Aunque no siempre están claras las estadísticas de China en cuanto al número de casos y muertos por el COVID-19, este domingo reportó más de 13.000 nuevos enfermos, una cifra similar a la del día anterior, que son las más altas desde febrero de 2020, cuando el virus SARS-CoV-2 estaba acosando especialmente a Wuhan, la zona donde se lo detectó por primera vez unos meses antes.
De los casos informados ayer, aproximadamente 9.000 se detectaron en Shanghái, aunque las autoridades sanitarias dijeron que no se habían producido muertes nuevas y que la mayoría de los casos, 11.711, eran asintomáticos.
En ese marco, se viene desarrollando desde hace varias semanas la estrategia sanitaria conocida como COVID cero, ordenada por el gobierno desde que la variante Ómicron, la más contagiosa hasta ahora conocida, comenzó a circular en el país. Esta disposición obliga a erradicar los brotes surgidos en Shanghái, la ciudad más grande de China, y la provincia de Jilin, en noreste del país, donde sus más de 24 millones de habitantes fueron confinados en sus casas.
Frente a la irrupción del SARS-CoV-2 y su alta tasa de contagiosidad, especialmente en la última ola generada por la variante Ómicron, algunos países optaron por políticas muy estrictas para evitar la transmisión y circulación del virus. Desde el comienzo de la pandemia, esto implicó cierre de fronteras, restricciones para el ingreso y salida de viajeros, aislamientos estrictos de casos positivos y hasta cierre de barrios o ciudades enteras frente al aumento de contagios.
Esa estrategia, probablemente haya evitado miles de muertes y enfermos graves en Asia y Oceanía. Sin embargo, los expertos insisten en que es necesario que estén acompañadas de fuertes campañas de vacunación, para lograr altos niveles de inmunidad y que las restricciones no se perpetúen en el tiempo. Justamente, dos grandes exponentes de estas políticas llamadas de “COVID cero” son China y Hong Kong. En cambio, Europa y América, optaron por cierres estrictos en los primeros meses de 2020 y luego fueron flexibilizando las condiciones a medida que bajaban los contagios, en un intento por equilibrar salud y economía.
Tras el brote inicial en la ciudad de Wuhan, donde se detectó el primer caso de coronavirus del planeta en diciembre de 2019, y luego de los primeros meses de cierre total, China logró contener los contagios y mantener las cifras de infecciones y muertes estables durante gran parte de la pandemia. Pero ese escenario cambió hacia comienzos de marzo último. Por ese motivo, el gobierno decidió confinar a 9 millones de habitantes de la ciudad de Changchun, al noreste del país. Los habitantes de esa zona fueron sometidos a tres rondas de pruebas de PCR para trazar los casos y frenar la curva.
Luego, la semana pasada, las autoridades dispusieron una cuarentena en la ciudad de Shanghái, la capital financiera y la mayor ciudad de China con 26 millones de habitantes, que enfrenta un fuerte rebrote de COVID-19.
Entre otras medidas, la que está resultando más traumática en Shanghái es la separación de los niños con COVID-19 positivo de sus padres, bajo el argumento de evitar la extensión de la epidemia, lo que ha provocado una protesta pública generalizada. Más de 30 países escribieron al Ministerio de Relaciones Exteriores de China instando a las autoridades a no dar ese paso.
Según las medidas sanitarias chinas, las personas que den positivo de COVID-19, aunque sean asintomáticos, o tengan una enfermedad leve, deben aislarse. Las autoridades de Shanghái confirmaron este lunes que la medida también se aplica a los menores de edad, incluso si son bebés.
Medios internacionales reportaron que esta disposición causó estupor entre las familias de la ciudad. “Si el niño tiene menos de siete años, estos niños recibirán tratamiento en un centro público de salud”, dijo Wu Qianyu, una responsable de los servicios de salud municipales. “Para los niños mayores o los adolescentes (...) los estamos aislando principalmente en lugares (de cuarentena) centralizados”, añadió. La funcionaria explicó que “si uno de los padres está infectado, podrá acompañar al niño y cuidarlo” en un lugar especial “donde serán tratados”. En las redes sociales, varias familias han mostrado su indignación por esta medida. “¿Los padres tienen ahora que ‘cumplir las condiciones’ (estar contagiado) para acompañar a sus hijos? ¡Es absurdo! Es un derecho elemental”, decía un usuario en la red social Weibo.
Medios internacionales dijeron que varios videos, que no habían podido ser verificados, circulaban en las redes sociales mostrando niños pequeños y bebés sin acompañantes en centros de salud públicos.
Los habitantes de Shanghái tienen prohibido, incluso, bajar a los jardines de sus edificios y caminar por las plazas de los barrios. Ni siquiera podían sacar a sus perros a hacer sus necesidades, reportaron medios internacionales. A esto se sumó la separación de los niños de sus familias y la escasez de suministros. El jueves pasado, el secretario general del Gobierno municipal de Shanghái, Ma Chunlei debió pedir disculpas a la población por “las inadecuadas garantías para la vida de la gente en las zonas cerradas”. Además, personas con enfermedades crónicas no podían acceder a sus medicamentos y tratamientos en los hospitales, donde las salas de urgencias fueron cerradas, pero debieron reabrirse tras conocerse que dos personas habían muerto por accesos de asma y la falta de atención.
El consulado francés y la embajada británica dijeron que estaban escribiendo las cartas en nombre de otros países, incluidos los estados de la Unión Europea y otros como Noruega, Suiza, Australia y Nueva Zelanda después de enterarse de las dificultades causadas por el cierre de Shanghai, que la ciudad llevó adelante en dos etapas a partir del 28 de marzo.
La Embajada británica expresó su preocupación por la situación de los ciudadanos del Reino Unido en China. Los casos asintomáticos o leves deben enviarse a “un entorno de aislamiento especializado con personal que pueda comunicarse en inglés”, dijo la carta del consulado francés, una copia de la cual Reuters vio y verificó con dos fuentes.
Actualmente, los casos asintomáticos se envían a centros de cuarentena centralizados, algunos de los cuales se han descrito como insalubres y hacinados.
La embajada británica dijo que había preocupaciones sobre las condiciones y la falta de privacidad en las instalaciones hospitalarias móviles recientemente desplegadas, y agregó que aislarse en viviendas diplomáticas era una “solución preferible y consistente con nuestros privilegios de la Convención de Viena”, en la carta vista por Reuters y verificada por dos fuentes.
China ha vacunado a su población casi exclusivamente con fórmulas de producción propia, los inoculantes Sinopharm y CoronaVac. El 85,5 % la población recibió dos dosis según las autoridades sanitarias, pero no se difundieron cifras sobre refuerzos.
Una de las desventajas que, es si bien estas vacunas son una buena barrera contra la enfermedad grave y la muerte, su eficacia es mucho menor para brindar protección contra la infección. Por lo cual muchos se preguntan qué pasaría si China levantara las restricciones y la estrategia de “COVID cero”, a cuánto podrían ascender los contagios en una población sin inmunidad robusta.
El país asiático logró llevar a cabo la mayor campaña de vacunación de su historia y desarrolló vacunas a una velocidad récord. Así 2.800 millones de dosis fueron distribuidas en el país en 2021.
Yanzhong Huang, investigador principal de salud global en el Consejo de Relaciones Exteriores (CFR) de EEUU, explicó que tanto China como Hong Kong “han seguido una estrategia de ‘cero COVID-19′, ambos tienen una gran población de edad avanzada no vacunada, y además (ambos) no han invertido en el desarrollo de la capacidad de la salud pública antes de que llegara la ola de Ómicron”. Además, en China “hay un gran porcentaje de la población general que no ha estado expuesta al virus, debido al “cero COVID-19″, o que está vacunada con vacunas que (según los estudios) no son eficaces para prevenir la infección”.
En marzo China presentaba una tasa aproximada de vacunación superior al 87%, pero era inferior a países como EEUU y el Reino Unido en la inmunización de ancianos. Por eso, se estima que 40 millones de chinos mayores de 60 años aún no han recibido una vacuna, según datos de la Comisión Nacional de Salud de China. Mientras que alrededor del 80% de los 264 millones de ancianos de China están totalmente vacunados, ese porcentaje se reduce a solo la mitad aproximadamente en el caso del grupo más vulnerable a COVID-19, los mayores de 80 años.
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