La variante Ómicron del coronavirus sobresalió por su alta transmisibilidad con respecto a todas las anteriores. Se detectó en noviembre pasado y produjo olas explosivas de COVID-19 en la mayoría de los países, y volvió a generar repuntes durante los últimos dos meses incluso entre personas que ya estaban vacunadas. Para el futuro, hoy ya se pone cada vez más dedicación al desarrollo de vacunas nasales que podrían evitar el ingreso del coronavirus al organismo humano.
Si bien las vacunas ya disponibles se inyectan y protegen a las personas contra la enfermedad grave, la hospitalización y la muerte si se contagian coronavirus, ahora hay científicos que están apuntando más a directamente evitar que se adquiera la infección. Esperan lograrlo con el desarrollo de vacunas que se coloquen con un spray nasal. La idea que persiguen es bloquear la posibilidad de entrada del virus completamente en personas sanas.
“Las vacunas nasales contra el COVID-19 pueden tener beneficios en este momento de la pandemia. Entre otras ventajas, una posibilidad es que frenen los contagios”, dijo a Infobae el doctor Guillermo Docena, investigador del Conicet y la Universidad Nacional de La Plata. Esta científico está dirigiendo el desarrollo de un tipo de vacuna nasal en la Argentina, que se encuentra en la etapa de estudios pre-clínicos.
Con el inoculante nasal, se pasaría de la inyección en el brazo a la inhalación por la nariz. Se podría crear un muro de inmunidad justo en el lugar en el que los virus encuentran su punto de apoyo y se cortaría la propagación del virus. De esta manera, se evitarían incluso las infecciones leves por la variante Ómicron y sus sublinajes o por alguna otra variante que podría surgir.
En la comunidad científica global se está dando un debate sobre si se debe continuar con más dosis de refuerzo en los próximos meses o si hay que cambiar la estrategia en el tipo de vacunas que se aplican. En marzo, el gobierno de los Estados Unidos presentó en marzo pasado el Plan Nacional de Preparación contra el COVID-19 y enfatizó en la necesidad de reiniciar las vacunas para adaptarlas a las variantes dentro de los 100 días siguientes de su aparición y de desarrollar una vacuna universal. Es decir, una vacuna “que proteja contra el COVID-19 y todas sus variantes, así como contra futuras amenazas de coronavirus emergentes”.
La científica Akiko Iwasaki, inmunóloga de la Facultad de Medicina de la Universidad de Yale, en los Estados Unidos, había dicho a principios de 2021 que pensaba en su investigación sobre la vacuna nasal como preparación para la próxima pandemia. Pero Ómicron le adelantó los planes.
“Al ver todas estas nuevas variantes que son mucho más transmisibles y que hacen que nuestras vacunas sean inútiles para la prevención de la infección, fue cuando nos dimos cuenta de que podríamos tener la oportunidad de aportar algo durante esta pandemia”, dijo Iwasaki al diario The Washington Post.
Iwasaki ya desarrolló un aerosol nasal consistente en la proteína de la Espiga en una suspensión salina. Esta estrategia no funcionaría como primera ronda de vacunación pero que podría ser potente como refuerzo. Se licenció la tecnología a la empresa Xanadu Bio, en la que Iwasaki es cofundadora.
Hay varios proyectos para desarrollar vacunas nasales en marcha o para evaluar sus beneficios. Los científicos de los Institutos Nacionales de Salud y de la Autoridad de Investigación y Desarrollo Biomédico Avanzado -conocida como BARDA- de los Estados Unidos están examinando una serie de conceptos de vacunas de nueva generación, incluidos los que desencadenan la inmunidad de las mucosas y podrían detener la transmisión.
El proceso es similar al que se utilizó para priorizar las candidatas vacunales a recibir miles de millones de dólares de inversión a través del programa original de la Operación Warp Speed en 2020. Sin embargo, Karin Bok, directora de Preparación para la Pandemia y Respuesta de Emergencia del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas, advirtió que aún no tienen los fondos necesarios.
Uno de los expertos de ese Instituto es Robert Seder. Con su equipo de colaboradores, prueban las vacunas contra las variantes en animales, y han comparado las vacunas específicas para las variantes con la inyección original de la empresa biotecnológica Moderna. En febrero pasado descubrieron que un refuerzo regular de Moderna ofrecía una protección tan sólida contra la variante Ómicron en monos como una inyección específica para esa variante.
Al mismo tiempo, los investigadores israelíes informaron que aunque una cuarta inyección aumentaba los anticuerpos que bloquean el virus. Pero no eliminaba las infecciones. Las personas vacunadas que enfermaron también tenían muchos virus en sus narices. Esto significa que pueden contagiar a otros. Otro estudio descubrió que una cuarta inyección sí ayudaba a disuadir las infecciones, pero el efecto era de corta duración.
Al tener en cuenta la situación epidemiológica actual del COVID-19, las vacunas disponibles y los refuerzos, el doctor Seder y sus colegas se centran ahora en el diseño de un experimento de laboratorio que comparará las primeras vacunas nasales para ver cuáles son las más prometedoras.
En Georgia, Estados Unidos, la empresa CyanVac lleva adelante un ensayo en en Fase I con 60 pacientes que no han recibido otras vacunas contra el COVID-19 y que no han tenido la infección. Esa vacuna nasal contiene una versión de un virus que se utiliza para vacunar a los perros contra la tos de las perreras y que ha sido modificada para incluir la proteína de la Espiga que se encuentra en el exterior del coronavirus.
Los investigadores de esa empresa llevan adelante ese ensayo con la idea de que el virus canino se multiplique durante un tiempo limitado en la nariz de las personas, enseñe a su sistema inmunitario a reconocer la proteína del coronavirus y a bloquear al verdadero patógeno. El virus utilizado en la vacuna es inofensivo para los seres humanos.
Otros desarrolladores de vacunas utilizan diferentes tecnologías subyacentes. En el caso de la vacuna ArgenVac, en la que trabaja el doctor Docena y su equipo de colaboradores, con apoyo de la Agencia Nacional de Promoción de la Investigación, el Desarrollo Tecnológico y la Innovación (Agencia I+D+i), se desarrolla con dos formulaciones: una sería por inyección y otra por vía nasal. Para diagramar los esquemas de producción a mayor escala, también se incorporó a la empresa biotecnológica GIHON.
“Para desarrolla la vacuna ArgenVac, usamos un dominio de unión a receptor que es la porción de la proteína Espiga del coronavirus que se une a las células humanas. Lo que hacemos es sintetizarlo en levaduras”, explicó Docena.
“La ventaja de una vacuna nasal es que genera fuerte inmunidad localizada en el tejido donde el virus ingresa. También genera una respuesta humoral y celular. Porque se producen linfocitos de memoria residentes que quedan en la mucosa y actuan más rápido como dosis de refuerzo. Además, la dosis nasal es más fácil de administrar y se evita el rechazo por el pinchazo”, afirmó Docena.
Vaxart, una empresa de San Francisco, está probando una píldora que contiene una versión inofensiva de un virus asociado al resfriado común. El virus no puede hacer copias de sí mismo. Por lo cual no puede causar una infección, pero está equipado con la proteína de la Espiga del coronavirus y se ha demostrado en los primeros estudios que genera una respuesta inmune en la nariz.
En tanton, en Nueva York, los investigadores de la Escuela de Medicina Icahn del Monte Sinaí desarrollaron una vacuna intranasal que está repleta de un virus que suele causar estornudos, tos y caída de alas en los pollos, pero que ha sido modificado para incluir la proteína de la Espiga del coronavirus. Los investigadores de Meissa Vaccines, en California, utilizan una versión del virus respiratorio sincitial que ha sido debilitada y cubierta con la Espiga de coronavirus.
La Universidad de Oxford ha estado probando una versión intranasal de la vacuna que sus científicos han desarrollado con la empresa AstraZeneca. En la India, Bharat Biotech también está probando una vacuna intranasal. Semanas atrás, el Ministerio de Salud de Rusia registró una versión nasal de la vacuna contra el COVID-19 Sputnik V, que fue desarrollada por el Instituto Gamaleya de ese país.
Pero conseguir que las vacunas nasales demuestren una mayor eficacia y seguridad con respecto a la primera generación de inoculantes contra el COVID-19 será difícil. La empresa de biotecnología de Maryland, Altimmune, detuvo el desarrollo de su vacuna nasal por “respuestas inmunitarias inferiores a las esperadas”, según anunció la empresa el año pasado.
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