La Organización Mundial de la Salud (OMS) estimó que 9 de cada 10 personas respiran aire cuyos altos niveles de contaminantes superan los límites recomendados en las directrices del propio organismo internacional. Incluso, advirtió que, anualmente, “se producen en el mundo unos siete millones de defunciones atribuibles a la contaminación atmosférica”, ya que la contaminación aérea genera accidentes cerebrovascular, cardiopatía coronaria, neumopatía obstructiva crónica, cáncer de pulmón e infecciones respiratorias agudas, entre otras enfermedades.
Con esto en mente, un grupo de investigadores chinos creó un modelo de red donde analizaron tanto el índice de tráfico y como el de calidad del aire de 21 ciudades, en seis regiones. El objetivo era, aprovechando las medidas de confinamiento por la pandemia, evaluar la relación entre el tránsito y la contaminación del aire.
“Obviamente, el transporte no emiten tanta contaminación como una industria, sin embargo la contaminación vinculada al tránsito vehicular se relaciona con que, generalmente, las industrias no están cerca de los espacios dónde viven las personas, pero el tránsito automotor está en todos lados. Entonces, si bien como fuente de emisión el transporte vehicular no es tan importante, sí lo es en cuanto a la cantidad y la cercanía”, explicó a Infobae Pablo Orellano, especialista en epidemiología e investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), quien además lideró uno de los cinco equipos del mundo elegidos por la OMS para relevar los efectos adversos de contaminantes del aire.
En ese sentido, uno de los autores del estudio, Jingfang Fan, explicó que “la contaminación del aire es un problema típico de ‘gobernanza de los bienes comunes’; aunque el impacto de la pandemia ha llevado a las ciudades a implementar diferentes políticas de restricción de tráfico, una tras otra, lo que naturalmente forma un experimento controlado para revelar su relación”.
Por este motivo, los expertos diagramaron una red climática donde buscaron modelar cada ciudad como si se tratara de un nodo y utilizaron datos previos a la pandemia (en 2019) y durante el COVID-19 (2020), además evaluaron qué ocurrió en las diferentes regiones, cómo fueron las etapas de los bloqueo y hasta evaluaron los distintos niveles de brote en cada ciudad.
Además, los científicos analizaron cuáles fueron las condiciones del tráfico circundante que impactaron en la calidad del aire en Beijing-Tianjin-Hebei, el centro económico de Chengdu-Chongqing y la región central de China luego de los aumentos de casos. Los resultados fueron sorprendentes: la contaminación alcanzó su punto máximo en las ciudades casi de forma simultánea con las medidas de contención de los brotes. En tanto, en pleno confinamiento la contaminación en Beijing-Tianjin-Hebei y el centro de China disminuyó, pero tuvieron un repunte cuando “se levantaron las medidas de control para el tráfico saliente de Wuhan y Hubei”.
Según Saini Yang, otro de los autores de la investigación, “la contaminación del aire en las grandes ciudades, como Beijing y Shanghái, se ve más afectada por otras ciudades. Esto es contrario a lo que generalmente pensamos, que la contaminación del aire en las grandes ciudades es causada principalmente por sus propias condiciones, incluida la congestión del tráfico“. “No solo es necesario mejorar y reducir nuestro propio tráfico urbano y aumentar los viajes ecológicos, sino que también se necesitan los esfuerzos conjuntos de las ciudades circundantes”, concluyó Na Ying, también autora del estudio.
“Al reducirse drásticamente, a nivel global, tanto el tránsito vehicular como las actividades industriales hubo una fuerte baja en la concentración de contaminantes y eso trajo aparejado una mejora respecto de la salud ambiental y los seres humanos. Pero ese descenso después volvió a elevarse cuando se reiniciaron las actividades y llegó al mismo nivel que en el periodo prepandémico. Para que se dé un cambio en cuanto a las emisiones, tiene que haber un cambio profundo en la actitud de las personas y los gobiernos. Esa discusión se está dando, pero que va a llevar bastante tiempo”, aseguró Orellano.
En tanto, Timoteo Marchini, profesor de Química en la Universidad de Buenos Aires e investigador del CONICET y de la Universitätsklinikum Freiburg (Alemania), explicó a Infobae: “Con el confinamiento, la disminución de la movilidad y la cuarentena, que fueron medidas para frenar el avance de la pandemia, principalmente entre marzo, abril y mayo del año pasado, hubo una mejora en la calidad de aire, se vio una disminución de entre el 10 y el 30% (dependiendo la ciudad) de la concentración de estas partículas finas y una caída más fuerte, de un 50% aproximadamente, en algunos gases contaminantes, específicamente los óxidos del nitrógeno”.
Siendo que, en palabras del científico, se registraron caídas en las muertes asociadas a la contaminación del aire: “Se hicieron algunos estudios, principalmente en Europa y en China. En el primero, por una mejora en la calidad del aire se previnieron cerca de 11 mil muertes; mientras que en el segundo fueron unas 9 mil. Es decir que se previnieron decenas de miles de muertes solo en un mes”.
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