El estruendo habrá sido increíble. Los destellos de una bola de fuego que ardía en los cielos nocturnos de la isla de Manus, en Papua Nueva Guinea a las 3:05 de la madrugada del 8 de enero de 2014, seguramente iluminó el cielo de este paraíso del Océano Pacífico.
Años después, por la alta velocidad que llevaba el objeto de un metro de tamaño, dos científicos de la Universidad de Harvard que lo estudiaron, calcularon que el mismo ingresó a nuestra atmósfera ardiendo con una energía equivalente a unas 110 toneladas métricas de TNT.
¿Será uno más de la docena de objetos de ese tamaño que cada año caen en la Tierra y se pueden identificar? Eso tal vez pensaron muchos. Pero por lo inusual de este meteorito en particular fue la velocidad muy alta que traía y la inusual dirección en la que se encontró con nuestro planeta, lo que en conjunto dio a entender que provenía del espacio interestelar, es decir, de otro sistema solar o estrella lejana.
Amir Siraj y Avi Loeb, astrónomos de la Universidad de Harvard, rescataron los registros de aquel impacto atmosférico y comprobaron que ese meteorito había llegado a la Tierra a una velocidad extraordinaria: 210.000 km/h, muy por encima de la típica de las rocas oriundas de nuestro Sistema Solar. Además, la trayectoria de su órbita revelaba que la roca no pertenecía a nuestro Sistema Solar, sino que se había formado muy lejos, en “el interior profundo de un sistema planetario o una estrella en el grueso disco de la galaxia Vía Láctea”, escribieron los autores
Esa roca espacial era en realidad el primer objeto conocido procedente de otro sistema estelar, según una comunicación reciente publicada ayer el Comando Espacial de Estados Unidos (USSC) que estuvo clasificado como información secreta durante 3 años. La confirmación respalda el descubrimiento del primer meteorito interestelar que fue inicialmente señalado por el astrofísico teórico de Harvard Amir Siraj y su mentor Avi Loeb en un estudio publicado en el servidor de preimpresión arXiv en 2019 y que recién ayer se pudo leer.
El objeto, un pequeño meteorito que mide solo 1,5 pies (0,45 metros) de ancho, se estrelló contra la atmósfera de la Tierra el 8 de enero de 2014, después de viajar por el espacio a más de 130 000 mph (210 000 km/h), una velocidad que supera con creces la velocidad promedio de los meteoros que orbitan dentro del sistema solar, según un estudio de 2019 del objeto publicado en la base de datos de preimpresión arXiv, que argumentó que la velocidad de esta roca, junto con la trayectoria de su órbita, demostró con un 99% de certeza que el objeto se había originado mucho más allá de nuestro sistema solar. Pero a pesar de su casi certeza, el artículo del equipo nunca fue revisado por pares ni publicado en una revista científica, ya que algunos de los datos necesarios para verificar sus cálculos fueron considerados clasificados por el gobierno de EEUU.
Ahora, los científicos de la USSC han confirmado oficialmente los hallazgos del equipo. En un memorando fechado el 1 de marzo y compartido en Twitter el 6 de abril, el teniente general John E. Shaw, subcomandante del USSC, escribió que el análisis de la bola de fuego de 2019 fue “suficientemente preciso para confirmar una trayectoria interestelar”.
Esta confirmación hace retroactivamente que el meteorito de 2014 sea el primer objeto interestelar jamás detectado en nuestro sistema solar. La detección del meteoro es anterior al descubrimiento de ‘Oumuamua, un objeto con forma de cigarro que también se mueve demasiado rápido para haberse originado en nuestro sistema solar. A diferencia del meteorito de 2014, ‘Oumuamua se detectó lejos de la Tierra y ya está saliendo del sistema solar, según los últimos datos publicados por la NASA). Lo mismo pasó con el segundo objeto catalogado hasta como interestelar, que es el cometa Borisov.
“Estamos viviendo una época en la que se están haciendo muchas investigaciones en cuerpos menores del sistema solar. Se trata de un gran esfuerzo internacional por una amplia comunidad astronómica que busca cuerpos espaciales pequeños mediante distintos programas de rastreo. Para rastrear un objeto así debe seguírselo en el tiempo y así calcular su velocidad y trayectoria. De confirmarse que este meteorito que impactó sobre las islas del Pacífico es un objeto que provino de otro sistema solar, sería algo impresionante y un gran aporte científico para saber más del universo”, explicó a Infobae el doctor en astronomía Patricio Zain de la Facultad de Ciencias Astronómicas y Geofísicas, de la Universidad Nacional de La Plata.
“Hasta ahora la humanidad ha detectado dos objetos interestelares como lo son Oumuamua y Borisov. Pero contar con un fragmento de un objeto que provino de otro sistema solar y analizarlo en un laboratorio sería algo fantástico que nos puede proporcionar mucha información de otros sistemas solares, otros planetas y estrellas. Al analizar su material podés estudiar la composición química de algo que no se formó como la Tierra. Este meteorito puede contar la historia de cómo se formó alrededor de otra estrella”, agregó Zain.
“Lo que sucede con los objetos interestelares es que el sistema solar nuestro es similar a los otros sistemas solares que existen en el universo. Así como el nuestro tiene asteroides que vagan por el mismo, los otros también. Y a veces, pueden escapar del mismo por cuestiones gravitacionales y llegar a otros sistemas solares, por eso se los llama interestelares. Con este nuevo objeto tendríamos hasta ahora 3 objetos interestelares, si se confirma”, explicó a Infobae el astrónomo Claudio Martínez.
Y agregó sobre el posible descubrimiento: “La importancia de esto es que cuanto más sepamos de otros sistemas solares, más vamos a poder aprender del nuestro. Cuanto mejor idea tengamos de cómo se forman estos objetos y cómo se comportan al estar cerca de otra estrella, mejor sabremos de nuestro sistema solar para apreciar si lo que tenemos es único o algo similar a lo que existe más allá de nuestro Sol. Si solo tenés referencia de los objetos cercanos en nuestro sistema solar y no saber mucho de los que orbitan en otra estrella, no sabés si lo que tenés es muy especial o es similar a los otros. Por eso, teniendo una muestra, se puede analizar y se convertiría en una fuente de información enorme. Pero lamentablemente como cayó en el océano, va a ser difícil ubicarlo en el fondo del océano”.
Amir Siraj, astrofísico teórico de la Universidad de Harvard y autor principal del artículo de 2019, explicó que todavía tiene la intención de publicar el estudio original, para que la comunidad científica pueda continuar donde él y sus colegas lo dejaron. Debido a que el meteorito se encendió sobre el Océano Pacífico Sur, es posible que fragmentos del objeto hayan aterrizado en el agua y desde entonces hayan anidado en el lecho marino.
Siraj y el coautor del estudio Avi Loeb, quien se desempeña como profesor de ciencias Frank B. Baird, Jr. en la Universidad de Harvard, se inspiraron para buscar posibles bolas de fuego interestelares tras el descubrimiento de ‘Oumuamua, un objeto interestelar que mide alrededor de 1080 metros de largo y 80 de ancho, que fue visto saliendo del sistema solar en 2017. Loeb, quien especuló que ‘Oumuamua podría haber sido una pieza de tecnología alienígena, sugirió que Siraj revisara una base de datos de bolas de fuego e impactos de meteoritos administrados por el Centro de Near de la NASA sobre Estudios de Objetos Terrestres (CNEOS).
“Fue muy rápido, así que pensé: ‘Dios mío, esto podría ser un meteorito interestelar’”, precisó Siraj. Si bien localizar estos restos de escombros interestelares puede ser una tarea casi imposible, Siraj dijo que ya está consultando con expertos sobre la posibilidad de montar una expedición para recuperarlos.
“La posibilidad de obtener la primera pieza de material interestelar es lo suficientemente emocionante como para verificar esto muy a fondo y hablar con todos los expertos mundiales en expediciones oceánicas para recuperar meteoritos”, explicó Siraj, Director de Estudios de Objetos Interestelares en el Proyecto Galileo de Harvard. Y agregó: “Me encanta pensar en el hecho de que tenemos material interestelar que fue entregado a la Tierra y sabemos dónde está. Una cosa que voy a comprobar, y ya estoy hablando con la gente, es si es posible buscar en el fondo del océano frente a la costa de Papua Nueva Guinea y ver si podemos obtener algún fragmento”.
Siraj reconoció que las probabilidades de tal hallazgo son bajas, porque los restos de la bola de fuego que explotó probablemente aterrizaron en pequeñas cantidades en una región dispar del océano, por lo que es difícil rastrearlos. “Sería una gran empresa, pero vamos a analizarla en profundidad porque la posibilidad de obtener la primera pieza de material interestelar es lo suficientemente emocionante como para verificar esto muy a fondo y hablar con todos los expertos mundiales en expediciones oceánicas para recuperar meteoritos”, concluyó el experto.
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