la inmunidad. El L452 forma parte del dominio de unión al receptor, la parte de la proteína de la Espiga que se adhiere a las células y permite la infección. El dominio también es un objetivo clave para los anticuerpos protectores.
La variante Delta que causó oleadas devastadoras en diferentes regiones del mundo en 2021 también tenía mutaciones en L452. Por eso, muchos científicos han estado observando cuidadosamente a ese aminoácido. Uno de ellos es el inmunólogo Yunlong Richard Cao de la Universidad de Pekín, en China.
El doctor Cao y su equipo de colaboradores encontraron un patrón: Los nuevos sublinajes de Ómicron procedentes de Nueva York, Bélgica, Francia y Sudáfrica presentaban cambios en la L452. La aparición independiente de cuatro mutaciones diferentes en el mismo sitio no era normal. Los investigadores sospecharon que era la respuesta del virus a los altos niveles de inmunidad generados por las enormes olas de Ómicron.
Inmediatamente, los investigadores empezaron a hacer copias de la proteína de la Espiga basadas en las nuevas secuencias y a probar hasta qué punto los distintos anticuerpos podían bloquear esas proteínas, impidiendo que se unieran a las células. Utilizaron sueros de 156 personas vacunadas y con dosis de refuerzo, entre los que se encontraban algunos que se habían recuperado del BA.1 o del síndrome respiratorio agudo severo (SARS), la enfermedad por coronavirus que causó un brote mortal en todo el mundo hace casi dos décadas.
Al igual que el equipo sudafricano, los científicos en China descubrieron que la sangre de pacientes que habían sido infectados por el BA.1 sólo tenía una débil capacidad para neutralizar a los sublinajes BA.4 y el BA.5. Y lo mismo ocurría con el sublinaje BA.2.12.1. Los sueros de personas que habían sido infectadas previamente por el SARS y luego vacunadas contra el COVID-19 fueron aún menos eficaces.
Trabajos anteriores de Linfa Wang, investigadora de coronavirus de murciélago en la Facultad de Medicina Duke-NUS de Singapur, habían demostrado que los pacientes que se habían recuperado del SARS en 2003 y que luego fueron vacunados tenían una fuerte protección contra las variantes anteriores del coronavirus SARS-CoV-2 que causa la enfermedad COVID-19, e incluso contra algunos virus animales relacionados. Ese hallazgo parecía dar pistas para desarrollar vacunas eficaces contra múltiples coronavirus, incluidos los que podrían desencadenar la próxima pandemia. Sin embargo, las nuevas mutaciones parecen haber ayudado a las subvariantes de Ómicron a evadir esos potentes anticuerpos.
Wang señaló, sin embargo, que los participantes del nuevo estudio fueron vacunados con CoronaVac, una vacuna china fabricada con virus inactivados. Los sujetos de su estudio fueron vacunados con vacunas de ARN mensajero, que podrían proporcionar una respuesta más potente a las nuevas cepas. Pero Wang coincidió en que la habilidad de Ómicron para escapar del sistema inmunitario es llamativa. Basándose en su perfil inmunológico, “debería llamarse SARS-3″, como si fuera un virus totalmente distinto.
La rápida evolución de Ómicron hace que los responsables de las vacunas y de las políticas tengan que tomar decisiones difíciles sobre si deben cambiar a un nuevo conjunto de vacunas o seguir con las fórmulas actuales, que se basan en el virus que surgió en Wuhan, China, hace más de dos años. La empresa Moderna ha probado dos versiones de su vacuna, que contienen la cepa ancestral y la variante Beta -que se propagó en Sudáfrica durante un tiempo en 2021, pero ya ha desaparecido- o la variante Ómicron BA.1. La empresa aún no ha comunicado datos sobre la eficacia de la protección contra las nuevas subvariantes.
Pfizer/BioNTech, que produjeron la otra vacunas de ARN mensajero contra el COVID-19, probaron la eficacia de un refuerzo y de una vacuna primaria basada en la BA.1. Los resultados se esperan para finales de junio. La Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) de Estados Unidos ha programado una reunión para el 28 de junio con el fin de analizar los datos disponibles y hacer recomendaciones sobre la vacuna para septiembre.
La limitada protección que la infección por BA.1 proporcionó contra las nuevas subvariantes en los estudios de laboratorio ya ha planteado dudas sobre la utilidad de las nuevas vacunas específicas para Ómicron. Wang afirmó que el virus evoluciona con demasiada rapidez como para que las vacunas específicas para cada variante puedan seguir el ritmo. En su lugar, un amplio cóctel de anticuerpos monoclonales dirigidos a diferentes variantes podría ser la mejor manera de avanzar, según Wang.
Una vacuna de este tipo podría prevenir las infecciones durante varios meses en las personas vulnerables a la enfermedad grave, incluidas las inmunodeprimidas que no responden a las vacunas. Proteger a este grupo de personas más vulnerables es crucial porque muchos investigadores sospechan que surgen nuevas variantes durante las infecciones de larga duración en personas cuyo sistema inmunitario no consigue eliminar el virus. El principal obstáculo, según Wang, es el costo: Una dosis de anticuerpos monoclonales cuesta unos 1.000 dólares por paciente, “pero si alguien pudiera encontrar la forma de reducirlo a 50 o 100 dólares”, el método podría ser más barato que la actualización constante de las vacunas.
Kristian Andersen, que estudia la evolución viral en el Scripps Research, opinó sobre la variantes del coronavirus: “Podemos estar seguros de que seguirán siendo cada vez más capaces de escapar al sistema inmunitario”, lo que posiblemente conduzca a una menor protección no sólo contra la infección, sino también contra la enfermedad grave. “Tenemos que centrarnos en ampliar nuestra inmunidad”, enfatizó.
No está nada claro qué tipo de vacuna podría provocar esa inmunidad ampliada, pero “tenemos que ponernos en marcha” para averiguarlo, sostuvo Andersen. “Dejar que el virus haga lo que hace, es decir, que siga infectándonos, y probablemente varias veces al año, no es una opción para mí”, remarcó.
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