Después de dos años de pandemia, gran parte de la población sigue sanitizando envases de alimentos, manijas de puertas e interruptores de luz como barrera para frenar el contagio por COVID-19. Sin embargo, un nuevo estudio científico demostró que las personas tienen 1.000 veces más probabilidades de contagiarse a través del aire que de las superficies que toca.
Los investigadores de la Universidad de Michigan analizaron muestras de aire y superficies durante dos años y descubrieron que las probabilidades de inhalar partículas de virus son mayores que las de tocarlas con los dedos.
Según la evidencia científica acumulada mencionada en el estudio, el tiempo medio de incubación de COVID es de 5 días después de la exposición al patógeno y el 97,5 % de las personas desarrollan síntomas, los más comunes de los cuales son fiebre, tos seca y dificultad para respirar, y lo hacen en un plazo de 11,5 días desde el contagio. Por eso, el conocimiento de los riesgos de exposición es fundamental para priorizar las estrategias de mitigación para controlar la propagación de este virus respiratorio altamente infeccioso.
Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de EEUU (CDC, por sus siglas en inglés) clasificaron los modos de transmisión del SARS-CoV-2 como inhalación del virus, deposición del virus en las membranas mucosas y contacto de las membranas mucosas con las manos contaminadas con virus. Según esta información, el uso de mascarillas, el distanciamiento físico y el rastreo/cuarentena de contactos son medidas preventivas críticas para el control de brotes hasta que grandes fracciones de la población pudieran vacunarse contra la enfermedad u obtener inmunidad natural a través de la infección.
La información científica más reciente confirma que la transmisión aérea fue mucho mayor que la transmisión superficial. Este hallazgo proviene de una investigación realizada por un grupo de especialistas del Departamento de Ciencias de la Salud Ambiental de la Facultad de Salud Pública, perteneciente a la Universidad de Michigan. Este estudio, que se basó en una experiencia de dos años en los espacios públicos en el campus Ann Arbor de la Universidad de Michigan, acaba de publicarse en el Journal of Exposure Science and Environmental Epidemiology.
Para su investigación, los especialistas contemplaron salones de clases, salas de ensayo, cafeterías, micros, gimnasios, edificios para actividades estudiantiles y conductos de ventilación y aire.
En términos de la diferencia entre la transmisión por aire y la superficie, el riesgo de contacto de la superficie con el ser humano fue 1000 veces menor que la transmisión por el aire. Según el investigador principal, Chuanwu Xi: “También descubrimos que el número total de casos dentro del campus fue significativamente mayor en las semanas con muestras ambientales positivas que en las semanas no positivas”. Por lo tanto, los datos mostraron que el riesgo de infección por superficies era mucho más bajo de lo que sugería la investigación inicial.
“Teniendo en cuenta las epidemias recurrentes causadas por enfermedades infecciosas respiratorias en los últimos años, nuestro estudio refuerza la relevancia de integrar múltiples métodos de vigilancia ambiental para la modelización y evaluación de riesgos”, agregó el autor principal de la investigación.
Para recopilar los datos, Xi y sus colegas utilizaron muestreadores de bioaerosol de ciclón de pared húmeda, que aspiran grandes volúmenes de aire mediante una bomba y capturan cualquier partícula de virus en el aire. Para las superficies, los investigadores usaron kits de hisopos.
Durante el período de agosto de 2020 y abril de 2021, los científicos recolectaron 256 muestras de aire y 517 de superficie. El análisis mostró que las tasas de positividad fueron del 1,6 por ciento y del 1,4 por ciento, respectivamente.
Además, la probabilidad de infección era de aproximadamente 1 por 100 exposiciones a aerosoles de SARS-CoV-2 por inhalación, pero solo era de 1 por 100.000 a partir de superficies contaminadas.
Estos resultados se basan en escenarios simulados y se llevaron a cabo durante los cierres en el campus universitario. No se recolectaron muestras en espacios con grandes reuniones de personas y algunas muestras solo se recolectaron cuando había pocas personas presentes. Por lo tanto, la extrapolación de los hallazgos a la población general y los entornos de atención médica deberían hacerse con precaución, según recomendación del equipo de trabajo. Sin embargo, recalcaron en su documento que “es probable que la diferencia entre las tasas de transmisión aérea y superficial permanezca inalterada”.
Los investigadores esperan que los datos avancen en la comprensión de las enfermedades infecciosas y los esfuerzos de mitigación durante una futura pandemia, especialmente con la preparación para futuros brotes de enfermedades respiratorias con mecanismos de transmisión similares. En cuanto a la comprensión de los riesgos, para los investigadores, “el foco de esfuerzo debe estar en los espacios físicos y las medidas de distanciamiento”, concluyeron.
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