El número de nuevos casos y muertes por el COVID-19 viene disminuyendo desde finales de marzo a nivel mundial. Pero en Ámerica los casos semanales aumentaron un 9% la última semana reportada por la Organización Mundial de la Salud, y en África también crecieron el 32%. Es un momento en el que el 61% de la humanidad ya accedió al esquema primario de vacunación, y el 24% a la dosis de refuerzo, y se desea que llegue pronto el fin de la pandemia. Pero se sabe que el coronavirus no va a desaparecer de la noche a la mañana. Si por el momento la eliminación del virus no está a la vista, ¿la pandemia pasará a ser una endemia, una sindemia (la posibilidad de asociarse a otras infecciones con la que comparte factores sociales), o podría darse con ambas situaciones? ¿En qué se diferencian cada una?
El coronavirus ya afectó a más de 510 millones de personas en el planeta, y mató a más de 6,2 millones. Muchas de las medidas para acorralar al virus como los confinamientos masivos y los cierres de fronteras ya se han liberado, y los testeos y el modo en que se registran y reportan los casos también empezaron a cambiar en varios países. Pero expertos científicos y médicos sugieren que el tipo de enfoque que se dará como respuesta a la propagación del virus puede marcar una gran diferencia.
Recientemente, Anthony Fauci, el líder de la respuesta contra el COVID-19 en los Estados Unidos mencionó que hoy la situación puede considerarse como una “pandemia controlada”. Con estas palabas, quiso decir que el mundo no está hoy frente a la amenaza urgente de una pandemia como lo estaba en 2020, pero tampoco está preparado para la tranquilidad que supone estar en la fase endémica de un brote por el coronavirus. Mientras tanto, se debate qué acciones serán necesarias si el COVID-19 se volviera una “endemia” y hay especialistas que consideran que debe declararse “una sindemia”.
Se habla de “endemia” en el campo de la epidemiología cuando una enfermedad -que puede ser infecciosa o no- se produce de forma regular en una zona geográfica o en un grupo poblacional. Pero algunos expertos consideran que hoy se está tergiversando el concepto para minimizar el impacto que aún puede tener el coronavirus en el futuro y para justificar la falta de compromiso de los tomadores de decisiones políticas y las autoridades sanitarias con el problema.
En un artículo en la revista Nature, el paleovirólogo Aris Katzourakis, profesor de genómica y evolución de la Universidad de Oxford, en el Reino Unido, advirtió que la palabra “endemia” se ha convertido en una de las más mal utilizadas de la pandemia. “Muchas de las suposiciones erróneas que se hacen fomentan una complacencia equivocada. No significa que el COVID-19 llegue a su fin de forma natural”, escribió.
Si una enfermedad viral puede clasificarse como endemia, significa que las tasas globales son estáticas, no aumentan ni disminuyen. Por ejemplo, el resfrío común es endémico. También lo son la fiebre de Lassa, la malaria o paludismo y la poliomielitis. En el pasado, la viruela fue endémica hasta que, gracias a las vacunas, fue erradicada. Es decir, que una enfermedad se vuelva endémica no significa que no pueda afectar a muchas personas y que no sea mortal.
La malaria o paludismo mató a más de 600.000 personas en 2020. Diez millones enfermaron de tuberculosis ese mismo año y 1,5 millones murieron. Además de haber casos en Europa, América del Norte, Asia y Oceanía, la enfermedad de Chagas se encuentra en zonas endémicas de 21 países de América Latina
“Endémico” tampoco significa que la evolución haya domesticado de algún modo al patógeno para que la vida vuelva simplemente a la “normalidad”. El experto Katzourakis consideró que se sentía frustrado cuando escucha que “los responsables políticos invoquen la palabra ´endémico´ como excusa para no hacer nada. La política sanitaria mundial es mucho más que aprender a vivir con el rotavirus, la hepatitis C o el sarampión endémicos”.
Otro error que se comete, según el experto de Oxford, es creer que los virus evolucionan con el tiempo para volverse más benignos. “No es así: no hay ningún resultado evolutivo predestinado para que un virus se vuelva más benigno, especialmente aquellos, como el SARS-CoV-2, en los que la mayor parte de la transmisión se produce antes de que el virus cause una enfermedad grave”, aclaró. Las variantes Alfa y Delta del coronavirus son más virulentas que la cepa encontrada por primera vez en Wuhan, China. Y si se vuelve más de un siglo atrás, la segunda ola de la pandemia de gripe de 1918 fue mucho más mortal que la primera.
Consultado por Infobae, el doctor Víctor Romanowski, vicepresidente de la Sociedad Argentina de Virología e investigador superior del CONICET, coincidió en que la eliminación por el momento no es posible y que la fase del COVID-19 como endemia no implica relajarse tanto como a nivel colectivo como individual. “Sería muy difícil pensar que una infección respiratoria que se transmite tan fácilmente a través de aerosoles (es decir, por vía aérea) sea eliminada en algunas regiones cuando existe una activa circulación de viajeros de un rincón del mundo a otro. Por eso es muy importante destacar la imperiosa necesidad de acceso a las vacunas en los países de menores ingresos. Solo si se asegura la equidad en la distribución de las vacunas se podrá atacar esta infección sin dejar bolsones de donde se distribuya el virus al resto del mundo”, afirmó el virólogo.
Sólo el 15,7% de la población de países de bajos ingresos ha recibido al menos una dosis. Aún hay países en África, como Niger, que tiene solo el 6,6% de la población con el esquema primario de vacunas. En Oceanía, Papúa Nueva Guinea, el 3% de la población recibió ese esquema. En América, solo el 1,1% de la población de Haití recibió dos dosis. En Asia, el 12% de Afganistán las recibió.
“Una de las luchas que hay que dar hoy es lograr la equidad de las vacunas para frenar la circulación del coronavirus. Las última variantes de preocupación aparecieron en los países en que hubo actitudes negacionistas con respecto a los beneficios de la vacunación. Al no haber altas coberturas de vacunación, hay más chances de que se generen más variantes del virus, con propiedades preocupantes”, sostuvo Mario Lozano, investigador en virología del Conicet y la Universidad Nacional de Quilmes, al ser consultado por Infobae.
Para los próximos meses, según el doctor Romanowski, la propagación del virus seguirá por las personas que aún no han adherido o no han accedido a vacunarse. “Las vacunas actuales son seguras y eficaces para reducir el riesgo de hospitalización por cuadros graves y muerte, pero no bloquean totalmente la infección. En este contexto, la porción de la población no vacunada contribuye significativamente a la diseminación del virus. Porque esa población es un sustrato en el que los virus se replican y, al mismo tiempo, generan variantes cuya capacidad patogénica es difícil de prever. Es decir, que el grupo de no vacunados (o sobrevivientes de infecciones previas) es una amenaza para el resto de la sociedad y conspira contra el control de la infección. Esta situación mejorará en la medida que se terminen de desarrollar y se apruebe el uso de vacunas que potencian la inmunidad de mucosas y bloqueen la infección en la puerta de entrada del coronavirus”.
Otro mito bastante difundido-señaló Romanowski- es que los virus mutan produciendo variantes cada vez más “débiles” que terminan causando enfermedades menos graves durante una endemia. “Lo cierto es que los virus mutantes que desplazan a las variantes originales solo deben poseer una mayor capacidad para la transmisión, replicación y/o evasión de la respuesta inmune. Estas características no están relacionadas con su capacidad de daño. Por lo tanto, mientras no se controle la circulación de virus mediante la vacunación masiva y el empleo criterioso de medidas sanitarias no farmacológicas, no habrá freno para la producción de nuevas variantes virales”, advirtió. Y mencionó un camino que se está haciendo en relación a las variantes del virus: “Además de la vía de mucosas para la vacunación, se están desarrollando estrategias de inmunización que protejan frente a un abanico de variantes: idealmente son vacunas pan-sarbecovirus, es decir, que darían protección contra virus relacionados con el coronavirus”.
“Endemicidad no significará que el coronavirus sea más “benigno” sino que se ha limitado la cantidad de personas que puede infectar, se alcanza un equilibrio -comentó a Infobae Mirna Biglione, médica e investigadora del Instituto INBIRS, dependiente del Conicet y la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires. “El equilibrio -continuó- se logra porque muchos dejamos de ser susceptibles al desarrollar protección por nuestro sistema inmune. Por un lado, al contagiarnos y por otro, y el más beneficioso (sin riesgo de enfermedad y complicaciones) gracias a la vacunación. A medida que los planes de vacunación avanzaron, el virus se fue limitando. Sin embargo, hubo olas con las últimas variantes que produjeron muchas muertes en varios países. Mientras el virus siga presente en algunas poblaciones, corremos el riesgo de que surjan nuevas variantes”.
El impacto del coronavirus “dependerá de las estrategias de salud pública que cada país esté capacitado para implementar, y de que aprendizaje nos dejó a cada uno de nosotros en cuanto a tomar medidas de prevención. Recordemos que aún no sabemos cuánto dura realmente la protección que genera cada vacuna ante nuevas variantes que puedan surgir, que no todas inducen la misma protección”, dijo Biglione.
Mientras tanto, también hay expertos de la Federación Mundial de Asociaciones de Salud Pública que consideran que la OMS debería declarar que hay una “sindemia”, que es un término que propuso en los años noventa el antropólogo Merrill Singer, como una contracción de “sinergia” y “epidemia”, para referirse a una situación en la que dos o más brotes epidémicos ven potenciados sus efectos por rasgos propios del contexto como las condiciones sociales de inequidad.
“El COVID-19 seguirá coexistiendo con nosotros. El mundo sufre la sinergia del COVID-19 y de otras enfermedades transmisibles y no transmisibles con macroprocesos políticos, económicos y ambientales que, en conjunto, provocan cambios profundos que favorecen la aparición de zoonosis, y que reflejan y generan desigualdades e inequidades sociales entre y dentro de los países. La construcción de una “nueva normalidad”, mejor y más justa que la que nos trajo hasta aquí, requiere enfrentar todas las dimensiones de esta compleja realidad, donde se debe enfrentar el injusto orden económico global y lograr el derecho al desarrollo de todas las naciones y pueblos”, escribieron los expertos de la Federación.
Alejandro Videla, presidente de la Asociación Argentina de Medicina Respiratoria y jefe del Servicio de Neumonología y Clínica del Sueño del Hospital Universitario Austral, apoyó la idea de declararla una “sindemia”, y además subrayó que hay que tomar en cuenta las lecciones aprendidas durante la pandemia.
“Por el COVID-19, las personas han ido aprendiendo a seguir cuidados de prevención que ahora algunos grupos de riesgo deberían continuar. El distanciamiento y el uso adecuado del barbijo deberían continuarse en personas que pertenecen a grupos de riesgo. También la ventilación cruzada y permanente se debería tener en cuenta en los ambientes laborales y educativos para esta nueva etapa de la circulación del coronavirus y otros virus respiratorios”, remarcó el doctor Videla.
Algo es claro: más allá de que la eliminación del coronavirus resulta difícil, dejar que avance no es el destino inexorable. La respuesta al problema de la próxima etapa de la circulación del coronavirus es también una construcción social y política, y se puede hacer mucho hoy a favor de la humanidad.
“En primer lugar, debemos dejar de lado el optimismo perezoso. En segundo lugar, debemos ser realistas sobre los niveles probables de muerte, discapacidad y enfermedad. Los objetivos de reducción deben tener en cuenta el riesgo de que los virus circulantes den lugar a nuevas variantes. En tercer lugar, debemos utilizar -de forma global- las formidables armas disponibles: vacunas eficaces, medicamentos antivirales, pruebas de diagnóstico y una mejor comprensión de cómo detener un virus en el aire mediante el uso de mascarillas o barbijos, el distanciamiento y la ventilación y filtración del aire. En cuarto lugar, debemos invertir en vacunas que protejan contra una gama más amplia de variantes”, señaló Katzourakis, el científico de Oxford.
“Pensar que la endemicidad es leve e inevitable es más que erróneo, es peligroso -subrayó-: prepara a la humanidad para muchos años más de enfermedad, incluyendo olas impredecibles de brotes. Es más productivo considerar lo mal que podrían ir las cosas si seguimos dando al virus oportunidades para burlarse. Entonces podríamos hacer más para asegurar que esto no ocurra”.
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