Ejemplares de la enorme ballena franca austral ya llegaron días atrás cerca de la costa de la Península Valdés, en la provincia de Chubut, Argentina. Otros más arribarán en los próximos meses, y hasta diciembre se reproducirán o tendrán crías. Esta población de ballenas sigue deslumbrando en el Océano Atlántico Sudoccidental, y se está recuperando muy lentamente tras enfrentar cuatro siglos de matanzas por parte de embarcaciones que venían desde Portugal, España, Francia, Estados Unidos, Inglaterra y la ex Unión Soviética.
Así lo demuestra la primera reconstrucción histórica de las capturas de la ballena franca austral que fue publicada en la revista especializada Scientific Reports. Permitió tener con más exactitud cuántos individuos de ballenas había antes de la caza y la explotación comercial, cuál fue la cantidad mínima a la que llegó, y cuántos hay ahora.
El primer registro de caza de las ballenas es de 1602. Eran personas que venían en embarcaciones desde Portugal. Las capturas se hacían de manera manual. “Se usó primero el método vasco”, contó a Infobae la doctora en biología Alejandra Romero, científica del Centro de Investigación Aplicada y Transferencia Tecnológica en Recursos Marinos “Almirante Storni” (CIMAS-CONICET) y docente de la Universidad Nacional del Comahue.
Los cazadores iban con pequeñas embarcaciones a remo y usaban arpones a mano. Llegaban a capturar y matar unas cincuenta ballenas por año y al hacerlo sufrían heridas y congelamientos que ponían su propia vida en peligro.
“Como estas ballenas -que también habitaban en el Océano Atlántico Norte (en este caso es la ballena franca boreal), y cerca de las costas de Nueva Zelanda- son mansas y tranquilas, los seres humanos podían acercarse sin sentirse amenazados. Cuando son capturadas, flotan. Esas características hicieron que las llamaran ´franca´, pero posibilitaron que fueran intensamente explotadas”, afirmó la investigadora. Son animales que miden entre 14 y 16 metros y pesan alrededor de 50 toneladas.
En el siglo XVIII y el XIX se fueron sumando barcos balleneros de bandera estadounidense, británica, francesa y española en Océano Atlántico Sudoccidental, y se usaban métodos de caza más modernos que permitían capturar a los animales y procesarlos dentro de las embarcaciones.
¿Por qué había tanto interés en cazar ballenas en ese momento?, preguntó Infobae. “El cuerpo de las ballenas tiene un índice alto de grasa. Se las cazaba para obtener su grasa. Con la grasa se producía un aceite que servía como combustibles para lámparas de iluminación, calefacción y cocina en Europa. Y no solo capturaron a las ballenas francas con ese fin: también cazaban que otras especies de otras regiones del mundo”, acotó Romero.
Para hacer la reconstrucción histórica y luego elaborar un modelo de dinámica poblacional, los investigadores acudieron a diferentes fuentes de información, desde entrevistas con miembros de museos de diferentes países hasta los libros aduaneros del Reino Unido, que registraban a mano las importaciones.
Tras la investigación, los científicos estimaron que había 58.000 individuos de ballena franca austral en el Atlántico Sudoccidental a principios del siglo XVII. Pero con la explotación comercial llegó a que quedaran solo 2.000 ejemplares en el año 1830. En 1935, la especie pasó a estar protegida por normas internacionales, y se prohibió la caza. Pero no todos respetaron la norma.
En 1962, embarcaciones con bandera de la Ex Unión Soviética capturaron ilegalmente 1335 ballenas en aguas internacionales. “Las capturas ilegales hicieron que la recuperación de la población fuera más lenta. Hoy hay 5.000 individuos de ballena franca en todo el Atlántico Sudoccidental. Es decir, por el momento solo se recuperó el 8,6% de la población original que había antes de la explotación”, subrayó Romero. En la Argentina, la ballena franca austral está declarada como “monumento natural” por ley desde 1984.
La población de ballenas tiene principalmente dos sitios de cría y reproducción en el Atlántico Sur. Uno es la zona cercana a la Península Valdés, en la Patagonia argentina, y el otro se encuentra cerca de las costas del estado Santa Catarina, Brasil. Para alimentarse, en cambio, los animales migran hacia zonas que zonas cercanas a las Islas Georgias del Sur.
“No todos ejemplares que forman la población del Atlántico Sur visitan la zona de Península Valdés entre abril y diciembre. Solo llegan el 35% del total, y se está estudiando los movimientos que realizan a través del monitoreo satelital”, expresó Romero. Actualmente ese seguimiento está disponible aquí para el público general por una colaboración entre diferentes organismos públicos y organizaciones ambientalistas de distintos países.
Aunque lenta, la recuperación de la población es una buena noticia. “Que su recuperación esté en marcha significa que estamos yendo por un buen camino y hay que continuar con el esfuerzo actual sin permitir la caza. Se necesitarán más estudios para profundizar en el impacto del cambio climático y la navegación actual”, sostuvo Romero.
Como resultado de la recuperación, existe la posibilidad de que los turistas y los residentes de más ciudades costeras de Brasil, Uruguay y la Argentina puedan disfrutar del avistaje de ballenas en el futuro. “Las ballenas francas están recolonizando zonas que hace siglos ocupaban cerca de costas de Brasil, Uruguay, y las costas de Río Negro y la provincia de Buenos Aires”, afirmó Romero.
Durante los últimos quince años, se observaron más ballenas franca cerca de la localidad de Las Grutas, en Río Negro, y esto llevó a que desde 2012 se ofrece el servicio de avistaje de fauna marina en embarcaciones entre mayo y octubre. Allí también se pueden ver las ballenas con pingüinos, lobos marinos, y aves.
En la reconstrucción de la historia de las ballenas también participaron Raúl González, del Centro de Investigación Aplicada y Transferencia Tecnológica en Recursos Marinos “Almirante Storni” (CIMAS-CONICET) y docente de la Universidad Nacional del Comahue, Enrique Crespo, investigador superior del Centro para el Estudio de Sistemas Marinos (CESIMAR-CONICET), Mariano Coscarella, del Conicet y la Universidad Nacional de La Patagonia San Juan Bosco, Juan Carlos Pedraza, de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires, y Grant Adams, que cursa un doctorado en la Universidad de Washington, Estados Unidos.
Consultado por Infobae, Guillermo Harris, conservacionista senior de la organización Wildlife Conservation Society Argentina (WCS Argentina), comentó: “El estudio publicado en Scientific Reports es sumamente importante para la conservación de la ballena franca austral. Los investigadores demuestran que durante la primera mitad del siglo XIX la población estuvo a punto de ser aniquilada. Después durante el siglo XX se prohibió la caza, pero hubo igualmente capturas ilegales. Esto implica un llamado de atención porque muestra que puede haber caza ilegal de ballenas. Si bien la población de la ballena franca austral se está recuperando, aún está lejos de llegar a la cantidad de individuos que había originalmente. Hay que continuar con medidas de protección de esta especie”.
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