Era marzo de 2020 y la pandemia por el coronavirus era pura incertidumbre. Se había identificado el virus, pero no había en ese momento vacunas ni tratamientos con eficacia comprobada como hay ahora. La científica María Victoria Miranda y su equipo de colaboradores se concentraron en la proteína Espiga del coronavirus, que le sirve al virus para ingresar en las células de los seres humanos. En pocos meses, lograron fabricar proteínas iguales a la del coronavirus usando larvas de insectos, y ahora se pueden usar como insumos para kits de diagnóstico y generar vacunas contra el COVID-19.
El logro de Miranda y su grupo no quedó dentro de las paredes de su laboratorio dentro del Instituto de Nanobiotecnología del Conicet y la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la Universidad de Buenos Aires, en la Argentina. Ya se transfirió la tecnología y se creó la bioempresa Trebe Biotech, que produce las proteínas recombinantes a mayor escala y las vende desde Pergamino, provincia de Buenos Aires. Además esas proteínas también se usan dentro de los tests de medición de anticuerpos de la empresa argentina Chemtest.
El desarrollo exitoso de la propuesta de la doctora Miranda es una de las 6 innovaciones en el contexto del COVID-19 que fueron premiadas por el concurso Innovar, que desde 2005 organiza el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación a cargo de Daniel Filmus. Durante la última edición, el concurso contó con la participación de la Agencia Nacional de Promoción de la Investigación, el Desarrollo Tecnológico y la Innovación (Agencia I+D+i), que dará capacitación en alianza con una aceleradora a algunos de los ganadores y hubo votación del público en relación a proyectos relacionados con la pandemia.
Miranda, que es doctora de la UBA en el área de biotecnología y dirige el Instituto de Nanobiotecnología, contó a Infobae que ya desde 2010 venían recorriendo un camino en el uso de larvas de insectos (que son plagas para el sector agropecuario) como fábricas de proteínas complejas y de bajo costo. “Cuando empezó la pandemia, quisimos producir la proteína de la Espiga del coronavirus. Es la llave que hace que el virus entre en las células. Por su complejidad era difícil reproducirla en el laboratorio, pero nos propusimos lograrlo en 6 meses con un subsidio del Ministerio de Ciencia. A través de otro virus inocuo, le damos instrucciones a larvas de insectos para que produzcan masivamente la proteína de la Espiga. Se logró hacerlo con alto rendimiento y calidad, pero con un costo bajo. Hoy las proteínas recombinantes son comercializadas por la nueva bioempresa, que da más empleo en el país, y cuestan solo el 25% del precio que tiene en el mercado internacional”, comentó.
A partir del desarrollo que tiene múltiples aplicaciones, “ganamos como país una nueva capacidad para producir proteínas recombinantes. Además, con la proteína Espiga, se desarrolló un kit serológico para medir anticuerpos no sólo en humanos sino también en animales, se probaron en caballos como potencial tratamiento, y se podrían emplear para la próxima generación de vacunas”, detalló Miranda, quien destacó que contó con la colaboración de un equipo de 12 profesionales.
En tanto, el equipo del científico Roberto Etchenique, del Instituto de Química, Física de los Materiales, Ambiente y Energía (INQUIMAE), del Conicet y la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires, desarrolló un sistema que llamaron NeoQ, un sistema óptico-electrónico que es capaz de transducir la señal química colorimétrica de la amplificacion molecular en un test LAMP Neokit (que habían desarrollado investigadores del Laboratorio Cassará) en datos procesables por una computadora en tiempo real.
El NeoQ también fue reconocido por el concurso Innovar. Cuenta con un software desarrollado con algoritmos que permiten evaluar en tiempo real la positividad o la negatividad de la muestra de una persona. De esta forma, en lugar de usar el ojo de un operador humano, el NeoQ calienta la muestra a una temperatura de 64° y detecta la cantidad de carga viral. Tiene una doble utilidad: es sensible como la PCR pero es rápido como el test de antígeno. “Es muy escalable. Cada test mide entre 24 ó 96 muestras simultáneamente. Se probó primero en el Hospital Muñiz de Capital, y ya se usa en las jurisdicciones de Córdoba, San Luis, Formosa y ciudad de Buenos Aires”, contó a Infobae el científico que trabajó junto con Adali Pecci, Nico Pregi, Oscar Filevich, Luciana Rocha Viegas, y Javier Tiffemberg.
Se sabe que el coronavirus se transmite principalmente por el aire, y hacia esa parte del problema de la pandemia se dirigió un proyecto realizado por profesores y estudiantes de la Escuela Técnica N° 2 Independencia de la ciudad de Concordia, Entre Ríos. Fue el proyecto más votado por el público con 2.345 votos de un total de 5.423.
Antes de la pandemia, ese equipo de Concordia había pensado en desarrollar un motor para un ventilador con múltiples aplicaciones en la refrigeración para favorecer el ahorro energético. Con el avance de la pandemia, contó Ibar Federico Anderson, diseñador industrial, se adaptó el proyecto que ya venía en desarrollo a un extractor soplador de aire de alta eficiencia energética para evitar la transmisión del coronavirus. Se buscó remover el virus de los ambientes cerrados.
“Para dar respuesta se decidió utilizar la idea central de la innovación tecnológica de eficiencia energética que se venía trabajando, pero desarrollarla de un nuevo modo innovador inspirado en una patente de invención del ingeniero eléctrico Nikola Tesla, del 1 de mayo de 1888″, contó Anderson a Infobae.
Hoy cuentan con un prototipo de un turbo que resuelve dos problemas: renueva el aire viciado de aerosoles con el coronavirus que son exhalados por las personas con la infección dentro de los ambientes cerrados, y ahorra energía, medida en kilowatts-hora (kWh) que es el modo en que facturan las boletas las empresas distribuidoras de energía eléctrica, según Anderson.
La idea y el prototipo del turbo contra los aerosoles con el coronavirus es de un equipo de docentes del ciclo superior de Computación y Física, y los Profesores del Ciclo Básico de Educación Tecnológica y Dibujo Técnico junto a sus alumnos de la escuela de Concordia.
Otra innovación fue una solución pensada para ayudar a los pacientes de COVID-19 más graves. “En el inicio de la pandemia, un grupo de alumnos y docentes estaba preocupado por el riesgo de que los respiradores no alcanzaran para los pacientes graves. Se pusieron a desarrollar un ventilador pulmonar”, dijo a Infobae Emiliano Arias Da Pra, quien es gerente de innovación en el Laboratorio de innovación y diseño de la Universidad Tecnológica Nacional, en San Rafael, Mendoza.
El grupo de alumnos y docentes de esa universidad pública estuvo integrado por Nicolás Medrano, Gabriel Melia, Juan Ignacio Melia, Armando Dauverné, Diego Videla y Cristian González, quienes desarrollaron Aurehola, un ventilador pulmonar económico que se puede producir en serie en escuelas técnicas en caso de emergencia para hospitales y ambulancias. “Es un prototipo que ya fue probado en pulmones artificiales y que implica materiales comerciales de fácil adquisición, manipulación y confección. Está hecho de policarbonato y piezas de PVC”, destacó Arias Da Pra.
También se distinguió el desarrollo de termómetros infrarrojos inteligentes para la medición a distancia de temperatura en personas, desarrollados especialmente para la lucha contra el COVID-19, y los sensores de dióxido de carbono, que ayudan a monitorear la calidad del aire en ambientes cerrados como espacios de trabajo, salones, y escuelas. Esos productos ya están en el mercado para la venta.
En ese caso, el premio Innovar fue recibido por la directora de Innovación de la empresa FANIOT que hizo los desarrollos, Ayelén Ebene y la gerente de Operaciones, Constanza Castillo. Se trata de una empresa de Base Tecnológica, que forma parte de una colaboración pública y privada en la provincia de Misiones. Fue financiada por la Agencia I+D+i, presidida por Fernando Peirano.
El sexto desarrollo relacionado con el COVID-19 y reconocido por el concurso Innovar fue el test Serocovid-Federal. Como informó Infobae, ese test fue desarrollado por cinco investigadoras que pertenecen al Conicet, el Instituto de Virología del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), y a la Universidad Nacional de José C. Paz (UNPaz). Sirve para detectar los anticuerpos contra el COVID-19 y se puede utilizar en múltiples especies.
El Serocovid-Federal se pensó en el marco del concepto “una sola salud”: la salud de los animales importa tanto como la de los seres humanos. Se trata de un kit serológico de anticuerpos y ya obtuvo la aprobación de la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (ANMAT) para su producción y comercialización. Es un tipo de prueba que puede detectar los anticuerpos generados por el sistema inmune del organismo humano o animal después de haber adquirido la infección por el coronavirus. Ya empezó a ser producido por Laboratorios Chaqueños S.A., que se encuentra en Resistencia, y es una empresa pública de la provincia de Chaco.
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