El riesgo de terminar en el hospital con COVID-19 puede estar literalmente en las propias manos. Un nuevo estudiopublicado en la revista especializada Nature encontró que la longitud de los dedos muestra un vínculo con los niveles de hormonas sexuales de una persona. Investigadores de la Universidad de Swansea, en Reino Unido, detectaron que los niveles de testosterona de un paciente juegan un papel clave en la forma en que se enferman después de la infección.
Estudios anteriores muestran que tener un dedo anular más largo es un signo de niveles más altos de testosterona en el útero. Por otro lado, un dedo índice más largo indica niveles más altos de estrógeno. Por lo general, los hombres tienen dedos anulares más largos y las mujeres tienen dedos índices más largos.
El nuevo estudio examinó este vínculo entre las hormonas sexuales antes del nacimiento y durante la pubertad y la tasa de hospitalizaciones por COVID. Sus hallazgos revelaron que las personas con dedos meñiques cortos “feminizados” en comparación con sus otros dígitos terminan sufriendo casos más graves de COVID-19. Además, las personas que tienen diferencias de tamaño más grandes entre los dedos de la mano derecha e izquierda corren un riesgo aún mayor.
Aunque la mayoría de las personas solo experimentan síntomas leves de COVID-19, es más probable que los ancianos y los hombres tengan un caso grave que requiera atención urgente. Esto ha llevado a los científicos a preguntarse si los niveles de testosterona de un hombre juegan un papel en la gravedad de la enfermedad. Una teoría es que los niveles altos de testosterona hacen que COVID empeore. Sin embargo, otro estudio relaciona los niveles bajos en hombres mayores con un caso grave del virus.
Para averiguar cuál es el correcto, el equipo examinó las proporciones de tamaño de los dígitos 2, 3, 4 y 5 en las manos de más de 150 personas. Cincuenta y cuatro de estos individuos eran pacientes con COVID-19, mientras que los demás sirvieron como un grupo de control saludable. Específicamente, los resultados muestran que las diferencias más grandes entre las proporciones 2D:4D y 3D:5D en las manos de cada persona tenían una conexión con un caso más grave de COVID-19.
“Nuestros hallazgos sugieren que la gravedad de la COVID-19 está relacionada con niveles bajos de testosterona y posiblemente niveles altos de estrógeno tanto en hombres como en mujeres”, indicó el profesor John Manning, uno de los autores del estudioy especialista de deportes aplicados, tecnología, ejercicio y medicina de la Universidad de Swansea en el Reino Unido.
Las diferencias feminizadas en las proporciones de dígitos en pacientes hospitalizados respaldan la opinión de que las personas que han experimentado niveles bajos de testosterona y/o niveles altos de estrógeno son propensas a una expresión grave de COVID-19. “Esto puede explicar por qué el grupo de mayor riesgo son los hombres mayores -continúa el investigador-. Esto es significativo porque si es posible identificar con mayor precisión quién es probable que sea más propenso a tener COVID-19 grave, ayudaría a orientar los procesos de vacunación. Las diferencias de derecha a izquierda en las proporciones de dígitos (particularmente 2D: 4D y 3D: 5D) pueden ayudar en este sentido”.
Actualmente, los autores del estudio señalaron que hay varios ensayos que examinan los medicamentos antiandrógenos (testosterona) que pueden ayudar a tratar el COVID-19. Al mismo tiempo, también están considerando la testosterona como un posible medicamento antiviral contra el COVID. “Nuestra investigación está ayudando a aumentar la comprensión de COVID-19 y puede acercarnos a mejorar el repertorio de medicamentos antivirales, lo que colabora en acortar las estadías en el hospital y reducir las tasas de mortalidad -agrega el profesor Manning-. La muestra es pequeña pero el trabajo en curso ha aumentado la participación de otros individuos. Esperamos informar más resultados en breve”.
Este no es el primer estudio que relaciona la longitud de los dedos con temas aparentemente no vinculados. Una investigación previa estableció cierta relación entre la longitud de los dedos de los niños con las hospitalizaciones de sus respectivas madres, así como con la vulnerabilidad frente a las enfermedades infantiles.
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